Capítulo cuarenta

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No supe cómo volver a mirar a los ojos a Emily. Sentía que en nuestra relación algo había cambiado. Algo de la confianza mutua que teníamos desapareció. Me duele muchísimo pensar que por un capricho, un absurdo capricho, todo lo construido se desmorone. No quiero perderla, ella es la única razón por la que no me he ido de este pueblo. La gente se está empezando a dar cuenta de que los años no pasan para mi padre, siempre mantiene sus mismos 36 años de siempre.

- ¿Emily, podemos hablar? – pregunté al verla en el comedor. Ella giró sobre sí para verme, su rostro parecía cansado, triste, pero su sonrisa estaba ahí, tan linda como siempre. Tan radiante y llena de vida. ¡Maldita sea! Jamás podré quitarle eso. Su humanidad es lo que ilumina mi existencia. ¡Por qué ella no lo entiende!
- ¿Qué quieres, Ian? – dijo apartándome de su grupo de amigos. Había vuelto a sociabilizarse con sus compañeros. Jessica, Hannah, Caleb, Mike, todos ellos se habían distanciado de Emily cuando supieron que se estaba vinculando conmigo y con mi familia.
- ¿Todavía sigues con la absurda idea de convertirte? ¿No has visto lo feliz que eres con tus amigos? ¿No has visto la diferencia que hay entre ellos y mi familia? – traté de parecer lo más calmado posible.
- Sí, sigo con mi idea de ser como tú. Quiero disfrutar de mis amigos hasta que ocurra mi transformación.
- Emily, por Dios…
- Si tú no estás dispuesto a hacerlo, sé bien quién lo está – me interrumpió para irse de nuevo con sus amistades.

¿Quién podría convertirla? ¿A quién recurriría ella? Dejé la escuela para ir a caminar por el bosque pensando en cada vampiro que ella conocería. Jasper, Rosalie, Emmett, Carlisle, Esme, Alice, yo…
Me quedé paralizado al recordar a los hermanos Salvatore, Damon disfrutaría cada momento del proceso de transformación, él sería el indicado para hacerlo sin piedad. Él sabía más que nadie cómo convertir a un humano rápidamente.
Corrí hasta la casa de Emily, estaba vacía. Fui hasta el hotel donde estaba su padre, habían salido de compras pero no con Emily. Rodeé la casa de Jason, allí no estaba. El colegio, la biblioteca, el bar, el cementerio, no estaba por ningún lado. La preocupación y la desesperación eran cada vez más fuertes en mi interior.
Marqué su número y no contestaba. Dejé más de diez mensajes de voz hasta que llené su casilla de mensajes.
El último lugar que quedaba en mis opciones era mi casa. Pero ¿quién se atrevería a llevar a un humano a una casa llena de vampiros?
- Alice – sonreí.
Corrí a velocidad vampírica hasta mi hogar y pude percibir su aroma desde la entrada. Sabía que estaba a salvo con Alice.

Cuenta Emily:

Después de la clase que compartía con Alice Hale, ella me invitó a pasar la tarde en su hogar. Al principio sentí miedo. Estaría en una casa en la que solo se bebe sangre humana y algo de alcohol (Ian me había explicado que el alcohol funcionaba como un calmante para la sed de sangre de los vampiros). Luego, entendí que nada podría pasarme si estaba rodeada por vampiros inofensivos para mí. Nadie se atrevería a atacar a la novia de Ian Hale dentro de su propia casa.

- No tengas miedo, Emily. Jasper y Rosalie han salido a cazar junto a Esme y Emmett– rió –, no hay nada de qué preocuparse. Ian tampoco está en casa, si eso es lo que más te preocupa.

Jasper había vuelto a probar la sangre humana unos años atrás, su adicción a ella se volvió más agresiva, pero lograron que pueda volver a alimentarse de sangre animal. El único defecto es que todavía existía el deseo de beber sangre humana. Pero la mía no estaba disponible.

