Atrapasueños.

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Os contaré un sueño, un sueño del que sigo dudando que sea real, o sólo imágenes oníricas producidas por mi cabeza. Quizás con esta historia podríais ayudarme a descubrir la verdad.

No sé que día es y tampoco exactamente la hora. Pero es verano y estamos cercanos al mediodía; las cigarras hacen ese sonido chirriante desde los árboles y el sol, en todo su fulgor, se alza en medio del despejado cielo azul, descubierto de nubes. Ofreciendo un calor impropio de la época, por las camisas de manga corta y gorras que lleva toda la gente.

Camino un poco aún desorientado por el amplio camino de la rambla, admirando los árboles y los comercios a ambos lados de la calle.

Hay mucha gente, pero aunque hubiera habido más podría haberla distinguido perfectamente. En la terraza al aire libre de una cafetería, una joven de liso y bien peinado cabello cobrizo tomaba una taza de té helado despreocupadamente.

Estoy seguro de que siempre viene y se sienta en esa misma mesa junto a un libro todos los días.

Empecé a observarla y tener 'citas' sin que ella lo supiera día tras día, a la misma hora; ella se sentaba en su mesa con su té y su libro y yo me quedaba mirándola desde un banco a la sombra de un viejo roble.

Comencé a leer los mismos libros que ella leía para saber más de ella y con el tiempo pude conocer muchas cosas de ella, por ejemplo: le gustan los girasoles, siempre está atenta a los girasoles de la jardinería de al lado y a cuando giran con el sol; definitivamente adora el té helado y no cualquiera, el que siempre pide mientras lee, con unas gotitas de limón; le gustan los colores vintage, todos sus vestidos son de ese color y su color favorito probablemente sea el rosa salmón. Sin embargo seguía sin saber su nombre, así que la nombre 'señorita A'.

Un día cualquiera asistí como de costumbre a mi cita con la señorita A, ella asistió puntualmente con un vestido lila y unos tacones blancos nuevos.

Sin embargo ese día fue diferente, ella salió la última del café, entrada la noche; se iba sola y por miedo a que la pasara algo, la seguí de lejos.

Iba caminando por una calle solitaria e iluminada por unas pocas farolas. De repente tropezó y se rompió el tacón de uno de sus zapatos. Se quitó los zapatos y se sentó en el bordillo de la acera.

-Así no podrás continuar.

La señorita A levantó la cabeza sobresaltada mirando a todos lados. Aparecí bajo la luz para que pudiera verme.

-Encantado de conocerla señorita A.
-Yo no soy...
-Usted es la señorita A, yo la conozco muy bien.
-¿Quién es usted?
-mmm... -lo medité un rato- ¿el señor B?

Intentó parecer seria, pero finalmente se le acabó escapando la risa.

-¿Y qué se supone que conoce de mi?
-Muchas cosas, como que le gusta el té con limón, que estudia economía y que le gusta pintar.
-¿Cómo...

La pregunta quedó en el aire, no me atreví a responder rápido, porque seguramente pensaría que era un acosador en toda regla –aunque eh de admitir que un poco sí–, pero preferí decirle la verdad, de alguna manera la señorita A me inspiraba confianza.

-Pese a que no lo sepa, hace bastante que nos conocemos.
-No le recuerdo.
-Hemos tenido varias citas.
-¿Cuándo?
-Cuando llegabas cada mañana a la cafetería, pedías un té frío con limón y leías libros sobre finanzas y administración o veías revistas sobre galerías de arte mientras observabas los girasoles de la jardinería del frente e intentabas dibujarlos en una servilleta.

Su expresión se suavizó un poco, di gracias por su reacción y porque no pensara que era un loco. Lo último que recuerdo de ese sueño fue que me dedicó una sonrisa y pude conocer la verdadera felicidad.

Me despierto lentamente y froto mis ojos por instinto, son las cuatro de la mañana, sin embargo aún dudo si sigo soñando, porque a mi lado está la señorita A, que ahora es la señora B; mi mayor felicidad y mi mayor sueño, porque a día de hoy me sigue pareciendo cosa de magia que pueda estar con ella, y que de esta historia tan peculiar haya finalizado de la mejor manera que pudiese haber imaginado. Porque como dijo Antoine de saint-exupéry: «Haz de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad».

Para mi señora B, Clara, por estos dos años de matrimonio, gracias por convertirte en mi realidad.

Señor B (Fabián).

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