El comienzo.

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Él sabía que su hermano era mejor en tantos aspectos que no le estaba sorprendiendo el hecho de que lo dejaran abandonado. Que se olvidarán en algún momento que también necesitaba atención como cualquier otro niño de su edad. No le dolía el hecho de ser olvidado, menos preciado y hasta comparado, siempre destacando que era poca cosa a lado de su hermano Tatsunari era mejor.

Él lo sabía, no odiaba a su hermano por ello, no entendía el concepto de odiar a alguien que no hacía mucho, solo imitaba lo que sus padres hacían. Odiaba a sus padres por hacer tan notables las diferencias, odiaba a su primo por preferir a su hermano y mimarlo, ya no creía en las palabras que alguna vez le dijo el rubio, de hecho cuando repetía.

—Puedes decirme lo que quieras, estaré para ti.

Le hacía sentir asco y repulsión. Al único que le importaba era a su abuelito. Él lo trataba bien, le miraba, le atendía y hasta le ayudaba a hacer su tarea, para su abuelo él era el centro de atención. Estaba intentando llenar lo mejor posible el vacío que le dejaba el resto del mundo, y lo agradecía, aunque no fuera suficiente.

Pero todo cambio aquel día que los amigos de su primo lo convencieron de salir con ellos y su hermano. Vaya pensó que Asari, Alaude y G. Serían diferentes, Deamon-nii le convenció de salir con ellos con una gran sonrisa, sólo por él lo hacia, ya que en el momento en que Giotto llego a pedirle que saliera con ellos.

—Sólo le dio una mirada de asco y con un rotundo—No, y deja de fingir que te importo—aquello hizo que él actual cielo de Vongola sintiera que era que tú corazón se hiciera pedazos.

Él rubio sintió su corazón romperse ante la seca respuesta del chico, creía que sería un excelente sucesor, pero al parecer el odio que él niño le profesaba no era normal y según él sabía por qué era. Claro que según él, no había un motivo claro para su desprecio, sólo que un día noto que él pequeño de cabellos chocolate no lo miro más, no le sonrió, ni si quiera le hacía una cara al verlo. Ahí fue cuando se pego más al gemelo menor, pero vaya sorpresa se llevo al ver que Tsuna era él que heredo las llamas de cielo, ahí intento acercarse más, enseñarle como controlarlas, pero él crió no lo quería cerca, con sólo ver lo, parecía que él menor quería vomitar.

Él jefe Vongola se deprimió a tal grado que las palabras de ayuda de Asari no ayudaron mucho. Deamon miro a Tsuna de manera reprobatoria, él chiquillo sintió el corazón encogerse y casi llorar por que Deamon-nii le estaba diciendo que lo que hizo estaba mal. Aquello no paso desapercibido para nadie, ni para él mismo Giotto que se retorcía de dolor por que su sucesor lo odiaba. Ahí fue Deamon convenció al chico de acompañarlos, una gran sonrisa, unas cuantas palabras amables y ya tenía a Tsunayoshi donde quería, la única petición del menor fue que Giotto no vaya, él rubio acepto con el corazón roto.

Pero vaya que él rubio se arrepentiría de no ir, ya que al pequeño Tsuna lo habían dejado afuera de la tienda de dulces por que su querido hermano no quería que entrara, él menor se sentó a esperar, pasaron las horas y ellos no salían, al principio pensó que lo habían abandonado, pero no podía ser, ya que Alaude, G y Asari, prometieron cuidarlo. Luego de bacilar unos minutos sobre si entrar o no, lo hizo, entro llevándose la sorpresa que aquellos amigos de su tan odiado primo lo habían dejado sólo.
Así fue como empezó a caminar por las bellas, rusticas y poco transitadas calles de Italia, no tenía miedo, su desesperación no era por estar perdido, si no por lo que sus padres pudieran hacerle. Tenía miedo de ser castigado. Caminaba por las calles del lugar sin importarle si se encontraba con alguien de una familia que quisiera venganza de Vongola, en realidad no le importaba nada en esos momentos, sólo eran él y su soledad, hasta que se topo con un hombre alto, de cabello negro, vestido de traje, con un camaleón en el sombrero y unas peculiares patillas rizadas. Él hombre gritaba «peligró» por donde lo vieras, era alguien que se imponía al igual que su presencia.

