Sobre el hielo

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—¡Sarah, no corras!

La niña paro un momento y miro a su padre detenidamente mientas sostenía una sonrisa en su rostro.

La pequeña había divisado desde lejos una pista de patinaje de hielo. Ella nunca había estado en uno así que le rogó a su padre de ir hasta allí. Él había aceptado con gusto, le encantaba cumplir con sus caprichos pero no de manera exagerada, ya que eso sí sería un problema.

—Papi, apúrate. —reclamó la niña impaciente.

Sarah no pudo evitar adelantarse más que su padre, ¡había una pista de patinaje y ella entraría allí!

Habían llegado finalmente al sitio y la niña corrio hacia la fila para comprar un pase.

—¡Buenas tardes dulzura, que puedo ofrecerte? —preguntó animado el encargado del lugar.

—¿Qué tengo que hacer para entrar ahí? —cuestionó tímidamente la niña.

—Primero, tenes que comprar un pase por lo cual necesitarás a tu padre contigo... —el encargado miro atrás de la niña y vio a un hombre caminando rápidamente hasta ahí—. Supongo que es el que viene detrás tuyo, ¿verdad?

—¿Eh? —la niña se dio vuelta y pudo ver a su padre negándole con la mirada—. ¡Ese es mi papi!

Sarah caminó hacia su padre, tomó su mano y lo arrastró hasta el encargado.

—¿Entonces dos pases? —inquiero amablemente.

—Claro, ¿cuánto sería?

—Media hora son cinco dólares, una hora diez dólares y por ser tu serían tres dolares las horas que quieras.

El padre de la niña rió nervioso. Hace mucho que no se le insinuaban, menos sabiendo que tenía una hija.

El encargado saco unos patines del tamaño del pie de la niña y se los entregó.

—Puedes ir poniéndotelos, allí estaras más cómoda. —mencionó mientras señalaba un sillón el cual estaba al lado de la entrada a la pista.

Cuando la niña se fue, ambos volvieron a cruzar miradas.

—Media hora —decidió el hombre mientras entregaba dos billetes de cinco dólares pero el encargado solo había tomado uno— Hablo en serio.

—Yo también.

—Mira... —el hombre se fijó en su identificación para obtener su nombre—. Harry, yo ya estoy fuera de esto.

—Solo le haré una pregunta y si me dice que si, no lo molestaré más —el encargado tomo un respiro y finalmente dijo—. ¿Tenes pareja?

Lo había jodido.

No quería mentir, odiaba las mentiras.

—No.

—¡Entonces tengo el camino libre! —comentó emocionado Harry—. Por cierto, ¿cómo te llamas?

—Soy Louis. —afirmó mientras se maldecía así mismo por dentro.

Harry dio media vuelta y busco unos patines del tamaño del pie de Louis.

—Yo creo que estos te entran. —masculló mientras se los pasaba.

Mientras Louis se los colocaba, Harry hacia lo mismo.

Cuando Harry vio a la niña ingresar al local corriendo, ya estaba apunto de cerrar. Harry había quedado encantado con esas dos personas, que decidió dejarlos pasar y disfrutasen las horas que quisieran.

Sobre el hielo OS (Larry Stylinson) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora