Suena un ruido. Un ruido que cualquier persona odiaría. El despertador.
María Eugenia se exalta al ver la hora. 7:25 am. Llega tarde. Se levanta de la cama con pocas ganas, pero rápido, y se dirige hacia el baño. Dientes, cabello, pestañas, ojos, labios. Lo típico.
— ¿Estoy bien?—le pregunta a su espejo, como si éste le fuera a responder.
En estos momentos, Eugenia desea tener un auto, o volver a ser pequeña para que sus papás la lleven a todos lados. Qué rápido uno crece.
Se dirige a la parada de colectivo. ¿¡Dónde están los auriculares!? Revuelve su cartera, buscando su objeto preciado.
De repente siente que alguien toca suavemente su hombro.
— Disculpá, flaca, se te cayó un papel—dijo un joven de más o menos 19 años, sonriendo.
— Ay, ¡gracias! Qué colgada, sin esto me muero.
Papeles de la universidad, en serio se moriría si los pierde. Gracias a Dios que sigue existiendo gente copada.
Avanza la fila, y Eugenia sube. Siempre intenta encontrar asientos que estén vacíos, respeta la privacidad, y también la exige. Es una de las cosas más importantes, según ella.
¡Suerte para ella! Asiento vacío.

ESTÁS LEYENDO
perdidos y encontrados.
RomanceEugenia, una joven amante de la música, los libros, y las series de televisión, se encuentra enredada en la vida de " su Salvador", una persona para nada perceptible (y querido por pocos) con quien pasará momentos de odio y amor.