Los Ojos Azules

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Era una tarde de invierno en 1956, Nueva York.

Susan se encontraba mirando por la ventana viendo como irregulares copos de nieve, unos más grandes que otros, caían hasta tocar el suelo y difuminarse en el asfalto. Las mejillas de la mujer de pelo castaño y ojos verdes estaban coloradas por el frio, al igual que su nariz que goteaba, la joven tenía que irse a trabajar cosa que no le hacía mucha ilusión pero de algún modo tenía que ganar dinero y poder pagar el alquiler de su piso, la alimentación y sus cuidados básicos, Susan trabajaba en una tienda de muñecas donde, en estas fechas tan señaladas hay tanta demanda, la gran mayoría de las niñas querían una muñeca de porcelana como regalo de navidad, con rizos en el pelo dorado como el oro, -Cuanto estereotipo.- pensó Susan para ella misma.

Cuando tenía cuatro años ella no quería uña muñeca sino un tren eléctrico, le encantaban los trenes, pero mucho más la fotografía. Desde la infancia había querido ser fotógrafa y con sus ahora diecinueve años lo seguía deseando, era un sueño que nunca iba a desaparecer de su mente, con su cámara "Canon" solía hacer fotografías a todo lo que veía, carteles, animales, flores, paisajes... Pero nunca a personas pues pensaba que eso era privado. Ya era hora de ir a trabajar y la joven solo poseía una vieja bicicleta para desplazarse, en su esbelto cuello colocó su vieja bufanda de lana que la protegía en los días de frío, empezó a pedalear por las calles, el aire cortaba como cuchillos, hacía un frío terrible.

Cuando llegó a la tienda se podía apreciar una tranquila melodía sonar susurrante tras las voces de las clientas y dependientas, Susan llegó a reconocer la canción súbitamente era "Easy Living" de Billie Holiday, una de sus canciones favoritas hasta el momento cosa que le hizo empezar bien el día. Las madres entraban con las niñas, iban y venían sin cesar, pero de golpe, su mirada se desvió hacia una mujer que estaba posada ante la nueva adquisición, un tren eléctrico completamente nuevo, se podía apreciar que la dama era alta solo con mirarla, tenia el pelo rubio y corto el cual no le llegaba a rozar sus delicados hombros, la dama observaba el tren hacer una rotonda por el circuito constante y sin fin de las vías de madera a tamaño de maqueta, sin quererlo la rubia de ojos azules claros como el mar apagó el monótono circuito rozando la parte baja del abrigo en la manivela que lo activaba y paraba, tras el incidente una pequeña sonrisa apareció en los labios de Susan que no dejó de mirar a la elegante dama. -Seguramente habrá venido a comprarle una muñeca a su hija.- Pensó para sus adentros.

En ese mismo instante la mujer alzó la mirada y se quedó completamente quieta observando a la chica de ojos verdes fijamente, como si estuviera viendo su alma, las dos se quedaron paradas, como si les hubieran lanzado un hechizo mirándose a los ojos casi sin parpadear, una en cada punta de la tienda, Susan en el mostrador y Cate ante el tren que seguía parado, en ese momento muchos pensamientos pasaron por la cabeza de Susan, súbitamente una mujer alta, un tanto corpulenta se posó ante ella bloqueando-le la visión, quería saber donde se encontraban los servicios cosa que Susan le explicó con simpatía. -Se encuentran al final de la sala, junto a los ascensores.- La mujer se apartó dándole las gracias yendo hacia el lugar que le habían indicado junto a su pequeña cogida de la mano.

Cuando Susan volvió la vista hacia el lugar en donde se encontraba la rubia, la dicha dama ya no se encontraba allí, desanimada bajó la vista pues aquella mujer le había causado interés. De golpe unos guantes de piel bordados fueron dejados caer sobre el mostrador, sin subir todavía la mirada pudo ver unos pálidos y delicados dedos con las uñas pintadas de color rojo pasión acariciando el mostrador. -¿Tienen la muñeca Maggie?. - Preguntó la dama, su voz era dulce pero a la vez sensual al igual que sus melodías favoritas, alzó la mirada lentamente logrando ver al completo su rostro, era ella, era la mujer rubia que había perdido de vista hacia unos minutos atrás, preguntaba por una muñeca de la cual lamentablemente ya no quedaban existencias ya que esa era la más demandada de todas, pues lloraba y se hacia pipí encima. -Lo siento señora, pero esta agotada, puedo sugerirle que compre otra muñeca, tenemos muchos ejemplares distintos.- La dama de ojos azules la paró súbitamente preguntándole. -¿Qué muñeca querías tú a los cuatro años?.- Susan se quedó perpleja abriendo la boca sin formular ninguna palabra. -Yo... Yo no quería muñecas, yo deseaba tener un tren eléctrico, justo allí al fondo tenemos un ejemplar, es nuevo, creo que lo ha visto al entrar.- La elegante dama miró hacia atrás donde antes había estado posada, al volver a girar el rostro para mirar a la joven mostró una alegre sonrisa pero sin llegar a enseñar los dientes.-¿Hacéis entregas a domicilio?.- Preguntó, la oferta le había interesado. -Hacemos entregas especiales, lo tendrá en casa en uno o dos días como máximo.- Contestó la morena, se preguntaba cual sería el nombre de aquella dama, seguro que tenía un nombre precioso al acorde con su precioso rostro. -Pues... Está vendido.- Dijo la mujer sin dejar de mostrar aquella sonrisa llena de poderío mientras abría su monedero tejido a mano, un silencio se formó de golpe pero la encantadora mujer no tardó en romperlo. -Bueno...¿Pago ahora?.- Preguntó, su tono de voz podía hacer que el mismo hielo se derritiese cosa que provocaba en el interior de Susan. -¡Oh claro! Rellene este papel con su dirección y nombre.- Su tono era nervioso, esa mujer hacía que se sintiese inestable e intranquila. -Feliz Navidad.- Esas fueron las últimas palabras que escuchó salir de los labios de la rubia antes de que esta se diera la vuelta saliendo del lugar junto a su bolso y el recibo de la compra.

Cuando la mujer ya se había marchado Susan bajó la mirada, en el mostrador había un par de guantes de piel, pertenecían a la mujer que tanto interés le había causado. -¿Debería mandárselos? ¿Le parecería una falta de respeto o intromisión en su intimidad?.- Se preguntó para si misma, ella poseía la dirección de su casa pues la dama la había apuntado para que le mandara el tren, Susan miró el papel en el que había apuntado sus datos en el, pudo observar al fin el nombre de la mujer de curvas de escándalo. -Sra. Cate...Cate A. H.- Susurró mientras con el pulgar acariciaba suavemente el papel impregnado del olor del perfume de la misteriosa mujer, de ojos profundos como el mar.  


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