El Jardinero y yo
Vivas
Estaba molesta, muy molesta. No era justo. Papá había adquirido un nuevo puesto en su trabajo, uno importante; iba a ser un jefe, pero habíamos tenido que mudarnos para eso y aunque lloré y me negué, tuvimos que hacerlo. Ya estábamos en la nueva ciudad, en nuestros nuevos condominios y yo estaba frente al edificio donde estaba nuestro departamento. Era una residencia muy bonita, tranquila y llena de jardines, como a mami y a mí nos gustaban, aunque ahorita no me gustaban nada. Estaba triste porque había abandonado a mis amigos y tendría que ir a una nueva escuela; tristeza que descargué como enojo contra una sección de flores, pateándolas sin consideración en una rabieta de las que poco me caracterizaban. Entonces llegó él.
—Oye —Me sobresalté al escucharlo tras de mí y me giré para mirarlo, asustada; seguro que iba a regañarme. Sin embargo, habló con bastante tranquilidad—. No patees las flores, les duele.
Fruncí el ceño mirando las flores ahora dobladas o rotas y sin pétalos.
—No les duele. No sienten —objeté posando mis ojos verdes en los negros de él.
Era un señor muy alto y de cabello negro, el que se veía bajo la gorra azul marino que usaba; vestía unos vaqueros desgastados y manchados y una playera del mismo color que la gorra. Lucía realmente grande, pero a mis casi siete años qué más podía pensar.
—Claro que sí —repitió él—. Están vivas.
—No lo están —volví a negar.
—¿Por qué dices que no?
—No se mueven —Me crucé de brazos, terca.
—Pero crecen. ¿Tú creces?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque estoy viva.
—Pues lo mismo pasa con la flores. Y a ti no te gusta que te maltraten, ¿verdad?
Miré otra vez lo que quedaba de aquella flora destruida, y mucho más triste que antes, me arrodillé en el pasto y tomé una, cuyo tallo roto se dobló incapaz de sostenerse por sí mismo. Intenté acomodarlo en su lugar sin éxito y me dieron ganas de llorar porque entendí que estaba así por mi culpa.
—Lo siento, flores —me disculpé en un susurro en tanto lágrimas bajaban por mi rostro y ese hombre misterioso se alejaba de mí, dejándome llorar tranquila.
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El Jardinero y yo [II]
NouvellesElla es una pequeña niña curiosa, inocente y alegre. Él es un simple jardinero amargado, gruñón e irritable. Pero eso no importa porque ella lo considera su amigo, su amigo el jardinero.