- Alice, necesito que tú me digas una razón por la cual Ian no quiere pasar el resto de su existencia junto a mí.
- Mira, Emily, – dijo mientras se acomodaba en uno de los grandes sillones que tenía su habitación – para Ian, tu humanidad, tu forma de ser, tu simpatía, tu humor, tu ser, tu alma, etcétera,  es todo. Por ti vive. Por ti sonríe. Por ti impidió que nos mudáramos a otro pueblo. No quiere perder tu esencia, eso que te hace única e irrepetible. Tienes algo extraño que no deja que ni él pueda leerte la mente, que Rosalie no pueda manipularte, que Jasper no pueda controlar tus emociones, solo yo puedo ver algo de tu futuro pero siempre que uno de nosotros esté allí. Eres especial Emily. Y al convertirte perderás eso que te hace especial. Ya no será lo mismo de antes. No tendrás alma, por lo que ni tu sonrisa ni tu mirada será la misma – unas pocas y tontas lágrimas caían por mi rostro –. A Ian le recuerdas lo que él fue. Le recuerdas lo hermoso que es sentirse vivo. Lo hermoso que es ser humano.
- Es que ninguno de ustedes entiende lo que siento al pensar que a lo largo de los años nada podrá volver a ser como ahora. Yo quizás tendré 40 años y seguiré amando a ese chico que parece de 17 años, pero que ha vivido más de dos siglos. Ustedes no entienden lo que es estar solo, lo que significa para mí estar sola. Jamás he amado así a alguien. Jamás pude sentir lo que siento ahora con Ian. Pensé que no iba a poder enamorarme nunca más en la vida después de que amé ciegamente a alguien que no le importé en lo más mínimo. ¿Sabes lo que se siente que los demás te miren y digan pobre chica, está sola, etcétera?
- Estás hablando con una Hale, Emily. Acuérdate que somos las personas más solitarias de este pueblo. Que todo el mundo nos rechaza, y todas las cosas que tú ya sabes.
- ¿Me trajiste aquí para tratar de convencerme para que no me convierta? – dije poniéndome de pie.
- No, te traje aquí para que charlemos como amigas. Pero tú iniciaste esta conversación, Em – bajé la mirada, triste. Nadie entendía la necesidad que sentía por estar al lado de la persona que más amo para siempre.
- Pues… no creo que tener más cosas para hablar contigo, ni con nadie. Si ninguno quiere convertirme, lo aceptaré. Sé que les he traído demasiados problemas y no quieren uno más. Así que no voy a seguir con Ian – me sequé las lágrimas que corrían aún con más fuerza y me dirigí hacia la puerta. Al abrirla, él estaba allí. Parado a la izquierda de la puerta de la habitación de Alice, escuchando toda nuestra conversación. Sus ojos estaban rojos, pero esta vez era por las lágrimas que habían caído de sus ojos – ¿Tú escuchaste todo lo que hablamos?
- Escuché lo que necesitaba escuchar, Emily – su rostro estaba serio. Me recordaba a aquél día en que nos conocimos, pero esta vez, sus ojos estaban llenos de angustia y dolor.
- Pues bien. No tendré que repetírtelo a ti. Adiós, Ian – me dirigí a la escalera para salir de esa casa que me causaba tanto dolor. Esa casa que imaginé que podría ser la mía en algún momento, pero que ya no era más que un ejemplo de dolor.
Llegué a la planta baja y me dirigí hacia la puerta principal. Escuchaba como Ian y Alice discutían sobre lo que esta me había dicho.

- Hola, Emily – dijo una mujer con una sonrisa arrogante en su rostro. Era castaña, de piel algo morena, con ojos verdes atrapantes. Su cuerpo era perfecto, todo una doncella. Me imaginé su nombre: Katherine Pierce.
- Katherine – dije sin aliento.
Después de ese momento, no recuerdo más nada.

Lamento mucho no haber podido subir este capítulo antes, tuve muchísimos exámenes esta semana y no tuve tiempo de escribir el capítulo. Espero que les guste. Como siempre, muchas gracias por leer. ♥

La oveja y el leónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora