Entonces se produjo un largo silencio. Tanto la maestra de letras como las jóvenes no sabían lo que ocurría. Fueron minutos muy largos hasta que vieron gente pasar frente al edificio de dirección donde se encontraban; los integrantes del grupo de danza de la escuela se concentraban en la explanada del plantel.
-Vamos chavos, no se retrasen, tengo que decirles algo- los jóvenes hablaban entre ellos y el profesor empezaba a desesperarse por lo mismo, los alumnos parecían no escuchar sus instrucciones-. ¡Ya! ¡Cállense!- les gritó-, ¡agh! ¡Caray! Pero si parecen bestias muchachos, por Dios...
Luego el profesor obtuvo la atención que deseaba tener, hasta la de la maestra y las jóvenes encontradas dentro del edificio de dirección. Ellas, al escucharle, se acercaron un poco más hacia la explanada donde estaba la pequeña reunión.
-Al fin guardan silencio, por Dios, pensaba que ustedes si sabían seguir instrucciones.
-Sí sabemos profe- respondieron en eco los muchachos.
-Pues no lo parece. Si siguen con esa actitud, ustedes mismos ya saben lo que les espera.Otro silencio, los jóvenes se miraban entre ellos pero ninguno alzaba la vista hacia su profesor, mientras este último disimulaba una falsa calma. Todo cambió hasta que la muchacha Alejandra decidió hablar:
- ¿Porqué hacemos esto profe?
Se dibujó una sonrisa coqueta como picaresca en su rostro. ¿Serían capaces sus pequeños cómplices de soportar la realidad?
Estaba ya oscuro, era invierno, entonces el sol dejaba de verse alrededor de ente las cinco treinta y seis de la tarde. El profesor nos había citado a una consultoría sobre algoritmos ¿cita obligatoria? Para nada, «si no quieren reprobar el examen del lunes», fue lo que él dijo. El último recuerdo que preservaba era el profe llevándonos hacía al aula del grupo 205, el casi último del tercer piso encontrado en el plantel. « ¿Por qué vamos al salón y no al laboratorio de informática?», preguntó Abraham, la respuesta obtenida fue: «para resolver bien los problemas, deben comprender lo teórico-escrito, además, ustedes se distraen muy fácil con las computadoras».
Bueno, esta bien, pensé, sin embargo aún eso parecía extraño, la última vez que estuvimos arriba en clase de informática fue la primera semana de clases del primer semestre. Lo tomé a la ligera y seguí al grupo al salón, supuestamente el profe iba detrás de nosotros. Llegamos al aula, pero estábamos solos, el grupo 205 del que todo mundo se queja por su indisciplina estaba solo, sin ningún maestro o tutor frente a los adolescentes mutantes e impulsivos.
Se llegaron las seis de la tarde y el profesor no estaba con nosotros. Se había desaparecido en el trayecto hacia el aula. La consultoría sería de cinco a seis de la tarde, por lo que cuando ya había pasado el tiempo, nos comenzamos a quejar, y entonces Homero fue el primero en alzarse hacia la puerta.
-Ya esta bien, yo me largo- dijo antes de medio despedirse de la gente y desapareció de la vista de todos, pero no tardó en regresar.
- ¿Qué pasó mi Homero?- preguntó con burla Elías-, ¿no ya te ibas?
-Está cerrada la reja de allá con Laurita- respondió Homero-. Ya nos quedamos aquí encerrados.Las burlas se soltaron en el grupo.
- ¡Cómo estás tonto Homero! ¡Tu siempre diciendo tonterías!- exclamó divertida Andrea Rico.
-No es broma, estamos encerrados.
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La última clase de informática
Short StoryUn breve relato de terror donde los estudiantes de un grupo de informática descubren uno de los sucios secretos de su profesor de la materia.