Me recosté en el sofá y admiré la habitación: escandalosamente grande, minimalista, humillante, todo en ella es un recordatorio constante de lo débil que soy.
Una pequeña parte de mi aplaude que esté aquí, las últimas semanas han sido de locos, comencé a escuchar un voz que murmura cosas atroces de mi, no es normal y estoy consciente de ello. He pensado en todas las posibilidades y la más realista es que mi conciencia está harta de tanta basura, harta de mí, que busca los peores métodos para deshacerse de su martirio. No la culpo, haría lo mismo.
Minutos después la puerta de caoba blanca se abrió, dejando ver a una mujer que para mi sorpresa no tenía parecido alguno con ninguna otra que hubiera visitado, ¡aleluya!
Se sentó detrás del escritorio situado frente a un gran ventanal que, debía reconocerlo, ofrecía una vista inigualable de Manhattan. De una pila de papeles tomó un monto, hojeo algunos y leyó detenidamente otros.—Es una sorpresa que estés aquí a tiempo, no esperaba que lo hicieras —su atención no sólo estaba en la hoja que tenía entre manos, estaba en mi también.
—Me gusta la puntualidad —confesé secamente.
Dejó todo en el lugar exacto donde se encontraban con anterioridad, se puso de pie y caminó hacia mi, el recorrido de un extremo de la habitación al otro era relativamente corto teniendo en cuenta el tamaño de esta, al llegar tomó asiento y me miró detenidamente, estudiándome, intentando algo que ya conocía, algo que no lograría.
—Supongo que sabes quién soy y porque estamos aquí —dijo con su vista fija en mí.
—Usted es mi ¿psicóloga? Y estamos aquí porque soy un problemático pedazo de mierda —asentí como niño pequeño. Su rostro se endureció.
Conozco a los de su especie, se que intentará hacerme sentir especial, hacerme ver el valor y potencial que tengo para poder canalizarlo en algo bueno.
Sus palabras, no mías.—Te explicaré un par de cosas, no suelo trabajar como el resto lo hace —habló mientras cruzaba las piernas—. No te presionaré para que digas lo que quiero escuchar, en el tiempo que estés aquí tienes completa libertad de hablar acerca de cualquier tema. Al finalizar cada sesión escribirás acerca de lo hablado —señaló la pequeña mesa que nos separaba, en ella se encontraba una libreta de color azul y un bolígrafo que seguramente valía más que mi ropa—. Lo entregarás y podrás retirarte.
—¿Esto como me ayudará? Mi padre y yo podríamos hacerlo con facilidad, no será necesario que pague por esto —la miré con desdén. No se inmutó, ni respondió mi comentario.
Papá está educado a la vieja escuela, para él un poco de bandalismo amerita la horca, siendo su único hijo se vio forzado a cambiar de opinión y me envió aquí, a una tortura.
La habitación quedó en total silencio, pasaron al menos treinta minutos cuando no pude más y hablé.—¿Cobrará por esto? ¿Por sentarse a esperar que abra la boca? —pregunté enfadado.
—Es tu decisión el hablar o no, ¿cómo podría obligarte a hacerlo? Es imposible —quitó una basura inexistente de su pantalón.
—Como lo han hecho tantas personas: bombardeandome con preguntas obvias y estúpidas.
—Bueno, ese no es mi estilo —su voz fue firme.
—¿Cuál es? —psicología inversa.
—No repito lo ya explicado.
—Ah, ya veo, esperará a que hable, ¿y qué si no lo quiero hacer? —mi voz sonó amenazante.
—Mi paga está asegurada tanto si hablas como no, está en tus manos salir de esto, la rapidez de tu avance determinará cuando tiempo estaremos aquí —exhaló—. En lo personal tengo toda una vida para intentarlo, ¿y tú? —su ceja se enarcó al terminar la palabra.
Me resigné un poco, la mujer no iba desistir, era una maldita perra aferrada a su enorme trozo de carne.
—También —sonreí. Nada se quedaría así, desató algo que no podría detener, quisiera o no el juego había comenzado.
—Me gustaría escuchar algo más que tu historia, por fortuna ya la conozco —me sonrió también.
—¿Mi historia? ¿Indaga en la vida de sus pacientes sin consultarlo?
—Tu padre —su cara reflejaba confusión y algo más, cinismo, muchísimo cinismo.
Suspiré y negué.—Claro... Es gracioso porque él no sabe nada, nada acerca de mi. Contó la historia que quiere que crean, distorisionada, ¿me hizo quedar como un vago? Por supuesto que lo hizo, maldito hijo de perra —mi respiración estaba acelerada.
La mujer abrió la boca, estaba por decir algo cuando sus ojos se posaron en el moderno reloj a mis espaldas.
—Se terminó la hora, la próxima sesión continuaremos con esta charla —señaló la mesa—. Escribe.
¿Qué se suponía que debía escribir? ¿Agradecimientos, lamentaciones, una nota suicida? Esto es enfermo, tan jodidamente enfermo.
Terminé, entregué la libreta y sin pensarlo dos veces me puse de pie para irme de ese lugar.—Hasta pronto Justin, también te deseo un buen día —la escuché mientras caminaba a la salida, la vi de reojo alzar la mano en señal de despedida.
Salí de la habitación y posteriormente del edificio con la intención de regresar e intentar olvidar todo. Después de lo hablado regresar no era la mejor opción, pero era la única.
De camino a casa recordé lo ocurrido, su graciosa amenaza, al entrometido de mi padre, el como me miró intentando entrar en mi alma. Esbocé una sonrisa y esta se ensanchó al recordar a la única persona que había logrado entrar así en mí.
[...]
Al llegar mi padre estaba esperando en la puerta, el hombre es impaciente, pasé junto a él y caminé hacia mi habitación.
—¿Y bien? —escuché su voz detrás de mí.
—Todo fue de maravilla —irradiaba sarcasmo como un diamante brillo.
—¿Hablaron? —sonaba sorprendido.
—Si, le deje claro que para lograr un cambio en mi haría falta más que la ayuda divina.
Cerré la puerta de mi habitación en su cara y sonreí, mataría a dos pájaros sin necesidad de tiro.
—
"Confirmé que vivo rodeado de mierda, incluyéndola a usted.
Justin".—
¡Gracias por leer esto!
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MILF (Justin Bieber)
Fanfiction«Sin percatarse cambia el rol de su salvadora al de su perdición.»