Capítulo 10.

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Las semanas pasaban demasiado lentas para algunos, mientras que a otros, los segundos se les escapaban de los dedos.

Rodrigo creía casi con total certeza que nadie podría evitar lo que se avecinaba y no estaba del todo seguro de querer desaparecer del mapa. Vivir en otra ciudad, con otra gente pero obteniendo el trabajo que había deseado desde pequeño. Mientras muchos niños deseaban ser astronautas o bomberos, Rodrigo tenía claro que cuando fuera mayor, sería como su padre.

El puesto en la policía era complicado de obtener pero con esfuerzo y entrenamiento, sabía que podía lograrlo. Su padre siempre estaría ahí para apoyarle, al menos, lo había estado mientras todas las cosas en su familia, parecían ir como a sus padres le hubiera gustado. Todo pura fantasía creada por la confianza en sus hijos, sin tener que preguntar o dudar acerca de lo que ellos iban contándole.

Al final, cuando Julia no estuvo en sus vidas, todas las mentiras salieron a la luz y Rodrigo se quedó solo, sin apoyo, sin hermana y asumiendo sus propios errores juntos con los de ella.

Una vez que había dado la gran noticia a todos, supo que desaparecer no era lo que más deseaba. La expresión de sorpresa en el rostro de Carlos, Helena y Sara hizo que algo dentro de su pequeño y estropeado corazón, saliera a flote y se sintiera más seguro de lo que se había sentido nunca.

A veces, hasta las personas más duras, tienen su pequeño corazoncito. Y Rodrigo no era una excepción a esa regla no escrita. Helena se quedó confundida de nuevo, y es que todo lo que parecía tener relación con Rodrigo, seguía siendo confuso dentro de ella. Entendió que de haberse conocido en otras circunstancias, como aquel día en la cafetería, se habrían llevado bien, pero las circunstancias habían llevado a conocerle en profundidad.

El hecho de que perteneciera a una banda de neonazis y hubiera hecho tantas cosas para estropear la felicidad que la había rodeado siempre, no había entrado en sus planes, aún menos, tener que reconocerse que el hecho de que Rodrigo se fuera, no la agradaba.

Por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesta a tragarse parte del orgullo para decirle que había empezado a soportarle y que si se iba, le echaría de menos. Estaba dispuesta, pero el miedo no la dejó actuar.

La fiesta de despedida había sido preparada para dos días antes del elegido para el viaje. Helena sabía que si iba, tendría que ser de la mano de Carlos, y eso, en cierta manera, la cabreaba. Aunque si hubiera tenido que decir porqué, no hubiera tenido respuesta alguna. Llevaba días en los que no tenía una sola palabra con él y ni siquiera le importaba. Empezó a preguntarse si eso era lo que había sentido él cuando prefería quedar con Rodrigo antes que con ella.

¿Cómo había podido dejar de odiarle cuando había sido el punto principal de todos y cada uno de sus problemas? ¿Cómo era posible que ahora fuera ella quien prefiriera quedar con Rodrigo antes que con su propio novio?

La situación tan irónica hacía que Helena creyera por completo en el karma y en lo cruel que podía ser a veces. En parte, creía merecerlo, pero de otra manera, no veía como merecía todo aquello. La sensación contradictoria se le agolpaba en el pecho y la hacía pensar lo mucho que había pasado en los últimos dos años. En que había madurado más de lo que le hubiera gustado hacerlo. Por Raúl, por Carlos. De nuevo, en aquel momento, por Rodrigo. También por Bárbara. Los desengaños de la vida la habían vuelto más desenfadada, más dura. Y aunque no estaba muy segura de si eso era bueno o malo, ella nunca habría imaginado que a pesar de todas esas cosas, volvería a caer con una en la que parecía sencillo no caer.

Aquella fiesta de despedida empezó pronto, y la idea era alargarla lo máximo posible. Cuando Helena entró por la puerta y vio a Rodrigo hablando tranquilamente con un par de chicas, le dieron ganas de salir corriendo. No sabía ni siquiera porqué había accedido a ir. Tampoco se llevaban tan bien como para decirle adiós educadamente. Más que nada, estaba allí porque había prometido a algunas personas, entre ellas Sara, que iría. Pero por más que la buscaba con la mirada, no parecía esta por ningún sitio. Se preguntó en varias ocasiones si a pesar de haberla obligado e insistido para que fuera, luego ella se había escaqueado.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora