Prólogo

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Creo que ninguno de los lectores de este material se sorprenderá si le digo que Dios tiene un plan para su vida. Esta es una de las primeras enseñanzas que se oye al entrar en un templo cristiano.
Lo que en verdad sorprende es la capacidad que Dios tiene para conectar por su Espíritu la obra de cada individuo que descubre y elige hacer su perfecta voluntad, aunque estas personas no se co- nozcan entre sí.
Cada simple decisión que tomamos bajo la sombra del Altísimo se convierte en una pieza única dentro del motor espiritual de la vida. El conjunto de estas piezas se mueve alrededor de todo el mundo de manera increíblemente coordinada y sincronizada.
La tarea de convertirse en este motor de la vida ha sido encargada a los hijos de Dios. Así es como se permite a la mano de Dios actuar sobre la tierra. Solo de esta forma, y a través de nosotros, se va haciendo posible el cumplimiento de lo que Jesús nos encargó en la oración: que venga su reino y se haga su voluntad en la tierra como en el cielo.
Poco a poco, y a su debido tiempo, la respuesta del Padre celestial a nuestras oraciones en la tierra va llegando a su inevitable consumación. Es Dios el que aúna nuestros esfuerzos en pos de un propósito mayor, a pesar de que durante nuestro paso por este mundo entre la mayoría de sus hijos seremos perfectos desconocidos. Darnos cuenta de eso sí es algo asombroso.
De hecho, mientras yo escribo esto, en otro lugar del planeta existe alguien en quien Dios está despertando un hambre espiritual especial, que le hará buscar una palabra divina fresca y específca, y no se saciará hasta toparse con el mensaje de este libro. Entonces se inspirará y preparará parte de su predicación. También, en un lugar distinto, sobre otro ser humano que oirá esa prédica se activarán el propósito y poder de Dios para impactar, a su vez, a otras vidas.
Todos los hijos de Dios somos parte de este intrincado plan maestro del cielo, que es irrefrenable y se llevará a cabo sin falta, según los tiempos establecidos por Él.
En el marco de este plan universal, somos las gotas dentro del gigantesco mar que fuye desde el trono de Dios, cada cual con su misión específca para cumplir.
Es por eso que, como cristianos, en algún momento de seguro llegaremos a la misma pregunta: ¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida? La conclusión a la que cada uno llegue determinará si se convertirá o no en ese ser que Dios diseñó en su mente, aun antes de formarlo en el vientre materno. Ese diseño perfecto no es utópico, existe para ti y para mí, y por supuesto que es posible alcanzarlo.
Como cristianos no somos soplidos aislados del aliento divino. Cada uno ha sido llamado a formar parte de un mismo organismo vivo, denominado Iglesia de Jesucristo. Estamos unidos en espíritu para dar forma a algo mucho más grande de lo que somos individualmente, una multitud capaz de transformar la realidad completa de todo cuanto nos rodea. Tal es así que la creación entera gime y anhela profundamente ser transformada por medio de nuestra revelación como hijos de Dios.
Pero esta transformación no es inmediata. No basta simplemente con tener el título de cristianos. Aún debemos esforzarnos, solo un poco más, hasta llegar a convertirnos en herederos del reino de Dios.
La diferencia entre el concepto actual de ser cristiano y el verdadero signifcado de ser hijo de Dios, es decir heredero de su reino, es bastante simple: Cualquier adepto a la religión cristiana y que, en el mejor de los casos, un día cree en Cristo y confesa que es su Señor y salvador, puede adjudicarse el título de cristiano. Pero, después de ese momento de convicción y alegría, con el correr del tiempo, muchos de los que dimos ese paso hemos llegado a sentir- nos estancados, insatisfechos, como si nos faltara algo y no sabemos qué. Es porque no fuimos llamados a obtener un título, fuimos llamados a heredar el reino que Cristo conquistó para nosotros, y ese es un camino que necesitamos recorrer para que nuestro gozo sea completo.
Ser heredero no es la decisión de un solo momento. Es la transformación completa del hombre natural que eras, al hijo de Dios que puedes llegar a ser. Solo permaneciendo en Cristo puedes lograrlo. Él es el camino, la verdad y la vida. Para heredar su reino has de permanecer en ese camino; y para recorrerlo es necesario reconocer la voluntad de Dios. Es un sendero que debes atravesar día a día, en cada simple decisión que tomas.
En este libro encontrarás consejo, palabra de ciencia y de sabiduría, para moverte con seguridad y libertad por el camino que Dios diseñó para ti.
Entonces podrás reconocer argumentos religiosos que se levantan contra el conocimiento de Dios Hijo, y evitarás ser manipulado.
A la vez, al ir conociendo más y más sobre el Hijo de Dios, podrás dejar atrás los días del cristianismo chato y rutinario. Descubrirás que todo lo que sabías sobre Cristo es solo la cáscara, apenas el comienzo. Cristo es la puerta a una travesía de descubrimiento sobre tu papel en un reino de poder, el reino del soberano de todos los reyes y autoridades de la tierra, cuyas maravillas reales y palpables atravesarán tu vida, si así lo decides.
La razón de este libro es ayudarte a transitar el camino de los hijos de Dios a partir de nuestra realidad cultural y religiosa presente, y proseguir hasta la meta de la completa voluntad de Dios desatada en nuestras vidas.

El Camino de cristianos a Herederos del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora