Capítulo 48: Sacrificio

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- ¡Maldita sea!

Furioso, Kurtis descargó un puñetazo contra la dura roca. Sólo logró despellejarse los nudillos. Luego se giró, impotente y se llevó las manos a la dolorida cabeza.

Maddalena observaba con horror las huellas que habían quedado en el suelo. Gotas de sangre esparcidas aquí y allá, las pistolas de Lara, abandonadas en el suelo, un cuchillo largo, y lo peor, una mata de cabellos castaños con trozos de piel pegados. Kurtis tomó aquel mechón de melena, que reconoció por el tacto y el aroma.

- Esto es cosa de Moloch.- sentenció – Debería haberlo matado cuando tuve la ocasión.

Tenía la voz llena de resentimiento. Se giró de nuevo hacia la pared, aquella pared en la que acababa el túnel, y la golpeó de nuevo.

- ¡Basta! – gritó Maddalena - ¡Te estás haciendo daño!

Le corría la sangre por el brazo, pero no le importaba.

- Esta pared no estaba aquí antes.- masculló – La han puesto para no dejarme pasar. Para que no pueda alcanzarla.

Lo que le desesperaba es que Lara estaba en evidente peligro. La había oído gritar, llamarlo con total claridad. Había sido silenciada y ahora no la oía, pero podía percibirla cerca. Rara vez se había sentido más alterado que en aquel momento, pero pugnó por controlarse. No podía horadar la roca a puñetazos.

- Hay que encontrar otro camino.- determinó, y retrocedió hasta la salida del túnel. Allí vio llegar, arrastrándose, a la constante Giselle, pero apenas le dedicó una mirada. Se sentó en el suelo, cruzó las piernas e inspiró profundamente.

La pelirroja se arrodilló a su lado.

- ¿Qué haces? – preguntó con suavidad.

- Una vez, hace tiempo, - respondió él, tratando de dotar su voz con la mayor tranquilidad posible - perdí a Lara. Fue secuestrada por los mercenarios de La Cábala y llevada a la fuerza a Munich, donde pretendían obligarla a engendrar con un Nephilim un nuevo híbrido de esta especie.

- ¡Dios! – farfulló Maddalena.

- La encontré recurriendo a esto. Espero que no me falle ahora.- dejó caer la cabeza sobre el pecho – En teoría, debería haber mejorado...

Había mejorado. Y de qué manera. La Luz se concentró en torno a él apenas empezó a invocar el Don. La vio como algo material, danzando a su alrededor, girando cada vez a mayor velocidad, y de pronto se encontró fuera de su cuerpo, convertido en otra partícula más de Luz. Aquel proceso no dolía, no pesaba, no agotaba, como había hecho anteriormente. Invocó el nombre y el rostro de Lara y se dejó llevar. Atravesó roca, fuego y carne, hasta llegar hasta ella.

Estaba inconsciente a causa de un brutal golpe en la cara que le había roto la nariz y la boca. Uno de los íncubos la arrastraba sin la menor consideración por una pierna. La ropa, y la piel, se le estaba desgarrando y desprendiendo a consecuencia de la fricción contra el suelo rocoso. Los otros íncubos se apresuraban atravesando el túnel, dirigidos por Moloch, quien impartía secas órdenes y les conminaba a darse prisa. La brutalidad de aquellos seres, pese a que ya la conocía de antemano, le golpeó frontalmente. Y la indignación por estar haciéndole eso a alguien que no estaba capacitado para defenderse de ellos.

Está perdida.

La voz que dijo aquello, dulce y triste, lo turbó de tal modo que lo que estaba contemplando se desdibujó. Los íncubos y su maltrecha víctima desaparecieron de su visión, y la Luz se reorientó de nuevo hasta que apareció frente a él una figura alta, esbelta y delicada. Había algo familiar en ella, pese a que no había podido verla nunca en vida. Una dama alta, blanca, de largos cabellos rubios y expresión delicada en el rostro.

Tomb Raider: El Cetro de LilithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora