Todos estaban en sus respectivas habitaciones. Casi nadie había vuelto a intercambiar palabra después de lo sucedido, tanto por la noche como por la tarde. Celia tampoco había inmutado una palabra más, y menos sobre lo que vio cuando miró por la ventana. Olivia pareció tener mucho peor aspecto, pero aun así decidió no contarle nada a nadie. No quería ser la próxima en morir o hacer que algún compañero muriese. No podría con su propia traición.
Amaya no se quitaba los cascos mientras que hacía un boceto de dibujo en uno de sus cuadernos. Amy Winehouse no dejaba de resonar en los oídos de la chica, Back the Black en concreto. Cómo no saberse una de sus canciones favoritas. La verdad, se sentía calificada con la letra. Ella había pasado por sensaciones anteriores como la canción dictaba, y cada vez que la escuchaba era un logro más de no llorar. Ya no lo hacía desde hace mucho tiempo. Ni quería volver a hacerlo. No merecía la pena sufrir por algo o alguien que siempre terminaba siendo un fracaso.
En esto estaba cuando vio que Ana estaba echa un ovillo encima de su cama. Tenía las rodillas pegadas al pecho y la mirada fija en un punto perdido. Soltó el lápiz y se quitó uno de los cascos, mirándola aún más fijamente. Pero la morena seguía sin percatarse de que su amiga la miraba con intriga y preocupación. Era extraño no verla algo alegre un domingo, aunque fuese tan solo por unos minutos. Pero ese día había estado demasiado rara como para parecer que estuviese bien.
-¿Estás bien? -Preguntó la rubia acercándose a ella. La chica tan solo negó con la cabeza. -¿Qué te pasa? -Seguía queriendo saber qué es lo que hacía que estuviese tan alejada. Pero no fue fácil obtener respuesta por su parte. -Venga, Ana. ¿Qué te pasa?
-¿Qué? -La morena pareció despertar de su extraño trance. Se estiró y se levantó de la cama, recogiéndose el pelo en una coleta. -Nada, nada.
-No, ahora me lo dices. -Amaya se levantó, al igual que su amiga. Paró la canción que estaba escuchando y tiró el móvil a la cama.
-Que no me pasa nada, tranquila. -Había cierta duda en su tono de voz, pero la rubia sabía que no la diría nada si la seguía insistiendo. O por lo menos, no en ese momento. -Voy a darme una ducha, ya es tarde.
La chica tan solo asintió cuando Ana se alejó de ella, dirigiéndose a los baños. Y qué oportuno. Se encontró con Tessa por uno de los pasillos. La morena de ojos oscuros abrió su mirada como nunca antes lo había hecho. Los libros que siempre llevaba encima se le calleron hacia el suelo y se quedó totalmente rígida mirando a la otra morena.
-Tessa, ¿qué pasa? -La cogió por los hombros y la zarandeó, intentando hacerla razonar. -¿Qué ocurre?
Un grito es lo que obtuvo por su parte. La chiquilla gritó cuando esta se acercó a ella y la tocó. Ana, por acto reflejo, se apartó cuando sintió una pequeña fuente de energía recorrer todo su cuerpo.
<<¿Qué cojones...?>> Se preguntó la morena justamente cuando vio a Tessa recoger sus cosas y marcharse lo antes posible.
Ana negó con la cabeza y decidió irse ya a la tarea que tenía pendiente; darse una buena ducha. Es lo que necesitaba en esos momentos. Que el agua la purificase y la hiciese olvidarse de todo por un momento. Así que eso fue lo que intentó hacer cuando se metió a una de ellas, ya sin ropa y con la toalla en el banquillo de fuera, para poder secarse cuando saliera. Abrió el grifo y lo giró en dirección al agua caliente. Su pelo chorreaba y caía en cascada por la espalda mientras que sentía como cada uno de sus poros se relajaban y tomaban aire para coger presión de nuevo al ver el terror que tenía a sus pies. El agua ya no era tan limpia como parecía ser al principio, todo lo contrario. El agua, no era agua. Era sangre. Sangre caliente y reciente. Gritó, gritó con todas sus fuerzas deseando que alguien la oyera. Salió a toda velocidad, casi tirando la cortina que la separaba de aquella pesadilla. Se dió la vuelta para ver si salía aún el líquido de la ducha, y en efecto, seguía callendo. Se tapó la boca al ver que su cuerpo estaba totalmente ensangrentado.
No era su sangre. No tenía heridas ni ningún echo que pudiese demostrar que algo la había pasado. No pudo evitar soltar todas las lágrimas que había acumulado hasta ahora. Tenía miedo. Un miedo que nunca antes había sentido, a pesar de todos los que había vivido y dolores que había sufrido.
Pero el sufrimiento pareció calmarse cuando alguien vino por detrás y la rodeó con la toalla, atrayéndola hacia su pecho. Justamente cuando pensó que era Amaya, o tal vez Ry, o incluso la directora, vio que Denis fue quien la ayudó en ese momento. ¿La había oído gritar?