Secretos: Inicio de la catástrofe

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Adrien Agreste era su nombre. Un chico normal con una vida normal. Bueno, lo sería si cualquier chico que conociera fuera modelo juvenil de las prendas que el diseñador de moda Gabriel Agreste, su propio padre, creaba para él. Esto podía parecer algo genial para muchos, el ser famoso y ganar mucho dinero para viajar o comprar lo que quisiera. Su vida debía de ser todo un lujo.

Sin embargo, no había nada más lejano de la realidad para Adrien. No todo era rosa en su vida. Carecía absolutamente de libertad para hacer cosas tan simples como ir con sus amigos o subir en el metro. Pero lo que más extrañaba era recibir algo de cariño de ese frío glaciar que era su padre...

Por suerte para él, poco antes de cumplir los catorce años sucedió un milagro que cambiaría su vida para siempre.

Tras encontrar una pequeña caja un día cualquiera en su habitación, Plagg apareció de la nada y le ofreció un anillo. Era una especie de hada llamada Kwami y tenía la forma de un pequeño gato negro de brillantes ojos verdes. Gracias a el anillo que había recibido y a la energía de ese Kwami podía convertirse en el nuevo superhéroe que salvaría la ciudad: Chat Noir.

Desde ese día, Adrien por fin podía ser libre para comportarse como verdaderamente añoraba, como ese chico enérgico, alegre, coqueto y chistoso que siempre había deseado ser.

Y la mayor ventaja de todas hasta tenía nombre: Ladybug.

Ladybug era su amor platónico. Era gentil, amable, algo impaciente, hermosa y tan valiente que no había podido evitar caer embrujado por sus encantos...

—Adrien...

Pero lo malo es que ella no parecía verle como algo más que un compañero de faenas, un tonto minino con el que podía contar para que le echara una mano, pero para nada más.

—¿Adrien?

Y lo peor era que ni siquiera tenía contacto con ella fuera de su tiempo de héroe... ¡No sabía quien era la chica tras la máscara ni que era lo que sentía realmente!

—¡Adrien!

—¿Eh? —murmuró el aludido bajando de golpe de la nube en la que había estado durante toda la hora.

Apenas alzó su mirada confuso pudo ver a la profesora frente a él con cara de estar enojada. Estaba de brazos cruzados y alzaba una ceja inquisitiva.

—Responde a la pregunta que acabo de hacerte o acabarás con el director —dijo la mujer con voz firme.

Eso sonaba a sentencia de muerte.

Adrien miró nervioso a Nino, que trataba de decirme decirle sin hablar que era lo que había preguntado. Pero el rubio por desgracia no sabía leer los labios, así que cada vez más lleno de nervios buscó a su alrededor desesperado.

Cuando estaba a punto de rendirse, un avión de papel voló sobre su hombro hasta caer frente a él, con una palabra escrita en su ala.

—¿R-romanticismo? —leyó el rubio con cierta duda.

—Muy bien, Adrien, el escritor Alejandro Dumas pertenece al romanticismo —le felicitó la profesora. El rubio suspiró relajándose de inmediato—. Agradece a ese compañero anónimo que te ha salvado.

Dicho eso, la profesora siguió con la clase. Con cierta curiosidad, Adrien se giró en su asiento buscando a aquel que le había ayudado. Alya señaló rápidamente a Marinette, que ocultaba su mirada tras su flequillo, muy sonrojada.

Sonrió. Esa chica también era muy linda.

.

Después de una ajetreada mañana de clases, Adrien se despidió de Nino entre risas y bromas y entró en su limusina, con el Gorila (como a él le gustaba llamarlo) al volante. Suspiró esperando a que Natalie le recordara las miles de actividades que tendría que realizar por la tarde. Sin embargo, fue una grata sorpresa el enterarse que ese día estaba completamente libre.

Días de Calima (Ladybug)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora