Vislumbre su silueta en la oscuridad. Daba torpes pasos que lo hacían bailar de alguna manera de un lado a otro. Tragué saliva. Al parecer aun no me había visto, ya que entrecerraba la mirada y movía de un lado a otro la cabeza.
—Se donde estas...— Susurró. Como si una ventisca helada hubiese arrasado el lugar, quedé paralizada ante aquellos verdosos ojos que se encontraban acuchillando mi cuerpo.
—¡No te acerques!— Me incorporé, señalándole con el filo de mi arma.— No des un paso más o juro que...
—¿Crees qué eso te va a defender?— Rió abordandome con aquel agrio aliento a alcohol.— Anna, eres mía.
Aquella afirmación bombardeó mi cabeza de manera inmediata. Mi vista pareció apagarse, creyéndome que jamás tendría la libertad que otras mujeres desaprovechaban. ¿Y si de verdad era de su propiedad? ¿Desde cuando las mujeres se habían convertido en presas de hombres como este?
—¡Jamás!— Grité sollozando.— Ian, esto se marchitó hace mucho tiempo.— Tensó su mandíbula y dio un paso hacia delante.— No te acerques más a mi.
—Fue por tú culpa.— Recriminó fijando la única pieza fija que quedaba de la botella.— Si tú no hubieras sido tan mala mujer, mi trabajo no hubiese terminado y ahora tendríamos un hijo.
—¡Manoseabas a tus alumnas!— Algo en mi interior ardió como si lava recorriese mi interior.—¡Les pusiste la excusa de que si no se iban contigo a la cama no aprobarían la asignatura! ¿Qué profesor hace eso?
—¡Mentira! ¡Eres una mentirosa!— ¿Qué le había echo hablar? ¿Qué le hacia volver a mi una y otra vez?— Fue todo culpa tuya.— Boquiabierta observé como se fue acercando.
Me desplacé a su lado contrarió y fui a correr hacia la salida cuando una seca, tosca mano me agarró por la muñeca haciéndome volver.
No pestañeé, no respiré, no hice absolutamente nada. Solamente maldecirme por ser tan débil una y otra vez.
Sentí algo apretarme el cuello y dejé salir un gemido. Agaché mi vista hasta toparme con un vidrió afilado chocar contra mi garganta. Su otra extremidad estiró de mi pelo con brusquedad y posesividad como si un cazador hubiese dado caza a su presa.
El puñal que escasos minutos sostenía como un mero objeto de salvación, resbaló entre mis dedos hasta yacer en el suelo. Ahora la única esperanza que tenia, es que alguien apareciese por la puerta y matara a esta bestia la cual me aferraba a él con una sonrisa entre dientes.—Suéltala.— Divisé como alguien posaba una mano en el hombro de Ian y lo volteaba para poco después asistirle un golpe.— Te dije que no te acercaras a ella.—Vi como Ian caía al suelo desplomado.
Me recosté de nuevo en la pared, agarrando mis rodillas como cápsula de escape.
Noté una mano rodear mi cuello, conforme la libre se encargaba de pasar entre mis piernas. Abrí los ojos, observando como Derek me posicionaba en su pecho, mientras a volandas me sacaba de allí.
Al pasar el umbral de la puerta, un devastador gruñido rasgó mis oídos.Mi salvador, me hizo ponerme de nuevo en pie, para poco después girarse con rostro endemoniado.
—¿Crees que todo había sido tan fácil?— La sonora risa de Ian me hizo estremecer.— No deberías meterte entre parejas Derek, eso no es lo tuyo.
¿Cómo qué no era lo suyo? ¿Acaso lo conocía lo suficiente como para afirmar aquello?
Noté mis rodillas flaquear al pasear mi vista por el cuerpo de Derek. Estaba tenso, sus brazos y posición de ataque me lo confirmaban. Mi pecho subía de arriba a bajo mientras sentía como un nudo me atragantaba la respiración.—¿¡Tú qué sabrás?!— Le gritó señalándolo. Se mantenía de espaldas a mi.
—Oh vamos...,— sonrío sonoramente y sentí mi cuerpo vibrar ante su autoridad— Derek, Derek, Derek, has cambiado mucho, ¿no crees?
ESTÁS LEYENDO
ENCAJES DE PERFECCIÓN|EN EDICIÓN|
RomancePara Annabella Bowman, una modista del siglo XXI huir del pasado no se le hace para nada fácil. La gran herida que ha dejado la muerte de su padre ha sido tan grande que no cree poder sobrevivir. Volviendo a su antigua casa, a su antigua ciudad, dec...