Una mañana como otra cualquiera de septiembre, primer día del nuevo curso... Nervios, novedades y sorpresas es lo que les espera a la mayoría de los alumnos cuando crucen las puertas del instituto. En cambio a otros: miedo, soledad, angustia... Aunque sobretodo miedo.
***
-¡No, no pueden llevársela! – grito con todas mis fuerzas, pero nadie me escucha. La están cogiendo por los diminutos brazos y le están haciendo daño. - ¡Dejarla! ¡Vais a romperla en dos! – exclamo lleno de impotencia. Por un momento consigo zafarme de las fuertes manos que me sujetaban y corro hacia ella. Cojo sus manos y beso su frente, como si fuera a deshacerse en mil pedazos cuando despegara mis labios de su preciosa piel. - James, no dejes que nos separen. – me suplica ella, abrazándome. La estrecho entre mis brazos e intento sacarla de este infierno, pero es tarde. El hombre musculoso que la sujetaba, con rasgos asiáticos, vuelve a hacerlo y, entre golpe y golpe, desaparece tras las puertas de nuestro "querido" hogar.
Despego la espalda del colchón como si estuviera ardiendo y cojo aire. Respiro hondo y cierro los ojos de nuevo. Estoy sudando y con el pulso a mil, lo de siempre. Después de varios minutos intentando calmarme, me levanto y me dirijo hacia la ducha. El agua caliente consigue relajar mis músculos en tensión, pero mi mente sigue reproduciendo una y otra vez la misma imagen: ella rogándome que lo impidiera, que hiciera algo. Pero no lo hice. Sacudo la cabeza para intentar disuadir esos recuerdos y salgo del diminuto espacio cubierto con azulejos azules, envolviéndome en una toalla. Entre grito y grito del Abuelo, me visto con prendas negras y me calzo mis botas de siempre.
-Llegas tarde. – me espeta nada más entrar en la cocina.
- Buenos días para ti también. – cojo una manzana y me siento en uno de los taburetes.
- Ayer también llegaste tarde a las clases, James.
- Que astuto. – le doy un bocado a la manzana y miro la televisión colgada de la pared.
- Es imposible contigo. – se rinde el Abuelo, ayudándose del bastón para levantarse.
Asiento dándole la razón y termino de comerme la manzana sin prisas. Salgo de la casa con la mochila al hombro, sin despedirme. ¿Para qué?
***
Me siento al final de la clase de matemáticas, como en la de física, historia, biología y... todas las demás. Lucas y Kurt, los graciosos de la clase, se acercan a mí y me chocan la mano, como de saludo supongo.
-Eres un malote, eh. Siempre saltándote clases. – suelta el moreno por esa bocaza.
A ver, son majos pero muy pesados. Se nota que son dos años mas pequeños que yo, ya que uno va detrás del otro y los dos quieren ir a contracorriente. Tonterías.
-Deberíais tomarme como ejemplo. – respondo con ironía poniendo mis pies en la silla vacía de al lado. Se que ya me tienen de ejemplo, pero lo peor es que creen que soy un buen ejemplo.
El profesor entra en el aula y me paso la clase observando a los demás. De vez en cuando suelto algún chascarrillo para no apagar mi reputación y, como no, el moreno y el rubio de bote siguen mi buen ejemplo y se unen a los pequeños chistes. Es aburrido que ya los profesores no se molesten ni en ordenarte que te sientes bien. Ser un caso perdido es una mierda.
El timbre anuncia el comienzo del primer recreo y es por ello que me dirijo al sitio de siempre. Hay mucha gente, lo habitual, pero me siento entre David y Alen. Estos dos son los menos falsos de todas las personas que conozco y me caen bien, pero tampoco son un pilar fundamental en mi vida.
-Eh tío, Sheyla no para de preguntar por ti. – me informa David nada más llegar.
- Vale. – le doy un bocado a mi bocadillo y le miro - ¿Qué?
- ¿Ya te la has tirado? Pensaba que aguantarías un poco más.
- No, todavía no, pero si te interesa, Katy fue la siguiente en mi lista la semana pasada.
-¡Eso es, James! – exclama David revolviéndome el pelo. – Una más y una menos, campeón.
- Sí, lo que tú digas. Déjame almorzar tranquilo, joder. – protesto mirándole y, seguido, fijo mi vista en Alen.
Alen... Siempre ha sido diferente a los demás, sin embargo nunca se ha separado de nosotros. Es raro. Quiero decir, muchas de las cosas que hacemos no le parecen bien, aunque al final tenga que hacerlas obligado por alguno de nosotros. Estoy seguro de que le gustaría encontrar a otro grupo de gente más prudente como él. Su pelo liso y moreno, bien peinado siempre en un perfecto tupé, su cuerpo no muy marcado y su ropa lisa y de marca contrastan con los rizos oscuros de David, sus músculos definidísimos y su ropa oscura y sin planchar.
David siempre ha sido el más impulsivo del grupo. Se deja llevar por las modas o lo que sea eso que te hace perder la cabeza en incontables ocasiones. Y en muchas de esas veces arrastra a Alen con él.
Respecto a las tías ya ni te digo, son polos completamente opuestos. Alen nunca ha tocado a una chica con las mismas intenciones que David. El primero siempre acaba pillado de verdad por alguna mientras que el otro solo va a lo que le interesa, sin complicaciones.
El recreo acaba y me voy antes de que vomite por seguir escuchando lo bien que se lo pasó ayer David con Clary. Las clases trascurren como siempre: lentas y aburridas. Ahora mismo estoy en inglés y juro que podría dormirme y la profesora no me diría nada. De hecho, estaría agradecida.
Pero algo llama mi atención. El tutor toca a la puerta y entra. Alguien va detrás de él.
-Perdona, ¿puedo robarte cinco minutos? – pregunta Robert. Es buen tutor pero demasiado pesado a veces.
- Claro, adelante. – responde sonriendo la de inglés. Es Sara... San-Sandra... No se, S.
-Chicos, éste es Njord. Se incorpora hoy a esta clase y me gustaría que algunos de vosotros le enseñarais las aulas donde tiene que ir y bueno, el instituto en sí. Si se atasca un poco con el español, tener paciencia y ayudarle, porque viene de Japón, aunque lo domina muy bien.
El chico es enano, pero muy enano. Tiene los rasgos típicos de un japonés y me hace gracia lo perdido que se le ve. Sus ojos recorren toda la clase y en ellos se refleja lo asustado que está. Su flequillo baila con cada movimiento de su pequeña cabeza y eso me hace aun más gracia. Aunque el humor se desvanece cuando la profesora le dice que se siente a mi lado. Sí, claro, puede sentarse Señorita S, gracias por preguntar. No me molesto ni en mirar al enano cuando se sienta a mi lado. Joder, si es que noto desde aquí como tiembla.
La clase sigue su curso después de darle la bienvenida y hacer las presentaciones, y me la paso mirándole y riéndome porque eso lo pone aun más nervioso. Cuanto más lo miro, más me recuerda a algo... No, a alguien. Al que me separó de ella.
Mierda.
La ira sube por mi columna como gas recién agitado y no puedo evitar apretar los puños y la mandíbula.
Es clavado al tío que me arruinó la vida por completo.
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Él, Ella Y Él
Novela JuvenilMiro hacia abajo y mi cuerpo empieza a responder por mí: primero subo una pierna, me agarro a la barandilla y subo la otra. Me quedo con los pies colgando bajo la nada, replanteándome si seguir aquí, jodiendo a la gente, o si hacerles un favor a tod...