61 días antes.
22 de diciembre, Madrid, España.
23:54 pm.La navidad tocaba a las puertas de los habitantes de Madrid junto a gélido frío. Copos de nieve caían del cielo, podías ver gente con chalecos enormes caminar por las calles.
O en otro caso, al igual que Samuel y Guillermo, acostados sobre el sillón de su cálido hogar con la estufa a leña prendida.
Guillermo se acercó a la chimenea e intentó avivar el fuego, aunque no quería acercarse mucho por tener miedo a quemarse.
Una leve risa se pudo escuchar de los labios de Samuel, provocando que el otro bufara.
—¡Maldita sea, no te burles! ¿No podiamos comprar una estufa normal? Esto queda lindo solo de decoración —Se quejó el menor, manteniend su ceño fruncido—.
Samuel continuó riendo, aunque tuvo que detenerse por la repentina tos que le atacó. Guillermo dejó su enojo de lado y acudió al rescate de su novio.
—Estoy bien, tranquilo Willy —Contestó en un leve susurro—.
El menor suspiró por lo obstinado que era su pareja. El mayor llevaba casi más de un mes en cama, con tos y fiebre muy alta, pero jamás quería llamar a un médico.
Guillermo se sentó sobre él, la cercanía de ambos siempre era la misma, él no temía que le contagiara, y si así fuera no importaría, no podría soportar una semana sin besar los labios de su novio.
De repente, una sonrisa se asomó en sus labios.
—Debes seguir tomando el medicamento, recuerda que tenemos un viaje pendiente guapete —Comentó Guillermo, con un leve tono de voz emocionado, mientras acariciaba los cabellos del otro—.
Vegetta sonrió al recordar lo que el menor le había pedido durante tanto tiempo. Alejarse de todo (sobre todo de su constante trabajo) para cumplir la fantasía del menor de ir a Hawaii se le hacía increíble.
El mayor quería mejorarse pronto, la sonrisa de su chico era lo único que le importaba.
—Te juro que este viaje será perfecto, chiqui —Dijo Samuel, besando los labios del otro—.
Al separar sus bocas, ambos se miraron. Se notaba en sus ojos el amor que sentían el uno por el otro y lo agradecidos que se sentían de haberse encontrado.
Guillermo sentía un infinito amor por su novio (durante ya unos largos años), haría lo que fuera por él, desde pasarle un vaso de agua hasta dar su vida por ese hombre.
De repente, el mayor volvió a tocer nuevamente, su pareja se alejó de su cintura y fue a buscar pañuelos por si quería estornudar.
Samuel tapó sus labios con su boca y siguió tociendo, al parar miró su mano, quedandose horrorizado.
—¡Willy! —El mayor pegó un alarido de terror—.
Guillermo bajó corriendo al escuchar el grito del otro.
Observó como este temblaba, con sus ojos levemente cristalizados, mientras levantaba su mano. Sangre se extendía en la palma de la mano de Samuel, haciendo que el menor corriera hacía él.
—¡Voy a llamar al hospital ahora mismo! ¡Y más te vale no intentar detenerme! –Mandó Guillermo—.
Y el mayor quedó quieto, viendo como el otro corría hacía el teléfono y no protestó, ya que ahora ambos sabían que algo andaba mal.