Capítulo 5

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Me encontraba en una habitación poco iluminada, no distinguía ningún objeto, todo estaba destruido.
Estaba atado a una silla, sabía que algo bueno no iba a ocurrir, no por nada atan a una persona a una silla, ¿no es así?

-Isaías, tuve suerte de encontrarte.- dijo aquella voz fría.

-¿Quién eres y qué buscas?- dije cortante.

-Cada cosa a su tiempo muchacho, ya lo sabrás, ahora quiero que prestes mucha atención a lo que voy a decirte, pero debes prometerme que no se lo dirás a nadie, ¿entendido?- dijo el hombre.

-Entendido.

-Hace 11 años atrás asesinaste a tu hermano, lo mataste fríamente, sin remordimiento, sin miedo, sé que no te tembló la mano al momento de cometer el homicidio. Lo que busco es que me ayudes. Sé que matarías a cualquier persona, con tal de proteger a alguien, ¿me equivoco?. -Dijo mirándome fijamente y esbozando una sonrisa de lado.

-Mi único propósito en esta vida es asesinar, así que sí.- Dije observando la pistola que tenía oculta en su cintura.

-Muy bien, quiero que trabajes para mí, pronto te contaré quién soy, pero debes acompañarme a un sitio. 

-¿Por qué?- dije.

-Porque las órdenes aquí las doy yo, ¿has entendido niño rebelde?- dijo con un tono de gracia.

-Bien, lo haré, pero necesito buscar mis cosas- dije observando hacia la que creo es una puerta.

-Eso ya está hecho, me he dado la molestia de empacar sus cosas- dijo.

-Entonces, lo sigo- dije esperando a que me desatara de una vez por todas.

Desató mis manos y abrió la puerta donde nos encontrábamos, caminamos por un largo pasillo oscuro, llegamos a otra puerta, y la abrió, salimos afuera, era de noche. Subí a un coche y comenzó a manejar, en unos minutos ya habíamos llegado a una casa, era grande, muy iluminada, típico de personas con mucho dinero.

Abrí la puerta del auto y bajé, seguí a ese sujeto hasta llegar a la entrada de aquella casa.

-Entra- dijo señalando la puerta y sosteniendo la puerta para que pasara.

Por dentro la casa era blanca, con algo de negro, pisos de mármol, sillones de cuerina, cuadros en todas las paredes, un piano de cola y una gran mesa. Algo que se ve todos los días, no sé porque me sorprende. (Nótese el sarcasmo).

-Quiero presentarte a alguien, quédate aquí, y no toques absolutamente nada, ¿entendido?- dijo.

-Sí, jefecito- dije con una voz aguda y en tono de burla.

Gruñó, y subió las escaleras. Luego de unos minutos de silencio, se oyeron algunos pasos provenientes de la planta alta. Detrás de él, bajaba una muchacha, por la gran escalera que daba hacia la entrada principal de la casa.
Esa chica no era igual al resto, ella era diferente, lo presentía.

-Ella es mi hija- dijo con un tono alegre.

-Hola- dije mostrando una sonrisa, manteniendo mí vista fija en aquella mirada. Esa mirada que deja perplejo a cualquiera, con tan solo una mirada es capaz de controlarte, aunque allí se alojaba una historia triste, lo sé, tenía esa mirada perdida, que demostraba que no era feliz, la misma que conservo yo a pesar de negarme a aceptarlo.

-Hola- dijo mirándome fijamente.

-Hola- Le contesté observando aquellos maravillosos ojos.

Una voz nos interrumpió.

-Muy bien, comienzas a trabajar ahora mismo, iré a resolver asuntos pendientes y volveré más tarde. En unos días tendré que salir del país durante algunos meses y mí hija queda a tu cuidado. Cuídala, sino tendré que acabar contigo- dijo seriamente.

-¿No deberías hacerme alguna entrevista o algo? Digo eso hacen normalmente antes de contratar a alguien - dije.

-Sé absolutamente todo de ti, todo. -Dijo dejándome sólo frente a esa gran escalera.

La chica inmediatamente subió las escaleras y al llegar al último escalón, me miró fijamente para luego entrar a una habitación y no volverla a ver.

-Ella será mía, tarde o temprano caerá, como todas las demás. - pensó mi subconsciente. 

Al rato subí y encontré la habitación que era para mí.
Era de color azul marino con una cama de dos plazas y un baño propio.

Bajé las escaleras rápidamente luego de haber dormido, me desperté pensando en aquella mirada, pero rápidamente lo saqué de mí mente, no quería pensar en ella, no en ella, en realidad en nadie, no soy capaz de estar con una persona, la lastimaría, la destrozaría hasta que nadie más la pudiera arreglar. Me convirtieron en esto, y no podré cambiar. 

Al final de la escalera me encontré con aquel hombre que me había capturado y me obligaba a ser el "niñero" de su hija.

-Buenos días Isaías, es un placer saber que no te has ido de aquí- Dijo burlón.

-Buenos días señor, el placer es saber que tiene una hija hermosa- Contesté burlándome, al igual que él. 

-Te advierto muchacho, te llegas a involucrar con mí hija en cualquier ámbito que no sea el de guardaespaldas y quedas tirado en un terreno baldío, recuérdalo.

-Señor, dejemos las cosas en claro, su hija va a venir a rogarme, no yo a ella. - Dije dándole la espalda y yendo hacia la cocina.
Me preparé un café y al salir observe varias valijas en la entrada principal de la casa, así que supuse, más bien, me quedó en claro que se iría.  

-Isaías me iré lejos un tiempo, espero que puedas lidiar con Sonia, sé que no será fácil, nada es fácil para ella, no desde que ocurrió esa tragedia. - Me miró y distinguí una mirada triste.

- Podré lidiar, nada es difícil para mí, sabes quien soy.  Pero antes tienes que decirme tu nombre, ¿está bien?

- Está bien Isaías, mi nombre es Benedikt Dostoievski. 

Y sin más decir, se largó. Ese nombre sé que lo había escuchado en algún lugar, de eso estoy muy seguro. 

Al girarme me encontré con esa chiquilla que tendría que cuidar. Pasó por mi lado, me miró y fue  hacia la cocina. Entré sigilosamente, para que no supiera que estaba allí. 

Esa chica llamaba tanto mí atención, no sé que tiene, pero ese algo me gusta, y sería capaz de arriesgar todo por ella, absolutamente todo. Sé que si me involucro con ella terminaría mal, todos los que se involucraron conmigo terminaron con un final trágico. 


















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⏰ Última actualización: May 08, 2018 ⏰

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