CAPÍTULO PRIMERO.
Sus pasos resonaban en la sala, junto con la espada rayando el suelo. Se reflejaba en él, como si fuera un espejo. El chaval imponía, pero realmente estaba temblando. Siempre lo hacía cuando se trataba de cosas importantes, o conocer gente, o cualquier cosa fuera de lo normal. Lo extraordinario no era la materia favorita de Nix.
—Nombre.
—Phoenix Caeli. Pero Nix también está...
—Edad—le interrumpió su supervisor mientras anotaba en un pergamino.
—Qui-quince años.
El lugar era más oscuro de lo que su hermano le dijo. Una sala redonda con baldosas moradas (casi negras) y concéntricas, brillantes. Frente a él había una mesa alargada en media luna, con un hombre de pelo canoso y penetrantes ojos azules sentado a ella, anotando en un amarillento pergamino con una pluma del mismo color que el suelo.
—Dime, Caeli—dejó la pluma y entrelazó sus manos, mirando fijamente al chico—¿Por qué has venido al campo Aïvel?
Ante la atenta mirada del anciano, Nix pensó detenidamente su respuesta. "Lucha" se le ocurrió.
—Quiero unirme a la armada, como mi hermano.
Phoenix vio como su evaluador revisaba una lista, buscando algo.
—Caeli...Rián Caeli, ¿me equivoco?
—No, señor, es él.
Hasta ese momento no se dio cuenta de la velocidad de su ritmo cardíaco. Desde luego era más rápido de lo normal.
—Entiendo...—la voz del hombre bajó por lo menos una octava. Miró a Phoenix por encima de sus gafas rectangulares y dijo—Drew.
"¿Drew?"
Chocó con gran habilidad su espada contra otro metal a sus espaldas levantando el brazo. Otro golpe a la derecha. Y se giró.
"Oh, Drew".
Una criatura con cuernos de cabra y ojos violetas se alejó un poco de él. Tenía el pelo negro y recogido en una coleta mal hecha. Y dos (¡Dos!) espadas japonesas, una a cada mano. Se miraron a los ojos, con la respiración agitada.
Phoenix recordó ciertas palabras de Rián ante la prueba: "Prepárate para cualquier cosa. CUALQUIERA"
Y así lo había hecho.
Drew corrió hacia él con la cintura doblada y las espadas hacia la puerta. Phoenix esquivó un par de golpes y atacó, chocando con ambas armas. Con agilidad cogió una de las espadas expuestas en la pared y se puso en guardia, con el corazón al cuello. Entre esquivos y espadazos logró poner la punta de la espada al cuello de Drew, pero su espada también estaba en la gutural de Nix. En un momento de absoluto silencio, pudo apreciar el sonido de la pluma deslizándose lentamente por el pergamino. Si se movía un solo centímetro, Drew le rebanaría la garganta.
Las pecas se le veían más que nunca, con la piel blanca como el mármol y los ojos como platos. Aún así trataba de aparentar normalidad.
—Ya le puedes dejar, Drew.
Drew relajó la postura y alejó la espada de la garganta de Phoenix. Tras sonreírle con ojos brillantes, se dio la vuelta y se alejó hacia la puerta meneando las anchas perneras blancas que usaba como pantalón (y dicho sea también, meneando el trasero, Nix se quedó mirándolo). Relajó los brazos y se dio la vuelta. El hombre le miraba amenazadoramente, con una ceja levantada.
—Por favor, coge tus cosas y sube a tu habitación.
Nix abrió los ojos más que nunca y se le quedó el aire en la tráquea, logrando tan sólo describir un "¿En serio?" en voz baja.
—En serio.
Sonrió, sonrió tanto que la luz reflejo directamente en la pequeña bola de su lengua y le dio al supervisor en el ojo.
—¡Gracias!—Saltó emocionado—¡Gracias, gracias gracias!
Y con eso, se dio la vuelta y se alejó con las dos espadas sobre sus hombros, saltando emocionado.
—Caeli.
—¿Sí?—se volvió sobre sus talones, sin dejar de sonreír y todavía temblando.
—La katana.
—¿Qué? ¡Ah!—se había olvidado de que la llevaba encima. La dejó sobre su soporte, en la pared de mármol negro y volvió a dirigirse al supervisor.
—¿Dónde...?
—En la torre.
—En la torre—mostró sus perfectos dientes mientras sonreía—gracias.
Y se fue corriendo por la puerta.CAPÍTULO SEGUNDO.
Phoenix se dirigió hacia la torre, un gran edificio redondo de mármol negro con grandes ventanas. Tenía por lo menos quince pisos (sin ascensor, para pesar de Nix). Se dispuso a subir, y subir, y subir...
