Capítulo 9

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-¡James! –exclama Carlota, tirándose a mis brazos. Va vestida con un bonito vestido rosa floreado, que le sienta de maravilla.

-¡Pero chica! ¿Qué haces aquí? Que sorpresa. – sonrío y le devuelvo el abrazo, envolviéndola con mis brazos.

-¡Me han dado el al... al...! ¡No se, algo con lo que puedes salir del hospital! – se aparta un poco, sin soltarme, para mirarme y rio observando sus grandes ojos.

-El alta, supongo. Aunque a ti te tendrían que dar la baja, eh pequeñaja. – vuelvo a reír. Esta niña hace que me ría más de lo que me he reído en estos últimos meses. -¿Has venido con tus padres? – pregunto mirando por el local.

-Con mi mamá. Papá se fue de viaje, uno muy, muy largo. Dice mamá que a lo mejor no vuelve de lo largo que es, pero que seguro que sí.

Me muerdo el labio y sacudo la cabeza. Su padre está muerto.

-Que bien. ¿Y no te estará buscando tu mamá?

Justo en ese instante en el que acabo la pregunta, una mujer de unos cuarenta aparece en frente de nuestra mesa, por lo que me obligo a levantar la vista para mirarle.

-¡Carlota! No me des estos sustos, avísame por lo menos. – posa mi mirada en mi y, como no, en mis tatuajes - ¿Quién es? Si seguro que ni lo conoces, venga, deja de molestarlos.

-No, no, no molesta señora. La conocí ayer en el hospital, en la sala de juegos. De hecho, ella me saludó a mí primero. ¿A qué sí?

-¡Siiií! – exclama súper feliz – Se llama James y es muy majo. La gente dice que no por las pinturas estas del brazo, pero sí que lo es. Y sus pinturas son muy chulas.

Suelto una carcajada mirándole.

-Si quiere que la deje, nos vamos y ya esta, no hay problema. – le digo a su madre, que nos mira con... ¿Ternura?

-No, no, por favor. Nunca la había visto tan feliz con algún chico. Siempre les ha tenido medio, desde pequeñita, incluido mi padre y mi... mi marido. Supuse que era por la voz grave o porque los veía muy grandes, pero que va, aun les tiene pánico.

Me muerdo el labio para no sonreír.

-Eso no lo sabía. – acabo sonriendo y le miro - ¿Nos tienes miedo a los chicos, pequeña? – aprieto su nariz y río. Ella asiente y se agarra a mi cuando pilla a Alen mirándola. – Tranquila, no es malo. Se llama Alen y es amigo mío. ¿Ves? Los dos tenemos tatuajes. – sonrío al ver como lo observa con curiosidad.

-Pero tú eres mejor. – hunde su pequeña cabeza en mi pecho y hace que vuelva a reírme. Me encanta.

-Pues muchas gracias. – sonrío y miro a su madre – Se que es muy precipitado y que me va a decir que no y lo voy a entender, pero si quiere puede dejarla con nosotros. O quedarse usted aquí, lo que quiera. – me rasco la nuca, algo nervioso. No quiero que me separe de esta criaturita que tengo en mi regazo ahora mismo.

-Bueno, si te parece me siento aquí con vosotros y os pregunto un par de cosillas. Ah, y no me hables de usted, por favor. Me hace sentir muy mayor. –comenta riéndose. Sonrío y asiento en respuesta – Llámame Teresa.

-Perfecto. ¿Y eso que ya le han dado el alta? ¿Está todo controlado? – pregunto, preocupado por la salud de esta pequeñaja que está jugando con mis manos. Pienso lo que he dicho y me muerdo el labio – No quiero... No quiero meterme donde no me llaman, se que son asuntos muy personales pero...

-Tranquilo James, está bien. – me interrumpe su madre sonriendo. Suspiro aliviado y sonrío contagiado ella – Sí, está todo genial. Le han extirpado el tumor con éxito y, bueno, ya hemos pasado todo lo malo.

Él, Ella Y ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora