Narra Sesshômaru:
Me quedé helado con aquella visión, ¿qué diablos significaba todo eso? ¿Por qué tenía tantas marcas en su cuerpo? ¿Quién se las había hecho? ¿Por qué ella no me dijo nada...? Me perdí en mis propios pensamientos mientras miraba el techo. Maldición. Apreté mis dientes. ¿Cómo no fui capaz de darme cuenta de esto? Tuve el impulso de despertarla para comenzar a preguntarle, pero algo me detuvo. Maldición, maldición. Mi respiración se había embravecido, tenía ganas de tomar el primer objeto que se me cruzara en el camino y hacerlo estallar contra el suelo, la ira que corría por mi sangre era incontrolable, era tanta la bronca que sentía las venas palpitar en la extensión de mi cuerpo.
¿Cómo podía ser posible? La sola idea de que alguien pusiese las manos sobre Rin me enloquecía, sentía que mi mundo entero había comenzado a girar, dando vueltas y vueltas sin detenimiento. Debía averiguar qué pasaba, quién la había marcado de una forma tan bestial y porqué ella no había mencionado una palabra acerca de ello.
Caminé hasta la ducha y dejé que el agua caliente comenzará a neutralizar mi ira, aquella falta de razón. Entonces un recuerdo llegó a mí, de aquella noche en que me encontré a Rin en el bar, cuando me confesó que Kohaku era algo violento con ella. ¿"Algo violento"? ¿Todas esas marcas en su cuerpo eran de un tipo "algo violento"?
-No... De ninguna manera... -apoyé mi mano contra los azulejos.
Algo como eso no volvería a pasar, le enseñaría a Rin que eso no es amor, que ese tipo de cosas son inaceptables en una relación, no importa el error que cometas, la violencia no conduce a buenos fines ni soluciona nada, sino que lo empeora todo.
Cuando salí del baño Rin estaba sentada en la cama, recargada contra el respaldar de la cama, envuelta en la sábana y con expresión adormilada. Sin dudas, la luz de la mañana y el sueño son dos de las cosas que aprendí que a Rin le asientan de maravilla.
-Buenos días -me dijo con las mejillas sonrosadas.
Me apresuré en regresar a la cama y acurrucarla entre mis brazos, ella apoyó su cabeza en mi pecho y comenzó a jugar con sus dedos, subiendo y bajando por mi abdomen. Al verla así, tan feliz, no pude evitar preguntarme cómo alguien podría vivir en paz cada día, sabiendo que la hizo llorar, que la lastimó, que borró su sonrisa... Me prometí a mí mismo no hacerla llorar jamás, exceptuando las lágrimas de felicidad o emoción, ese tipo de llanto sí estaría permitido.
- ¿Sesshômaru? -oigo su dulce voz llamándome, al mirarla me encuentro con sus brillantes ojos centrados en mí.
-Lo siento, estaba pensando -me disculpé. No es bueno que mi mente divague cuando estoy a su lado, debo intentar centrarme sólo en el presente.
- ¿Y puedo saber en qué? -preguntó con cierta inocencia.
-En lo hermosa que eres, en todos los sentidos -recorrí su pequeña nariz con mi dedo índice.
-Hummm... -murmuró no muy convencida con mi respuesta.
-Nada de "hummm", Rin -mi dedo ascendió hasta su frente, acomodando su flequillo a un lado.
-Hummm... -vuelve a repetir, pero esta vez con un tono algo burlesco, mientras también en sus ojos se mostraba una sonrisa.
Me abalancé hacia ella haciéndole cosquillas en diferentes puntos, Rin comenzó a carcajear a tiempo que pedía que me detenga. Me deleité un poco más con su figura envuelta en la sábana, retorciéndose de risa, y me quedé viéndola a los ojos. Su respiración estaba agitada debajo de mí, ella no tardó en ponerse algo seria al verme en aquella posición.
-Sesshômaru...
Sus sonrosados labios parecían murmurar palabras pecaminosas, todo su cuerpo exhalaba un aroma tentador. Me lancé a sus labios igual que un suicida se deja caer en un precipicio, no podía pensar muy bien en aquel momento... ¿qué cosas digo? Realmente no podía pensar en nada, sólo con compartir el mismo aire que ella respiraba ya entraba en una clase de embriaguez, y cuando ella me miraba, cuando ella me tocaba de esa manera, ¿cómo podía mantener mis sentidos y mis pensamientos en un estado cuerdo?