Siguió subiendo unos...¿cinco? pisos más, por unas escaleras de caracol realmente vertiginosas, hasta una sala redonda (una de tantas) con puertas de madera oscura. "¿Cuál será?" Pensó mirando las puertas. Eran más brillantes de lo que uno esperaría de una puerta de madera, y tenían pequeñas placas doradas en ellas. Nix resopló haciendo que su cabello castaño flotara sobre su frente. ¿Por qué nadie daba indicaciones en este sitio? ¿Tan obvio era todo que la gente allí no necesitaba explicaciones?
Entonces se le ocurrió (tonto de él) leer las placas doradas. Se acercó en silencio, se puso de puntillas ("Ojalá fuera mas alto, me cago en Dios") y vio números de tres cifras en cada placa.
—Por supuesto.
Al entrar a la torre, una chica alta le había dado un pequeño papel. Pensó que sería publicidad. O algo así, pero al sacarlo del bolsillo vio un número de tres cifras, y sonrió aliviado.
153.
El número de habitación era el 153. Volvió a mirar las placas doradas y finalmente entró por la puerta de la derecha, al lado de una ventana alargada.
La habitación era semicircular, siendo las paredes ventanales con cortinas blancas. Había tres camas grandes con doseles morados oscuros y en una de éstas habia un chico alto de ojos castaños.
—¿Rián?
—¿Sí?
—Vaya—Nix se puso en jarras, ofendido, y apartando de nuevo su flequillo de un soplido—¿Así saludas a tu hermano? Sinceramente me parece una mierda.
Rián rio entre las sombras de su dosel.
—Lo siento. ¿Has tenido buen viaje?
¿Que si había tenido un buen...?¿Qué mierda de contestación era esa? Nix hizo chocar el piercing de la lengua contra los dientes, se subió los pitillos y se sentó a horcajadas sobre el estómago de Rián para después saltar sobre él.
—Sigue. Siendo. Una. Mierda.
Rián cerró el dosel y abrazó a Nix en la oscuridad.
—No te enfades—susurró a su oído—. Sabes que lo de las cursiladas no es lo mío.
—¿Y los saludos decentes tampoco?—alzó una ceja. Rián no solía ser así.
Como él, Rián tenía el pelo castaño claro y ondulado y los ojos de color marrón verdoso. Pero él no tenía pecas y era bastante más alto y musculoso que Nix. También le sacaba unos cuatro años, así que no era de extrañar. Sonrió de lado y besó la mejilla de su hermano pequeño.
—¿Y eso?—preguntó señalando los metales en la ceja y la lengua.
—Se llama libertad de expresión.
—Más bien se llama "intentar ser guay sin éxito". No me jodas, cuando me fui de casa eras todo mono y sin mutilaciones metálicas.
Phoenix puso los ojos en blanco recordando sus años mozos.
—También medía metro cuarenta y cinco, llevaba hierros en los dientes y mamá me llamaba "cachorrito". No sé si te has dado cuenta pero han pasado tres años—. Se apartó de Rián y se tumbó junto a él.
Se quedó mirando el dosel de la cama, recordando la sala de pruebas en la que se había examinado. Parecía que todo en ese campo era de ese color. Le recordaba a alguna gema mística.
—He tenido que pelear contra un tío con cuernos. O una tía. No lo sé muy bien.
—Es Elvaiah.
Nix lo miró, tranquilo, a la par que curioso. En algun momento de la vida le habian hablado de los Elvaiah, unos seres con cuernos de cabra que de alguna manera podían ver los ácaros del polvo, pero poco más. Nunca supo que hacían o cómo usaban su "poder", ni si existían, hasta ese momento.
—Pensaba que eran una leyenda urbana.
—Pues—Rián se incorporó, mirando a la oscuridad y estirándose—no lo son. Sorpresa. El campo está lleno de ellos desde hace un par de años. Pero los humanos no nos juntamos con ellos—abrió el dosel, dejando entrar un rayo de luz a traves de la pequeña rendija entre las cortinas de éste; iluminando tan solo una pequeña franja de Nix. Éste se sentó a la espalda de su hermano.
—¿Por qué no?
—Porque son malvados.
—Eso es ligeramente racista...
—Son malos, Nix. Controlan a las personas y hacen con ellas lo que les da la gana. Y los que tienen don de animales te llenan la ropa de polvo para que te mueras de alergia.
Nix le lanzó una mirada severa. No esperaba que su hermano, la persona más animada y tolerante del mundo, hablase así de los Elvaiahs. No cuando había oído hablar de ellos toda la vida. No cuando convivía con ellos a diario.
—¿Es una especie de amenaza?—dijo en tono grave.