—Lo siento—se disculpo con una reverencia. Se había cansado de actuar tan asustadizo. El no era así.

Él mayor lo observo, pensó que se pondría a llorar como todos los mocosos que se había encontrado. Pero este chico era curioso y más esa carita junto con esa aura que pedía a gritos que lo protegieran.

—No hay problema—le resto importancia—. ¿Estás perdido?—le pregunto claramente preocupado pero sin demostrarlo.

La voz gruesa y a la vez suave le hizo temblar. Pensó en algo relajante y lo único que se le venía en esos momentos era aquella voz.

—No—la voz infantil fue firme, y sin dudas.

Eso sorprendió al hombre de aura oscura. Nunca se había topado con un chico con tanta madurez.

—¿Entonces?—alzó una ceja mientras lo veía, no parecía estar mintiendo.

—Me abandonaron—afirmó con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Te duele que lo hagan hecho?—él mayor se agacho a la altura del chico.

—No, yo ya me esperaba algo así—murmuró—. Duele que no tengo con quien quedarme.

Él mayor estaba enternecido por la escena, era tan tierno aquel pequeño.

—¿Cómo te llamas?

—Tsunayoshi Di Vongola ¿Y tú?—dijo intentando no llorar.

No le sorprendía ver al hijo de Iemitsu, no le sorprendía saber de quien era hijo, de hecho esos gesto que él menor hacía, le recordaban tanto a la dulce Nana, era algo que su cerebro ya le estaba diciendo.

—Reborn Arcobaleno...

—Eres un mentiroso ese no es tú apellido—le dijo haciendo un puchero.

Reborn miro al niño para luego empezar a reír. Muy poca gente descubría alguno de sus engaños.

—Tienes razón, pero mi nombre si es Reborn.

—Mucho gusto Reborn-San.

—¿Quieres venir conmigo?—le pregunto al pequeño con una sonrisa.

—Sí—contesto con voz cantarina.

Así fue como Tsuna consiguió quedarse con alguien que lo protegería a toda costa. En verdad esperaba nunca volver a regresar a casa, si extrañaría a su abuelito, pero ahora él tenía que cuidar a Reborn-san y hacerlo feliz, si por que él sabía de la soledad que cargaba.

Mientras la mansión Vongola estaba todo patas arriba. Giotto estaba a punto de explotar, mejor dicho para él era el fin del mundo. Deamon se aguantaba las ganas de hacer sufrir a los idiotas de sus compañeros. Timoteo Vongola estaba de mal humor, él quería a su nieto lo más rápido posible. Iemitsu no estaba mejor, estaba triste, realmente triste por la perdida de su hijo al igual que Nana, pero eso no arreglaría nada. De hecho nadie se había dado cuenta que faltaba hasta que Deamon junto con nono preguntaron por él menor.

—¿Dónde esta Tsuna?—Pregunto Deamon al mismo tiempo que Timoteo.

—¿Tsunayoshi-Kun?—la voz del noveno Vongola sonaba enojada.

—¿Fue con nosotros?—pregunto Asari.

—Sí—afirmaron estaba vez juntos los tres.

—Yo no lo vi—dijo G.

—¡Lo abandonaron!—gritaron todos los presentes.

Así empezó la odisea en Vongola. Él pequeño Tatsunari estaba feliz por que al fin su estúpido hermano había hecho algo bien y eso era desaparecer. Hasta que nono demostró que él quería al pequeño Tsunayoshi sobre él.

—¡Esto es su culpa!—grito Timoteo enojado—¡Si no hubieran hecho ninguna preferencia!—a todos les cayeron el peso de aquellas palabras.

—Calmese nono...

—¡No!—su voz sono decidida—¡De ahora en adelante sólo Tsunayoshi sera reconocido como un verdadero Vongola!—les dio la orden a todos—¡Él será el sucesor oficial de Giotto!—juro sin mirar dos veces a las personas en la habitación.

—Nono, no puede...—intento razonar Iemitsu.

—Puedo y lo haré. Aún tengo autoridad en esta casa, en Vongola mi palabra aún es ley.

Todos temblaron, más que temblar callaron y aceptaron. No podían hacer nada, si, Giotto tenía el mando ahora, pero él noveno Vongola aún se imponía, y rechazar sus ordenes era como traicionar a Vongola. Era algo que no querías hacer si querías mantenerte con vida.

Él  cielo se tiñe de dolor(En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora