Capítulo 1.

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Hola, me llamo Yurena, pero me pueden llamar Yuri. Estoy aquí para contaros mi triste historia.
Un día como cualquier otro en la escuela, hace mucho tiempo, cuando tenía 12 años, estaba en la hora del recreo, feliz, disfrutando del descanso con mis amigos y almorzando, cuando de repente, un chico que solo conocía de vista, me grita:
-¡Oye tú, sí tú, la que tiene ese bollo tan grasiento en la mano! ¿Piensas comerte esos tres más que tienes en la mochila? Así estás. ¡Adelgaza foca!
Con lágrimas en los ojos, tiré todo mi almuerzo a la basura, acto seguido, fui corriendo al baño más cercano y me encerré.
Se había terminado la escuela por hoy, así que estaba esperando a mi madre para recogerme. Cuando llegó, me subí, le di un beso y le saludé apenada por lo que había ocurrido. Ella me notaba rara, así que me miró, y me preguntó :
-¿Que te pasa Yurena? ¿Estás bien?
-Estoy bien mamá, no hay nada por lo que preocuparse.- Bajo le respondí aguantando las lágrimas.-
Al llegar a casa, subí a mi cuarto corriendo y con lágrimas en los ojos dejé la mochila sobre la cama, me desnudé y me puse enfrente del espejo a mirarme cada parte de mi cuerpo. Mira esa carne que cuelga de los brazos, esta barriga tan gorda, esos muslos... Era cierto, ese niño tenía razón, estaba obesa.
A la mañana siguiente me levanté para ir a la escuela como de costumbre. Me vestí, me cepillé los dientes y bajé a la cocina. Mi madre se había ido al trabajo, así que me tenía el desayuno listo y el almuerzo en una bolsita para la escuela. No desayuné ni me llevé el almuerzo, pero cogí una manzana verde por si me entraba hambre.
Volvió la hora del descanso, y la verdad es que tenía un poco de hambre, así que me  atreví a darle un pequeño mordisco a la manzana, cuando escucho:
-¿Otra vez comiendo? ¿No ves que estás obesa? JAJAJA puta gorda...
Era aquel chico otra vez. ¿Qué le pasaba? ¿No veía que era una simple y jugosa manzana verde? Aún así me dolió, así que volví corriendo a encerrarme, y llorando, abría mi mochila y de ella sacaba una pequeña cuchilla que tenía guardada. Me hice un corte, después otro, al cabo de unos segundos otro corte más... Seguí cortando hasta que me sentía alividia viendo mi sangre correr por mis brazos y sentir un dolor externo que me hacía olvidar lo del chico. Me encantaba liberar endorfinas, me producía un gran placer, pero por desgracia, duraba poco.
Pasaron meses, cada vez iba a peor. Más insultos, más me ponía en vergüenza... Y entre tanto insulto y humillo, había dejado de comer.

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2016 ⏰

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