Brillas, y brillas tan lindo que brillamos juntos

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—Míralo, tiene a todos como hipnotizados. No sé qué tanto le ven.

Akira se quejaba de ver al pequeño castaño rodeado de otros niños.

—¿Qué tanto le ves tú? –Takeru, también era un niño demasiado maduro, pero más sincero y directo. Un niño de facciones muy delicadas. Bello en una extraña manera

—¿Eh?

—Si tanto quieres saber su nombre, pregúntaselo. Él fue el que dijo ser "tu amigo"

—¡No voy a caer en su juego! Yo le ayudé y ahora ni me mira – fue consciente de lo que dijo casi inmediatamente al pronunciarlo y una sonrisa de triunfo sólo se lo confirmo.

—Lo que importa es que no te mira. No creo que le haga caso a nadie. ¿Vamos a jugar?

Y era verdad, aunque tenía a muchos a su alrededor parecía vivir en otro mundo. Pero eso, lejos de consolarle le provocó miedo de ser rechazado.

—Creo que ya no quiero saber su nombre

—¿Vamos a jugar o no? —pero Akira sólo estaba en el mundo de ese niño— ¡Ya!

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—No quiero jugar contigo

—Pero... porqué

Takeru se despidió con un gruñido. Dando pasos rápidos y remarcados a modo de berrinche. Por supuesto que no lograba engañar a su amigo quien lo siguió hasta los vestidores.

—¿Por qué te molestas?

—Ya no quiero seguir... con él. ¡Pregúntale su nombre! —Hipaba mientras las lágrimas de coraje intentaban salir de sus ojos —Sólo... ve, no es...

—¿Te molesta eso o que lo vea más que a ti?— Decirlo lo hizo sentir victorioso —¡Ouch! —hasta que como respuesta recibió un zapato en la cabeza.

Era obvio que a ese niño con la cara roja de coraje y los ojos llenos de lágrimas, le encantaba ser el centro de atención. Y nadie podía culparlo, sus ojos grandes, facciones delicadas y esos hoyuelos al sonreír, era el niño más adorable o eso decían los adultos al verlo.

Pero por ahora se ponía los zapatos con rapidez impresionante, completamente enojado por ser acusado de celoso. Guardó el otro par en su mochila, sacó sus grandes lentes de pasta y salió corriendo como alma que lleva el diablo.

—¡No, no, no te vayas! Quiero jugar contigo. Y aún no vienen tus papás por ti —Sus suplicas sólo sirvieron para que ambos se molestaran más. —¡Como quieras, no quiero volver a jugar contigo... eres un aburrido! — Ese niño raro y justo en ese momento el niño raro venía entrando a los vestidores. En el momento más adecuado —¡Todo es tu culpa! —para rematar lo empujo para que cayera al piso.

Akira salió molesto, a correr un rato, tampoco llegarían por él así que tomaría como juego de escondidillas encontrar a Takeru, porque tuvo que esconderse en algún lugar hasta que sus papás llegarán. Lo encontraría, le diría que todo fue culpa del niño raro y seguirían odiándolo felizmente mientras jugaban. No sabía que sólo él lo odiaba, aunque eso es adelantar un poco la historia.

Pero en algún momento tuvo que regresar. Para su mala suerte ahí estaba él, el causante de todas sus desgracias, tan raro como siempre, tirado en el pasto tarareando una horrible canción que no sólo era horrible porque odiaba la música, era horrible por él. Sin exagerar ese niño verdaderamente cantaba horrible.

Al darse cuenta que Akira llegó, se levantó y le observó ladeando la cabeza. Éste le respondió con el ceño fruncido. Sus ojos se llenaron de lágrimas, extrañamente no parecía triste, no torcía sus facciones como para llorar, ni hacía el típico puchero de un niño de su edad. Lo veía fijamente como si no tuviera miedo de lo viera llorar. Más bien parecía esperar algo ¿Qué esperaba?.

El recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora