Una nota más alta

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Karma dejó caer los dedos sobre las teclas del piano con un evidente mal humor. Hiko, quien hasta hace poco cantaba, calló al escuchar aquel estruendo de notas sin estructura alguna. Mordió con nerviosismo su labio inferior mientras jugaba con sus manos.

— Llevamos trabajando en esto por más de dos semanas, Hiko — Karma se puso en pie y se acercó a paso muy lento a la pelirroja posicionada al final del piano. — No veo un progreso en ti, siendo honesto.

— Yo puedo, es solo que... — Hiko calló de nuevo, el azabache en verdad le ponía nerviosa y quería explicarlo pero se vería solamente como una tonta. 

Karma era conocido como el mejor instructor de la zona, según había escuchado. Hiko gracias a trabajos anteriores obtenidos por su talento cantando en fiestas y eventos privados logró ganar el reconocimiento básico como una novata con un pasable don. Siendo ambiciosa más que otra cosa, decidió el arriesgarse a contratarlo, pese a su intimidante apariencia.

Sin embargo, no podía negarlo, le atraía esa imagen de muchacho descuidado que tenía. Esa pálida piel que le hacía ver como un muerto, resaltando el color de sus ojos y su cabello negro como una hoja de papel quemada. Nunca hablaban en las sesiones, apenas le decía si progresaba o no. Le hacía ver en qué se equivocaba en muy pocas palabras. Ella solía cometer errores voluntariamente, pues le gustaba escuchar aquella suave voz que, años atrás, también solía usar para cantar, antes de decirle adiós a esa corta carrera lucrativa que creó en muy poco tiempo.

— Si es que deseas esto, debes esforzarte más — Le dijo mientras sacudía su holgada camisa blanca, la cual solo estaba unida entre sí por unos muy pocos botones.

Ella divisó la pálida piel de su pecho, desvío la mirada a la cola del piano para disimular su sonrojo y controlar la emoción que le hizo sentir.

Nuevamente volvió a ponerse nerviosa. Ahora por el motivo que Karma estaba detrás de su espalda, sentía su respiración y se limitó a cerrar los ojos. Le gustaba la sensación de tenerlo tan cerca. Su corazón latió con fuerza cuando él colocó su mano sobre su cintura.

— Muéstrame que practicaste la lección de piano que te asigné... — Susurró contra su oído derecho antes de alejarse con suma lentitud.

Hiko soltó un suspiro antes de posicionarse frente al piano. Sus dedos temblorosos apenas le permitieron interpretar menos de la primera parte.

— Eres demasiado torpe... — Le susurró él mientras tomaba asiento a su lado.

Hiko tragó saliva y sintió sus mejillas arder por el notorio sonrojo que debía estar demostrando.

— ¿Por qué estás nerviosa? ¿Deseas irte a casa?

Ella negó con su cabeza gacha. No podría resistir más con ese sentimiento hacía Karma. Su voz, tan suave y su cuerpo tan cerca del ajeno. Se estaba impacientando y por algún motivo tenía un sin fin de ansiedad.

Empuñando sus manos sobre su regazo se armó de valor poco antes de dar un besó a los labios del azabache. Al principio fue muy torpe, presionaba ambos labios como quien se resiste a tomar una amarga medicina, y él no correspondía pero tampoco la alejaba, solamente la miraba sin expresar emoción alguna. Por el otro lado, Hiko dejó ir su nerviosismo y ansiedad, su beso se hizo mucho más tierno, más lento, y continuo a pesar de no estar siendo correspondida.

Justamente cuando pasaba a cortar con aquel contacto, Karma la tomó por las muñecas y, con un ágil movimiento, dejó a la pelirroja sobre sus piernas antes de comenzar a besarla con la misma ternura y Hiko no se negó.

No pasó mucho para que aquel besó ganara intensidad, la necesaria para que ella pasara una y otra vez sus manos por el oscuro cabello de su profesor y para que él pasara sus manos miles de veces por la espalda contraria. Tampoco pasó mucho más para que la ropa empezará a desaparecer de ambos cuerpos, Hiko se sintió inundada de felicidad de pasar sus manos por aquella piel exageradamente blanca y suave, de repartir besos por su cuello así como algunas mordidas a sus hombros.

Karma se estaba controlando, mientras la chica se encargaba de marcar su cuello, él acariciaba con dulzura sus pequeños pero firmes senos por encima de su sostén. Perdió totalmente el pudor cuando ella hizo rosar su pelvis contra su miembro.

