Los recuerdos pasaban en flashback por su mente, y cada uno de ellos representaba una lágrima que no caía, que se quedaba atrapadas en los lagrimales mientras sus pupilas contemplaban paralizadas aquel ataúd. Paralizadas, como él. Como su ser. Lo único que se movía eran los recuerdos, que viajaban a la velocidad de la luz, que no se dejaban ser asimilados, que no querían ser asimilados. No querían dejar una sonrisa en aquel rostro, porque no se merecía sonreír, porque Harry había sido una persona tan increíblemente especial, que no se merecía que el día de su entierro, delante de su ataúd, sonriera.
Todos a su alrededor lamentaban aquella prematura muerte. Ningún chico de 20 años merece morir. Pero mucho menos Harry, y eso Louis lo sabía. Él sabía que Harry merecía mucho más. Que merecía, ante todo, un premio por tener la sonrisa más hermosa que había contemplado nunca.
La madre de Harry, Anne, sollozaba sentada en uno de los bancos de la primera fila, y su hermana Gemma a su lado intentaba consolarla de alguna manera. Pero Louis, desde la parte más alejada de aquel ataúd de madera que contenía en su interior al mejor ser humano que pisará nunca la Tierra, sabía que ninguna de ellas dos, ni ninguno de los allí presentes, se sentía tan destrozado como él lo hacía. Porque, desde allí detrás, Louis pensaba que, el segundo premio que debían de darle a Harry era el Nobel de la Paz, por haberla llevado a la vida de Louis. Por haber acabado con todos esos monstruos que se encontraban en su interior. Por haber conseguido que el arco iris se volviera más brillante que nunca, y que los pájaros cantaran al son de su voz. Una voz grave, clara y hogareña. Y Louis se dio cuenta de que el tercer premio que debían darle a Harry era un Grammy, porque no fue un artista reconocido, ni si quiera sacó ningún álbum, pero su voz era la más maravillosa que había escuchado, y que nunca escucharía, porque no quería escuchar a nadie cantando How to save a life, porque esa canción era su canción, y porque nadie la cantará nunca como él la cantaba, ni nadie acompañaría de una manera tan especial a Louis mientras tocaba esa canción en el piano como Harry lo hacía.