—Más bien una advertencia.
Rián le dirigió una mirada preocupada a Nix durante un momento, se acercó a él y lo abrazó con fuerza.
—Te he echado mucho de menos—. Susurró a su oido.
—Y yo a ti.
Después Rián se levantó y salió de la cama.
—¿A dónde vas?
—A entrenar—. Respondió estirándose—. Tengo lucha con armas de tercer grado.
Nix oyó cómo Rián se dirigió a la puerta y la cerró, y se sumió en la oscuridad del dosel, reflexionando sobre lo que su hermano le había dicho sobre los Elvaiah. Se preguntó qué quiso decir con eso, recordó a Drew y pensó qué mal podría hacer un elvaiah; hasta que se quedó dormido.
*
La sala de entrenamiento era enorme, con techos de cristal. La luz entraba por las vidrieras mientras algo más de veinte jóvenes luchaban entre ellos con puños y espadas.
Como siempre, Nix había llegado tarde, después de dar vueltas y vueltas en el campus, de edificio a edificio, de torre a torre. Pero de alguna manera, gracias a un mapa muy mal hecho, consiguió encontrar el lugar. Y cuando llegó, una hoja afilada le asaltó el rostro. El sable lo empuñaba una chica alta con el cabello trenzado, y dejó a Nix temblando en el suelo del susto.
—Pensé que te habías entrenado.
—Es mi primer día.
—Eso se ve a la legua...
Nix la observó mientras ella, con mirada seria se alejaba y atacaba a otro chico, quien a diferencia de el mismo, le devolvió el golpe y se enzarzó con ella en una disputa a espadas digna de piratas. Mientras, él intentaba levantarse con los pitillos medio caídos y cogió su propia espada para entrenar con...¿alguien? Pero...no conocía a nadie. Excepto a la chica de las trenzas, pero ella era capaz de tajarle el cuello de un solo movimiento y a él le gustaba la vida en sí.
Mientras buscaba algun oponente divisó a Drew, con los pantalones anchos hasta la pantorrilla y un fular de color blanco. Parecía...contento (¿o contenta?). Estaba diferente a cómo estaba el día de la prueba, lo que extrañó a Nix, pero lo dejó pasar.
—¿Peleas?—le sorprendió una voz tras él.
—Por supuesto.
Desenvainó la espada y se dio la vuelta, sólo para ver a una niña de unos doce años en la misma posicion que él. A pesar de su edad y tamaño, la muchacha rechazaba absolutamente todos los golpes de Nix, de una manera excepcional. Su técnica era perfecta, sus movimientos, ágiles, y su mirada afilada como el sable en envainaba. Pero tan sólo era una niña, así que consiguió posicionar la hoja metálica justo en el hueco entre su cuello y su hombro.
"Es demasiado pequeña", pensó.
Y entonces cayó sobre sus rodillas.
Le faltaba el aire y veía todo borroso, no oía nada.
"Rián."
"Rián"
Trataba de pedir ayuda, pero las palabras no salían de su boca. Empezó a llorar, angustiado y derrotado, sin saber qué o por qué le pasaba.
—¡Nix!—gritó alguien.
Volvió a respirar, casi desfalleciendo, sobre sus brazos, temblando como un flan.
—¿Estás bien?—le susurró Drew al oído.
Hiperventilando, Nix se agarró a su pierna; incapaz de pensar con claridad. Los ojos de Drew se clavaron en los suyos, llenos de preocupación y compasión de color violeta. Se levantó con su ayuda,tambaleándose.
—Sí—le respondió en voz baja—. Sí, estoy bien...algo mareado.
Los ojos de Drew denotaban preocupación por Nix, a pesar de haberle conocido a pesar de haberle conocido hacía apenas un par de días. Su expresión era afilada, grave, y su mirada oscura y misteriosa, con las pupilas alargadas como las de un gato.
—Vuelve a tu cuarto, Phoenix.
Entonces colapsó sobre sus brazos.
*
De madrugada, Nix abrió los ojos, con la tenue luz del sol del Norte entrando por las vidrieras; en completo silencio excepto porla pesada respiración de su hermano a unos metros de él.
—¿Fuiste tú?
Drew observaba el horizonte a un lado del ventanal.
—No.
—¿Qué miras?
Soltó una pequeña carcajada, casi insinuando que Nix era un ingenuo.
—Una tragedia.
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Aïvel (La Historia De Los Elvaiah 01)
FantasyNix es un chaval de quince años al que siempre le han hablado de unas criaturas llamadas "Elvaiah", las cuales veían el polvo. Él decide alistarse en el ejército, como su hermano, descubriendo allí que los elvaiah no son tan solo criaturas con cuern...