Pirata enamorado

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Estás en el barco dando órdenes sin parar tras la última partida. Que si cubos por allí, que si tú para allá... utilizas un tono más malhumorado que de costumbre, pero en tus ojos brilla la tristeza. Tus hombres lo saben, pero no dicen nada. Nadie quiere meterse con el feroz capitán; de brazos musculosos y cicatrices por el cuerpo provocadas por grandes batallas.

''¿Qué es lo que ocultas en tu mirada, grandullón?'' Sus palabras resuenan en tu cabeza y te viene a la mente su recuerdo. Ella era preciosa, más todavía que los tesoros más antiguos, que ninguna mujer que habías visto. Te viene a la mente el recuerdo de aquella noche a la tenue luz de una de las velas de la habitación, en la que te acariciaba con mimo y dulzura; en la que besaba cada una de tus cicatrices con cariño como nunca nadie había hecho. Sus cabellos largos y dorados como el oro de las monedas que robas, acariciaban tu piel con suavidad simulando ser las propias plumas de las alas de un ángel. Bueno, ella era el ángel caído del cielo. Sus labios rojos como un rubí, se depositaban en los tuyos y tú, embrujado por sus ojos esmeralda, le seguías. Nunca alguien te había tratado así y aunque sabías que todo era por dinero, aunque tal vez no era así. Guardabas la esperanza de haber causado algo en ella. No pudiste evitar que tu corazón diera un vuelco tras cada roce con su cuerpo. Que por primera vez en muchos años, volvía a cobrar vida. El pulso se te aceleraba, y el corazón latía con la misma fiereza que las olas golpeando un barco en una noche de tormenta. Te sentías vivo, querido, amado. Te dejaste hacer por esa mujer y tras hacer el amor con ella, la abrazaste como un niño pequeño abraza a su madre cuando los más horrorosos monstruos atacan sus sueños. Ella te acariciaba la cabeza y te cantaba dulcemente. Oh, dichosa melodía, que te recordaba a los cánticos de las sirenas del Sur. Hablabais en susurros de vuestros miedos, alegrías, familias, aventuras... y comenzasteis a sentir algo muy fuerte uno por el otro. Un lazo llamado amor. Ya que a pesar de que os acababais de conocer, era como si os conocierais hace muchos años atrás.

Y ahora, te alejas de ella. Miras al puerto triste y adolorido; pero sabes que es tu deber irte. Que no puedes quedarte mucho tiempo. De repente, te fijas en que allí hay una pequeña y delgada figura que conoces muy bien y corres hacia la borda dejando en manos el barco a uno de tus hombres, que sorprendido, acata la orden. Casi te precipitas por el barco cuando ves que es ella, que te agita la mano suavemente. Puedes percibir que en su mirada, también hay dolor. ¿Y si lo mejor es volver, y regresar a su lado? Sientes ganas de protegerla, de cuidarla. Nunca habías sentido esto por alguien y aunque te asusta, necesitas hacerlo. Necesitas decirle que la quieres, porque no lo habías hecho. Y quedarte a su lado para siempre.

Corres nuevamente y tomas el timón de un empujón. Ordenas a tus hombres que vas a dar marcha atrás y dices la primera excusa que se te viene a la cabeza. Sólo piensas en estar a su lado y ahora no entre las sábanas, sino paseando; formando una familia con ella. Cuando llegas a puerto, corres hacia ella y la abrazas como nunca habías hecho. Ella lagrimea un poco, pero tú con tus grandes manos le limpias las lágrimas y después de rodearla por la cintura, la besas con dulzura. Ella también te anhelaba. Poco te importa lo que piensen tus hombres; que se queden todas tus riquezas si hace falta pero tú te vas a quedar con ella.


Y es que no todos los piratas son fríos, malos y despiadados... Sino que a veces, son personas que necesitan ser cuidadas, mimadas y tratadas con amor para que te dejen ver su interior más dulce que la miel. 

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⏰ Última actualización: Mar 30, 2016 ⏰

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