El sol salía sobre las 6:30 de la mañana. Era un día de comienzos de otoño en el norte de los Estados Unidos, exactamente en Wisconsin. Se escuchó el cacareo de un gallo que despertó a los Aldrich. Alison comenzó a estirar los brazos como si fuera a tocar el cielo con sus manos mientras bostezaba intensamente. Se refregó los ojos con las manos y fue al baño a lavarse la cara. Había conciliado el sueño etupendamente, o al menos mucho mejor que de costumbre. Por tanto hoy se sentía feliz. Volvió a su habitación y se vistió para ir a desayunar junto a sus padres. Se puso un vestido de manga por el codo que le llegaba hasta las rodillas. Era azul marino y estaba viejo y algo roto. Aunque como era para estar en el campo trabajando y nadie iba a verla no era preocupación para ella.
Bajó las escaleras hasta llegar a la cocina donde estaba su padre, Bob, comiendo tostadas con jamón y zumo de naranja. Su madre, Brittany, preparaba más tostadas para ella y si hija.
-Buenos días. -saludó la niña entrando tranquilamente en la cocina.
-Buenos días, Alison. -le contestó su padre sonriente.
-Buenos días cariño. Ahí tienes tu desayuno. -intervino su madre.
-Vale mamá. -Alison se sentó en una silla en frente de su padre. Comenzó a dar grandes mordiscos a su tostada de jamón y, de vez en cuando, un sorbo al zumo de naranja.
Cuando todos terminaron de desayunar comenzaron a hablar.
-Bueno, hoy tenemos que recoger los tomates y lechugas. Ya están perfectos para vender. -comentó Bob con gran felicidad. Se había pasado los días trabajando en ese campo para poder vender las hortalizas y así ganar algo de dinero para, al menos, poder comer y vestir en condiciones ya que se encontraban en un lugar de extrema pobreza.
-¿Y cuando irás a la ciudad a venderlos? -preguntó interesada Alison.
-Mañana.
-¡Que bien! -se alegra ella -¡Entonces no tendremos que trabajar mucho más en los próximos días!
-De momento parece que no.
-Vale.
Todos se levantaron de la mesa y se dirigieron a su campo. El campo lo tenían justo al salir por la puerta trasera de la casa, para no tener que ir a ningún sitio lejano. Alison ayudaba en el campo normalmente, pero ella era la encargada de cuidar de los animales.
-Cariño, como hoy tengo más trabajo que de costumbre ¿puedes ayudarme con el campo en vez de cuidar de los animales?
-Papá, ¿quién cuidará hoy a los animales? -preguntó preocupada la niña.
-Tu madre. Ella dará de comer a las vacas, a las gallinas y a los conejos. Nadie los acariciará ni estará con ellos hoy. -le explicó Bob defraudante, ya que sabía que su hija adoraba cuidar de los animales. Alison no contestó. Se dirigió a por unos cubos para guardar las hortalizas y luego volvió con su padre.
Varias horas después de recolectar medio campo de tomates Alison estaba agotada. Decidió ir a beber algo de agua.
-Papá, voy a beber agua.
-Vale pero no tardes. Aún nos queda mucho trabajo.
Alison fue hacia la cocina. Estaba mareada, y nunca lo había estado mientras trabajaba. Hoy había un sol realmente abrasador a pesar de estar en otoño y posiblemente fuera esa la razón por la que estaba mareada. Entró en la cocina, donde su madre preparaba la comida.
-Hola mamá. ¿Qué estás preparando para comer?
-Judías.
-Vale.
-¿Y tú que haces aquí?
-Me he mareado un poco mientras ayudaba a papá. -le explicó la niña.
-Cariño, descansa un rato hasta la hora de comer. Yo ayudaré a tu padre.
-¿En serio? -se alegró Alison.
-Claro, la comida ya está lista y no tengo nada que hacer.
-Gracias mamá. Iré a dar una vuelta, a ver si está Catherine.
-Vale, pero no vuelvas más tarde de las 14:00. -advirtió Brittany.
Alison salió de su casa corriendo. Unos metros después de cruzar la verja de su granja paró y comenzó a andar más despacio. Caminaba por un camino de tierra con algunas piedras por el que pasaban los coches de los granjeros. No había nadie, solo alguna granjera que iba a pedirle a otra huevos o leche. Alison conocía a todas las que pasaban, ya que eran las que más cerca vivían de su granja.
Pasó por el árbol centenario, que estaba a una granja de su casa. Ese árbol llevaba allí plantado desde muchísimo antes de que nacieran sus tatarabuelos. A ella le encantaba ese ancho árbol que estaba en frente del camino por el que ella iba.
Tras cruzar 5 o 6 granjas llegó a la de la família de Catherine. Entró. Cruzó los huertos de cebollas de su amiga y al llegar a la casa llamó a la puerta. La madre de su amiga abrió la puerta.
-Hola Alison. ¿Qué haces por aquí? -preguntó amablemente la mujer.
-Me apetecía pasear y ver a Catherine.
-No sabes cuánto lo siento. Catherine está en la ciudad unos días.
-Vaya... ¿Y qué hace en la ciudad? -se preguntó la niña.
-Ha ido a pasar unos días a casa de su tío. Estaba aburrida aquí.
-Ya veo... -a Alison le molestó que su amiga se fuera de allí porque se aburría mucho. Y se va a la ciudad en vez de pasar el rato con ella. No le pareció justo a Alison. -Bueno, ya pasaré cuando vuelva.
-De acuerdo. Adiós Alison.
-Adiós. -ambas se despidieron. Alison volvió camino a su casa.
Por el camino, justo en frente del árbol centenario, se empezó a cansar. Le quedaba poco para llegar a su casa, tan solo cruzar la granja de los Willson, pero ella quiso descansar un rato bajo el árbol. Por tanto se tumbó y cerró los ojos. A esa parte del tronco del árbol le daba la sombra y se quedó un rato escuchando el canto de los pájaros. No se querías dormir, y entonces abrió los ojos y se levantó para volver a casa cuanto antes. El sol le daba en la cabeza y hacía que en su cabello moreno aparecieran reflejos pelirojos. La verdad es que el pelo de Alison era muy bonito.
Al llegar a casa sus padres se estaban lavando las manos. Acababan de terminar el campo y se les veía realmente fatigados.
-Ya estoy aquí. -señaló.
-Bien cariño. Vamos a comer rápido y así cuanto antes acabemos, antes podremos descansar.
-Tienes razón. -todos se sentaron en la mesa y comenzaron a comer. Hacía calor y las judías no apetecían mucho, pero era lo que había y nadie se quejaba.
Alison comió rápido para ir a ducharse y luego a descansar un rato. Había sido una mañana acalorante.