No Permitas Que Nadie Te Lastime

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-Tienes miedo, se nota en tus ojos...-su respiración se volvía cada vez más  débil y lenta- No permitas que nadie  te lastime mi princesa...-fue entonces cuando su pecho se quedo inmóvil, sus ojos volteados, se encontraba muerto.

- ¡Marc!- grite entre sollozos una y otra vez  pero el no me respondió,  y jamás lo volvería a hacer...

Me encontraba con las manos cubiertas de tierra y sangre, la sangre de Marc quien ahora se encontraba sin vida en el suelo. No podía moverme de su lado, se lo prometí. Le prometí que jamás desaparecería de su vista, pero una voz en mi interior me gritaba que huya, que él nunca más abriría sus ojos para verme; para protegerme. 

Tome el arma que Marc tenía en el bolsillo interior de su chaqueta y salí corriendo, me escondí tras unas grandes rocas que habían en ese lugar, no sabía dónde estaba ni lo que pretendían hacer conmigo. Me tuvieron encerrada por días en un cuarto donde solo una vela alumbraba   esa penumbra. 

Cuando vi pedazos de la puerta que me aprisionaba  volar supe inmediatamente que era Marc, mi protector, el que daría su vida por la mía y así lo hizo, junto a él pudimos escabullirnos hasta llegar a un espacio verde con altos matorrales, cuando nos dimos cuenta de que no estábamos solos, comenzamos a correr. A Marc le dieron un balazo en la espalda, pero no se detuvo me arrastro  lejos de allí y ahí fue cuando él se desplomo en la fría tierra y me dijo sus últimas palabras, las cuales fueron dedicadas hacía mí, la razón de su muerte.

Alguien tiro de mi brazo sacándome completamente de mis pensamientos, aterrándome por completo produciendo que el arma se me escape de las manos, le propine un codazo, pero no lo lastimo intento callarme tapando mi boca con su mano la cuál mordí y el soltó una maldición y exclamo:

-¡Idiota! Soy yo- 

Reconocí esa voz era Jean el guardia francés, quien suplía de su labor a Marc cuando se le presentaba algún problema. Lo mire un momento, no podía contener las lágrimas y le susurre:

-Marc esta muerto...-se me quebró la voz, Jean inmediatamente me tomo en sus brazos y sacó de su bolsillo un móvil, donde marco un número,  y cuando le contestaron el explico:

-Hemos perdido al halcón, tengo conmigo a la princesa, la sacaré de aquí lo más pronto posible el coche está cerca, manden más unidades y recuperen el cuerpo.

Jean no me soltó en ningún momento hasta depositarme en el asiento del copiloto en el coche, lo último que recuerdo de ese día es la voz de Jean diciéndome que todo iría bien, que ya estaba a salvo y que el velaría por mí.

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