Capítulo 8

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Decido ponerme a escribir un rato, porque en la tele no hacen nada bueno y Anna se ha quedado dormida después de beberse medio biberón.

"En un día soleado, como hoy, llegaron unos seres a este planeta y ellos no sabían que iban a cambiarla por completo..."

Empiezo a escribir, aunque se que esta historia la dejaré a medias, como todas las que hago. Así pasa una media hora hasta que la cerradura de la puerta principal suena: alguien intenta abrir la puerta, sin mucho existo. Me levanto y miro por la mirilla antes de abrir la puerta.

-¡Hola papá! Mira lo que estoy escribiendo. – voy corriendo hasta el sofá y cojo las hojas que he rellenado estos últimos 30 minutos. Se la doy y sonrío emocionado. Espero que le guste.

-Si... Vale... - responde arrastrando las palabras. Huele a la bebida amarilla con espuma que siempre bebe... A mamá no le gusta que lo haga, pero a él le da igual.

-Léela papá, dime si te gusta. – le miro impaciente y espero a que lo haga.

Pero no lo hace. En vez de eso, saca un mechero que siempre lleva en el bolsillo y lo enciende.

-Joder niñato, te he dicho que vale, no quiero leerlo. ¡Es que no lo entiendes! – me grita en la cara. Empiezo a llorar cuando acerca la llama a una de las esquinas del papel y empieza a quemarlo – La "póxi".... "póxri"... ¡Joder! Si vuelves a molestarme, acercaré esto a uno de tus brazos. ¿Queda claro? – pregunta casi susurrando. Cada paso que se acerca a mi es uno que retrocedo yo. Me da miedo -¡Que me contestes! – me tira el mechero, dándome en toda la frente. Lloro aun más, junto con Anna, a la que ha despertado este maldito im... - ¡Karen! ¡Te quiero arriba ya! – sigue chillando, esta vez a mi madre.

Tira una botella vacía de la mesa al suelo, observo como se rompe cada pedazo de cristal y no puedo evitar compararlo conmigo mismo... Me estoy rompiendo en mil añicos.

¡Malditas pesadillas! Joder, es que no hay ni una noche que me dejen tranquilo. Además, siempre sale Anna en ellas y no me ayuda en nada, de verdad que no. Estoy haciendo todo lo posible por llevarlo mejor, son cinco años los que han pasado desde que mi vida se fue al garete y todavía no lo he superado. Esto es duro y lo peor de todo es que tiene que parecer que no lo es. ¿Por qué todo tiene que se tan complicado? ¿Por qué no puede haber una sola persona en mi vida que me comprenda y me haga feliz? Ah si, por supuesto, porque me la arrebataron hace sesenta meses. Nadie puede ocupar su sitio.

***

-¿Se sabe algo más de David? – le pregunto a Alen mientras entramos al instituto.

-No, sigue igual. En parte es bueno, mejor que no haya muchas variaciones. Ah sí, su madre me ha dicho que no digamos nada o se lo digamos al menor número de personas posibles. No quiere que esto rule mucho.

-Vale. Pues mejor no decírselo a nadie. – me rasco la nuca y ruedo los ojos cuando la gente clava la mirada en nosotros al pasar por delante. – Es muy jodido, ¿sabes? ¿Y si no sale de ese estado? Porque eso pasa, Alen. Los familiares los desenchufan de esas máquinas que le mantienen con vida para no sufrir más. ¿Y si su madre decide que eso es lo mejor? Nosotros no podemos decirle que no.

-James, tranquilízate joder. Me estás poniendo nervioso. – coge aire mientras caminamos. ¿Tan nervioso lo he puesto? – David va a salir de esa mierda de estado, ¿vale? Así que no empieces a hacer supersticiones, porque eso es lo que son: supersticiones.

-Está bien. Luego nos vemos. – le doy un golpecito en el hombro a modo de despedida y, seguidamente, nos vamos cada uno a nuestra clase correspondiente.

Me paso la clase de matemáticas pensando en Carlota. Aun sigo dándole vueltas a la fortaleza y la vida que irradia. Va a ser mi ejemplo a seguir seguramente hasta que me muera.

Todo iba bien, las clases pesadas, los profesores pesados, la gente pesada, todo como siempre hasta que el enano este se ha vuelto a tropezar conmigo. No lo aguanto más. Pero lo peor de todo es que, como me ha tocado las narices, lo he llevado hasta al aseo y le he pegado hasta que me han dolido los nudillos, y, como no, ha tenido que quedarse inconsciente.

Ahora que ya se lo ha llevado la ambulancia y nadie ha sospechado de mí, ya estoy más tranquilo. Como se muera, tenemos aquí jaleo para meses y meses.

¡James! ¿Cómo puede importarte si se muere solo por la repercusión que va a tener? ¡Por Dios, que es una persona, como tú!

Calla. Tú no sabes lo que estoy pudiendo descargar gracias a él y su diminuto cuerpo. Verlo sangrar es tan reconfortante después de todo lo que he sangrado yo...

Bueno, piensa lo que quieras. No tienes remedio y eso es muy triste...

Otra igual, ¿y qué que sea un caso perdido? ¿Sabes qué? Que me importa una mierda. Estoy harto de tener que luchar hasta con mi propia consciencia.

-Eh, tío, ven ya. – me susurra Alen tirando de mi brazo hacia un rincón apartadísimo. - ¿Has sido tú el que casi lo mata? – aparto la mirada y niego con la cabeza – James, que te he visto joder. No puede ser... ¿Sabes que puedes ir al centro de menores por esto? Tío, con lo tiquismiquis que están con este tema y vas tu y lo haces. Joder James, joder. – sacude la cabeza, paseándose de un lado a otro. Parece indignado, pero no entiendo por qué.

-Eh tío, ¿pero qué mas da? Lo primero es que no me van a pillar y, lo segundo, ¿qué más te da que lo hagan?

-James tío, eres mi amigo y ya no podría con más. Entre esto y lo de David estoy saturado, imagínate si te pillan.

Le hago un gesto para que baje la voz y lo obligo a salir del instituto conmigo. Las clases ya se han acabado para mí, aunque a él le queda una.

-Bueno, supongo que no vas a decir nada. – sigo la conversación cuando me aseguro de que no hay cámaras cerca.

-No, obvio que no. Pero, ¿por qué? ¿Por qué lo has hecho?

-No me mires así tío, tampoco es un delito.

-Sí, claro que lo es. ¿Pero es que no ves la gravedad del asunto? ¡Que te puede encarcelar! – exclama tirándose de las raíces del pelo.

-Vale, tranquilo. Puede que sea algo grave, pero no me van a pillar. Ya me he asegurado de que ese enano no diga nada. Oye, ¿no vas a ir a la última clase?

-No, no estoy para concentrarme en ecuaciones después de lo que me acabo de enterar.

-Vale, vale, vamos a por algo de beber y te relajas un poco.

Parece estar de acuerdo, por lo que caminos hasta una cafetería bastante alejada del instituto, por si acaso.

Voy a dejar la mochila en una de las mesas, pero se me cae al suelo. No puede ser... Sonrío al verla y más aun cuando se acerca a mi. Es monísima y nunca me cansaré de decirlo.

Él, Ella Y ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora