41- Habilidad

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Maratón 3/3:



***





Abro los ojos levemente sorprendido al verlo delante de aquella cosa extraña que yo jamás me atreví a tocar. Recuerdo que cuando obtuve esta mansión, ese peculiar objeto de madera negra jamás me llamó la atención, simplemente no sabía para qué servía, y tampoco me interesaba averiguarlo. Solo lo consideraba un objeto humano más. Nunca me ha sorprendido la cantidad de objetos inútiles que poseen los humanos, aquello es como una enfermedad compulsiva que poseen y no pueden controlar. Crear, crear y crear.

Pero Rubén parece paralizado ante su reciente descubrimiento. Veo aún escondido fuera de la habitación cómo él pasa sus dedos finos sobre la madera negra con lentitud, una lentitud en cierta manera hipnotizante y calmada, llena de emociones escondidas. Casi parece una caricia para aquel mueble, una caricia que yo comienzo a envidiar.

Le escucho emitir un suspiro algo entrecortado, y luego observo sorprendido cómo se sienta en un banco frente al mueble negro. Sus manos se siguen deslizando por la madera hasta que, repentinamente, un largo pedazo del objeto se eleva gracias a sus dedos, dejando ver luego una parte que yo nunca logré conocer. Allí, debajo de la madera, se encuentra una hilera de teclas negras y blancas. Es entonces cuando, sorprendido, logro reconocer el objeto al instante; es un piano. No es la primera vez que veo uno, pero hay varios diseños que muchas veces me han confundido, evitándome reconocer el instrumento.

Los dedos de Rubén se aproximan a las teclas, y yo atrapo mi labio inferior entre mis dientes de manera ansiosa al saber que lo tocará. Deseo escucharlo, deseo escuchar cómo suena aquel artefacto viejo que siempre tuve en mi gran mansión. Simplemente es imposible que la curiosidad no me atrape. Y así, sin saberlo, mi hambre desaparece casi por completo.



-Escuchar: Joep Beving - Sonderling (Live from the Yellow Lounge, Amsterdam)-



Con el primera sonido, mis alas se estremecen.

Observo atentamente cómo las manos de Rubén tiemblan a medida que sus dedos presionan correctamente las teclas blancas y negras pausadamente. Sus temblores me hacen pensar que tiene miedo, aunque no logro descifrar de qué. Parece que se mueve con cautela, como si temiera cometer un error. Pero a pesar de eso, el sonido que produce con sus toques me parece  agradable. Sigo escuchando casi sin pestañear, percibiendo cómo mis alas tocan el suelo al relajarse más de la cuenta. Las alas de Rubén también se ven calmas a pesar de su misterioso miedo, brillantes y puras; alas recién nacidas.

Sonrío a gusto recordando con la vista puesta en sus alas grises, sin dejar de escuchar su melodía, cuando Cass, Ren, Luke y yo aprendimos a volar. 

Volar es una de las habilidades más esenciales de los ángeles. Todos poseen la habilidad de volar, aunque muy pocos la voluntad de aprender. Luke fue el que más sufrió cuando aprendimos a volar. Caía siempre que nosotros nos elevábamos y se lastimaba los brazos y las piernas brutalmente. Y... bueno, todos éramos ángeles negros, así que aprovechábamos cualquier oportunidad para burlarnos de él a pesar de ser amigos, era nuestra naturaleza ser así. Sólo Cassandra se propuso a ayudarle, yo les pillaba muchas veces practicando por las noches. Luke siempre fue el más débil de todos... no me sorprende que en el pasado haya sido el primero en caer ante Leila. Aún así, era un ángel leal y habilidoso. Aprendió a volar con los consejos de Cass... él nunca se rindió. Eso era lo más especial de Luke; nunca se rendía. Siempre pensé en secreto que él había nacido para ser un ángel blanco, y no uno negro.

Pestañeo saliendo de mis nublados recuerdos al ver cómo Rubén comienza a llevar la melodía de piano con más seguridad. Sus dedos ya no tiemblan, y hasta consigo ver una pequeña sonrisa en sus sanos y finos labios. Por alguna razón, aquella sonrisa me contagia, y no hago nada por reprimirla. Luego veo cómo sus párpados se cierran, pero me sorprendo al ver que sigue tocando. No entiendo cómo hace eso sin mirar. ¿Es posible tocar el piano sin ver? Pues sí, al parecer así es, porque Rubén no deja de acariciar las teclas con sus dedos, y a pesar de que la melodía posee un aire de tristeza, es imposible no percibir las sensaciones positivas y calmas que comienzan a iluminar la habitación empolvada.

Vuelvo a sorprenderme, frunciendo un poco mi ceño. ¿Cómo es posible que yo perciba aquella paz? Un ángel negro como yo debería de ser incapaz de sentir al escuchar una simple melodía de piano. Sin embargo lo hago, logro sentir la calma que trasmite su ahora ya no tan pausada interpretación. Suspiro, convenciéndome de que luego profundizaré en este pensamiento. Ahora solo me apetece escuchar lo que Rubén toca.

No era consciente de que él sabía tocar el piano con tanta maestría, la verdad es que no sé muchas cosas de Rubén. Pero ahora, al escuchar su música, casi puedo afirmar que poseo el deseo de conocerle más a fondo. Conocer sus miedos, sus inquietudes, sus dudas, lo que lo hace feliz. Cómo ha vivido mientras era humano, cuál era su rutina, su familia, amigos. Por qué cuando presiona las teclas del piano transmite tanta tristeza y a la vez tanta calma. Una calma desgarradora pero tranquila; resignada. Deseo conocer todo aquello, y deseo poseerlo, reclamarlo como mío, protegerl...

-Se le da bastante bien, ¿no crees?- La voz de August a mis espaldas logra sacarme abruptamente de mis extraños pensamientos, haciéndome volver a la realidad con rapidez. Bufo molesto por no haberle oído al venir, pero luego me percato de que él también parece perdido en la melodía que produce Rubén. Sus ojos brillantes se asoman por la puerta, tal y como los míos hacían hace unos segundos.- Es como si... tocara con el alma...- murmura ausente.

-Deja de decir tonterías.- resoplo en un susurro, algo contrariado al pensar que el humano tiene razón.

-No te hagas el duro. Hasta el corazón de piedra más firme de todos puede ablandarse al escuchar a Rubén.- continúa murmurando.

-Lo que tu digas.- pretendo desinterés, deseando que August se largue de aquí para poder seguir apreciando la melodía con tranquilidad. Pero no se larga, todo lo contrario, parece estar dispuesto a quedarse.

-¿Crees que sea una habilidad de ángel gris tocar de esa manera tan bonita?- pregunta sin mirarme, manteniendo su voz baja para que Rubén no nos escuche.

-No lo creo. Esa es una habilidad humana. Los ángeles no pueden hacer música, sólo cantan.- informo en un susurro casi sin darme cuenta.

-Canta con él. Estoy seguro de que ambos sonarían muy... angelicales.- Ruedo los ojos ante el mal chiste de August e ignoro su pequeña risa infantil para concentrarme en lo único que me importa.

Aunque... debo admitir que me gustaría saber cómo sonaría mi voz junto a esa melodía.



El Brillo de la Oscuridad (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora