2. Los últimos (I)

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Que dolor de cabeza, ¿Donde estoy? ¿Estoy vivo? Genial, ahora soy preso de algún desconocido amante del crack y algún fetiche raro con niñas, no podría ser mejor, niñas... ¡Diana!

Abrí los ojos desconcertado por aquel pensamiento mientras trataba de levantarme pero era imposible, entonces me fijé que estaba atado con correas de cuero en las muñecas y el abdomen a una cama bastante cómoda y limpia.

-Pensé que dormirías más, el GBH que le añadí a esas bombas era lo suficientemente fuerte para dormir por dos semanas a veinte elefantes africanos- Escuché una voz en la habitación pero no había nadie -Mira al cristal- volvió a hablar aquella voz algo distorcionada.

Entonces el cristal oscuro que se hallaba a un lado de la puerta comenzó a iluminarse hasta dejar ver a un hombre en bata al otro lado de la habitación, su rostro era algo maduro con varias arrugas, y las canas en su largo cabello denotaban su ya alta edad, el hombre esbozó una sonrisa al verme y entonces se dirigió a la puerta que nos separaba para abrirla y entrar conmigo.

-¿Donde está Diana?- Pregunté seriamente mirando a mi alrededor aún confundido.

-Fíjate que es curioso ya que nos fue difícil encontrar el GBH suficiente para hacer una sola bomba pero, aun así, me siento satisfecho que la hayan usado bien los...- Pero lo volví a interrumpir.

-¡Donde carajos esta Di...!- Pero no logré terminar la oración, un sentimiento de nauseas y mareos invadió mis adentros y estaba a punto de vomitar sobre mí cuando el hombre al percatarse de la situación tomó un bote que estaba debajo de mi cama y me lo acerco lo suficiente para que pudiera vomitar, que lindo gesto.

-Oh no no, si este fino piso se ensucia será problema de ambos y yo no quiero limpiar, tranquilo, es una secuela del gas- Dijo algo cariñoso el tipo.

-Entonces eres el científico loco que creo esa cosa para dormirnos- Dije aún tratando de recuperar el aliento después de tal hecho.

El hombre sonrió y con una pequeña risa dijo -No no, claro que no soy un científico, ni estoy loco, soy el médico general de aquí, y ese gas es la razón por la que ahora estés vivo compañerito-.

-Y la chica que...- Pregunté ya un poco mas en confianza.

-Esta bien, aun sigue un poco mareada, se encuentra unas habitaciones a la derecha de aquí, tranquilo galán- Dijo sonriente el doctor.

-¿Donde estamos?- Volví a preguntar.

El doctor estaba a punto de responderme cuando una voz sonó en las bocinas de la habitación.

-Estamos en la Zona segura No. 3, Este de Nueva York- Habló una voz ronca por los altavoces. El doctor sonrió al escuchar y volteó a ver al cristal, donde se hallaba un hombre de traje frente al micrófono.

-¿Como te sientes muchacho?- Me preguntó con total confianza mientras me veía.

-Eh... Bien, digo, no estoy acostumbrado a que me amenazen de muerte, luego me duerman y me saquen de mi improvisado refugio- Expliqué de manera sarcástica.

El hombre del traje entró a la habitación -¿Sabes porque estás aqui?- Me preguntó.

-Porque... ¿Tengo un tipo de sangre muy muy raro y me necesitan para hacer una cura?- Pregunté aún con sarcasmo.

-No- Habló seriamente el tipo.

-Eh... No, usted digame- Dije más serio, tratando de demostrar madurez.

-Somos lo último que queda del gobierno que alguna vez conociste, militares, políticos, expoliticos, gobernantes y empresarios de bien estamos aquí para poder sobrevivir ante está crisis y obvio, necesitamos de ustedes, los ciudadanos para oponer resistencia ante esas bestias- Explicó de manera autoritaria mientras observaba a la nada.

SARZ: La muerte se respira.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora