Aquel día amaneció como otro cualquiera, con la diferencia de que el despertador no sonó. Sayra era una chica de dieciocho años y piel morena que cursaba su primer año en la universidad; estudiaba la carrera de medicina. Su pelo, normalmente liso, estaba enmarañado a causa de sus movimientos inconscientes en la cama. Por la noche hizo especial calor, por lo que se vio obligada a dormir en ropa interior y con las sábanas por el suelo. En cambio, el día se presentó totalmente distinto a lo que fue la noche. De hecho lo que despertó a Sayra no fue el clima sino los gritos de sus padres. Otra vez más, como solía ser costumbre en esa casa, sus padres volvían a discutir en el salón. Desde su habitación resultaba imposible entender nada de lo que estaban hablando, así que tuvo que salir a averiguar qué estaba ocurriendo.
-No hace falta ser tan alarmista por un simple suicida-logró escuchar decir a su padre, un hombre ya entrado en edad y con notables arrugas marcando su rostro, cuyo pelo ya lucía canoso, cuando asomó por la puerta del salón nada más bajar las escaleras.
Sayra provenía de una familia trabajadora y adinerada, por lo que podían consentirse poseer algunos lujos, como aquella casa de dos pisos. Su familia paterna siempre había hecho importantes inversiones en el mercado, lo que afianzó sus riquezas. Al contrario que su familia materna, que procedía de un linaje más humilde y trabajador.
-Ya es el tercer atentado que ocurre en esta semana, Alhim, y esta vez ha sido a apenas veinte kilómetros de la ciudad-contestó la madre de la joven. Al contrario que su padre, ella era bastante más joven. Se le notaba en la piel lisa y tersa. Cuando Sayra nació, su madre apenas tenía los veinte años-. ¿De verdad quieres esperar a que sea demasiado tarde?
-¿Y dónde quieres que vayamos, Anara? ¿Y con qué dinero?-replicó Alhim alzando la voz de nuevo.
-Tu familia tiene dinero, siempre has presumido de ello hasta cuando ya nos habíamos casado-respondió la mujer, notablemente nerviosa-. Prometiste que nos protegerías a mí y a nuestra hija. ¡Cumple tu maldita promesa!
-Aquí estamos a salvo, no hace falta que te pongas histérica.
En ese momento, Sayra vio cómo su padre empezaba a cabrearse y temía que acabase volviéndose agresivo, por lo que tuvo que intervenir.
-¿Por qué siempre estáis gritando tan temprano?-preguntó fingiendo estar adormecida, esperando que así le explicaran lo que estaba ocurriendo.
Ambos progenitores no habían reparado en la presencia de Sayra hasta entonces, momento en el que se sorprendieron al escuchar su voz. Alhim respiró hondo para calmar sus nervios, aún con el ceño fruncido. Anara también trató de tranquilizarse para no preocupar a su hija. En un principio tenía la idea de cambiar de tema para que no se asustara al saber la razón de su discusión, pero su marido se anticipó y, contrario a sus intenciones, reconoció el motivo:
-Ha salido en las noticias un nuevo atentado suicida en Gailún-dijo sin más.
-¡Eso ha sido muy cerca de aquí!-exclamó escandalizada Sayra-. ¿Cuándo ha ocurrido eso?
-Hace una hora-dijo Anara, apagando el televisor para evitar que lo viese Sayra-. Deberíamos coger nuestras cosas y marcharnos cuanto antes. Hoy ha sido en Gailún, mañana podría ocurrir aquí mismo.
-El ejército está patrullando la ciudad-argumentó Alhim-. ¿De verdad crees que se van a atrever a atentar contra nosotros con el despliegue militar que hay por las calles?
-Son terroristas suicidas, no tienen miedo del ejército-respondió Anara, volviendo a alzar la voz.
-He dicho que nos quedamos y no se hable más-sentenció el hombre dirigiéndose hacia la puerta del salón, topándose con Sayra, a quien miró de arriba abajo al ver que iba en ropa interior-. ¿Piensas ir así a clase? Date prisa y vístete si quieres que te lleve en coche.
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Un futuro negado [Cancelada]
AksiTodos conocemos las clásicas historias bélicas de valerosos soldados luchando por su patria. Siempre nos han pintado la guerra como si fuese algo heróico luchar por tu país. Pero, como todo en esta vida, la guerra tiene dos caras. No vengo a relatar...