Con un poco de brusquedad la posicionó sobre el piano, provocando un estruendo. Eso no los detuvo, Hiko apresó la cadera ajena entre sus piernas y Karma pasó a remover hacía arriba su sostén. Al recibir un par de lamidas sobre sus pezones, Hiko soltó un suave gemido, atrayendo más al mayor con sus piernas, haciendo que ambas entre piernas volvieran a rozarse. Ella volvió a gemir con un poco más de fuerza. A Karma que le gustaba esa sensación.

La pelirroja tironeaba del cabello del mayor cada que él iba dejando besos al rededor de la forma redonda de sus senos. Se atrevió a llevar su diestra a la intimidad de la chica por debajo de su ropa y de esta forma dar caricias muy leves. Ansiosa, ella misma movía sus caderas y abría cada vez más las piernas.

Sin resistir más, Karma removió sus dedos con frenesí en la intimidad ahora húmeda, pues Hiko le exigía mucho más entre incesantes gemidos. Ella misma jugaba algunas veces con sus senos mientras correspondía a los lujuriosos besos que él le ofrecía. Pasado un tiempo, Karma supo que ambos deseaban llegar más lejos. Alejó su mano del lugar en donde acariciaba y mirando la sonrojada cara de la chica, comenzó a introducir su miembro en ella. Hiko arqueó su espalda muy lentamente, haciendo sonar las teclas del piano en el que estaba con sus manos, jadeo, soltó unas leves maldiciones y esto motivo más a Karma a proseguir.

Un grito agudo salió de la garganta de Hiko. Él sonrió con malicia.

— Un poco más fuerte —Le susurró y acto seguido pasó a morder su erecto pezón. Ella volvió a gritar con suavidad, como sin tratara de contenerse.

— Maldito sádico... — Masculló rasguñando la espalda del pelinegro. Se había acostumbrado a tenerlo en su interior, motivo por el cual volvió a mover con suavidad sus caderas, haciendo rebotar con levedad sus senos.

Karma no se quedó atrás, él también comenzó a moverse. Primero con dulzura, pero cada vez que miraba el rostro de la menor suavizarse daba por iniciado un nuevo ritmo entre ambos cuerpos. Jadeantes, los dos deseaban más del otro. Fue Hiko quien fue la primera en demostrarlo. Con su pierna empujó a Karma al banquillo frente a ella, haciendo que saliese de su interior de una forma abrupta. El leve dolor no le impidió volver a sentarse sobre su miembro y ser ella ahora quien dirigía el ritmo de sus mismas penetradas. A Karma no le importó, rodeo su cintura con sus brazos y mientras mordía y besaba sus labios dejaba que ella sola se moviese como quisiera, lo que le excitaba era sentir el rose entre sus senos y su pecho. Era fascinante.

Hiko era caprichosa en serio. No sintiendo una cómoda posición así, tiró el peso de su cuerpo hacía el de Karma, haciendo ambos caer, quedando sobre él, no detuvo vaivén que tenía. Se atrevió a rasguñar su pecho con fuerza, el efecto de sus pechos rebotar se hacía más contante, cada vez iba más rápido. Sus agudos gemidos eran más parecidos a suaves gritos. Estaba temblando por tanto placer y Karma supuso que ella no resistiría más.

Pasado un breve instante, Hiko dejó de moverse. Jadeando se dejó caer sobre el pecho de Karma, pero el azabache no dejaría que se acabara solamente así.

Haciendo un intercambio de posiciones, Hiko quedó abajo y se entregó por completo a la voluntad del muchacho; con movimientos frenéticos y para nada suaves, Karma proseguía con sus embestidas, haciendo pedir más a la chica, entre gritos. Nunca creyó verla así.

Fue cuestión de segundos antes de que ambos se viesen embriagados por un total éxtasis.El placer completo de llegar a un orgasmo compartido. La satisfacción se reflejaba en ambos rostros.

— Te dije que eras capaz de llegar a las notas agudas — Murmuró sin vergüenza mientras salía de su interior y se recostaba a su lado, con una sonrisa sobre sus labios.

Ella tuvo que reírse de eso. Acomodándose sobre su pecho pensaba para sí misma lo mucho que valió la pena esperar por ese momento. Valió la pena el mentir sobre el no saber entonar con fuerza.

Algún día debía comentárselo. Pero no hoy, no en ese momento. Estaba precisamente en un infierno de placer y de lujuria, y eso le gustaba.

Sensitive Theatrical ●[CANCELADA]●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora