Los días que siguieron a mi despertar fueron aburridos y tediosos. Tenía prohibido salir de mi alcoba por mi madre y por Kestix, quienes me cuidaron y limpiaron en repetidas ocasiones la herida, vigilando que no se infectara ni empeorase. En los pocos momentos libres que Karter y Trent tenían a veces se pasaban a echar un vistazo cómo estaba y aliviaban la pesadez de encontrarme encerrado sin poder hacer nada. Tampoco les culpo, durante aquellos días tenía que guardar reposo y se preocupaban por mí. Pero ansiaba salir, deseaba poder dar al menos un paseo y tomar el aire, odiaba hallarme tumbado en el lecho rodeado de cuatro paredes. La única luz que veía del sol era la que se filtraba por la ventana entre las cortinas. Creía enloquecer...Hasta que, por fin, alguien que no eran ni Karter ni Trent llamaron a la puerta de mi casa. Según me dijo mi madre más tarde, su gesto serio y el parche que tenía en su ojo le causaron cierto temor hasta que preguntó por mí. Incluso temió dejarle pasar y subir hasta mi alcoba. Pero admitió tranquilizarse cuando me vio sonriendo. Y no era para menos que sonriera al ver aquel conocido rostro, suponiendo cuál sería el motivo de su visita.
-Por fin un rostro nuevo, Horval-le saludé incorporándome con cuidado sobre el lecho.
-Mal has tenido que pasarlo para alegrarte de verme la cara, Celadias-dijo riéndose-. La tuya tiene mejor aspecto, parece que te has ido recuperando estos días.
-Era eso o morir, no me quedaba otra opción estando aquí encerrado-bromeé con una risa-. ¿Te ha mandado Barferin?-pregunté para salir de dudas.
-Así es. Nos ha llamado para contarnos lo que ha hablado con el emperador-dijo acercándose a mí para ayudarme a ponerme en pie-. ¿Podrás andar solo?
-Todavía no he olvidado cómo se blandía un arma. Menos voy a olvidar caminar-dije cuando me soltó, estirando todas mis articulaciones.
-Perfecto entonces, te esperaré en la calle hasta que estés preparado.
Horval abandonó la estancia mientras yo me vestía con la ayuda de mi madre, quien se quedó durante toda la conversación por si necesitaba algo. Me di toda la prisa posible en estar preparado y bajar hasta la calle para no hacer esperar a Horval. Y, al salir a la calle, me sentí libre por fin.
Una leve brisa acariciaba mi rostro mientras el sol me golpeaba con suavidad con su luz. Tanto tiempo encerrado hizo de aquello algo mágico e irrepetible. Echaba de menos poder moverme con libertad, caminar por las calles entre el gentío oyendo a la multitud moviéndose de un lado para otro. Echaba de menos respirar el aire del exterior y sentir la calidez del sol en mi piel. Echaba de menos el sonido de las calles y su olor al pasar por los comercios de comida, por la floristería, por la herrería, incluso frente al sastre.
Caminamos a un buen ritmo, algo tranquilo para acostumbrarme de nuevo a andar, hasta llegar al palacio. Los soldados ya no necesitaban ver nuestro emblema, reconocían nuestros rostros y nos dejaban pasar sin hacer ninguna pregunta. Durante aquellos días, por lo que me contó Horval al caminar por los pasillos y por lo que podía ver, había bastante movimiento en la guardia del palacio. El motivo jamás lo supe.
Al llegar al cuartel lo encontré en un estado bastante pobre. Había pasado una semana desde la última vez que estuve, y ya de por sí estaba bastante abandonado. Pero aquel día su estado era lamentable. Debido a la posibilidad de que el escuadrón acabase disolviéndose, nadie había vuelto a entrar en los cuarteles. Barferin, Sig y Garlet nos estaban esperando ya sentados alrededor de la mesa, la cual ahora parecía enorme y lucía vacía por la ausencia de nuestros compañeros. Nadie saludó al entrar, simplemente nos sentamos y dejamos que el ambiente lúgubre nos rodease. Yo no podía evitar mirar las sillas vacías y recordar cada una de las caras de los soldados que ya no estaban. Y creo que todos hacíamos lo mismo, pues ninguno se atrevía a abrir la boca para decir una sola palabra.
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El precio de la libertad: Sueños de grandeza
Fantasy"Sueños de grandeza" es la primera parte de la trilogía "El precio de la libertad". Celadias es un chico ambicioso cuyo sueño es convertirse en el mejor soldado de toda Antran en un periodo de guerras contra otros imperios y contra los rebeldes. En...