Capítulo cuatro. Lecciones de vida.

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—No me puedo creer que me dejaras tirada por irte con esa chica que trabaja vendiendo pizzas.—Dijo Ana con desprecio.

Me molestaba bastante el comportamiento que estaba tomando hacia Anastasia. En mi opinión, Ana veía a Anastasia como una mujer inferior por su trabajo, cuando repartir pizza era tan digno como ser abogada, médica o arquitecta; y sinceramente, no sé por qué se obtenía este comportamiento. Siempre he considerado a Ana una persona humilde y que no infravaloraba a los demás, pero por lo que se ve, o ha cambiado o hoy se ha levantado con mal pie, y espero que sea lo segundo...

—No sé por qué tienes esa manera de hablar hacia ella. Ni si quiera la conoces y la estás despreciando como si fuese algo que no valiese la pena. —Contraataqué.

—Estás demasiado susceptible.—Dijo ella haciendo un ademán con la mano.—No estoy hablando mal ni la estoy insultando y mucho menos despreciándola, pero no me parece bien que dejes plantada una cena seria con amigos tuyos por una cutre cena de pizzas.

—¿Pero tú te estás escuchando? ¡Para que lo sepas, esa cena no la cambiaría por nada!—Grité. Estaba cansado del comportamiento que hoy estaba teniendo Ana y ya había llegado un límite en el que no lo iba a aguantar ni permitir más.—Ha sido mucho mejor que otras cenas a las que he ido y además he podido ser libremente yo.

—No estoy diciendo nada de malas maneras o de forma ofensiva, así qué deja de tomarte las cosas como te viene en gana.—Contestó ofendida. No me podía creer que ella fuese la ofendida, cuando al que le estaban faltando el respeto era a mí.

Bueno, a mí no, pero sí a Anastasia y si se metían con ella, también conmigo. Y más cuando es de una manera tan injusta.

—Ana te estás pasando. —Avisé.

No estaba muy seguro que le pasaba a Ana. Dudaba en que fuese el día o es que había cambiado. El tiempo no pasa en vano y todas las personas a lo largo de éste, van cambiando y evolucionando, de una manera u otra. Hay personas que mejoran y otras que empeoran, o que quizás, su forma de ser ya no nos parece tan buena como en un pasado.

—¿En serio la estás defendiendo con tanto ímpetu? Ni si quiera estoy diciendo nada malo James. —Contraatacó cruzándose de brazos. —Creo que estás sobre exagerando las cosas.

—¡¿Yo?! —¡Esto ya es el colmo! Encima me iba a hacer parecer a mí el loco. —No me puedo creer que me estés llamando exagerado. ¿Ves normal que estés tratándola de forma inferior y menospreciándola solo porque venda pizza? Pues es un trabajo igual de digno que cualquier otro.

—Todo eso lo has deducido tú solo. De mi boca no ha salido ni una sola palabra igual.

—¿Encima intentas manipularme? ¡Yo es que lo estoy flipando! —Expresé exaltado. —Lo has dado a entender Ana.

—¿Sabes? En vez de preocuparte de lo que diga o piense yo, deberías empezar a mirar por ti y tu futuro.

—¿Después de tanto tiempo me vienes a dar consejos de la vida y te entrometes en lo que yo hago o dejo de hacer? Ahora sí que me has sorprendido...

—¿Acaso crees que una persona como Anastasia merece estar en tu vida? ¿Crees que te merece?

Sinceramente no daba crédito a las palabras que salían por la boca de Ana. ¿Se había vuelto loca o me estaba vacilando? Porque yo ya no llegaba a comprender nada. Estaba totalmente seguro de que ella no era así.

O al menos eso quería seguir pensando.

—Ana, yo no soy más que ella. Ni yo ni nadie. —Dije de forma pausada. No estoy seguro de si las palabras no me salían debido al asombro o era el hecho de que quería que le quedase claro que su forma de pensar no es que fuera la correcta.

—En vez de ofenderte deberías alegrarte. Estoy dando a entender que vales mucho.

—Ahora no le des la vuelta a las cosas, sabes que conmigo nunca ha funcionado ese juego, quizás con Álex te vaya de maravilla pero en mí no tienes ninguna reacción.

Ana me miraba desafiante y me analizaba lentamente. Ella estaba confundida, al igual que yo, pero la diferencia es que ella intentaba saber el por qué la contradecía y actuaba de esta manera. No sé de qué se sorprende, reñíamos mucho por esto mismo y eso que yo era el que normalmente daba el brazo a torcer.

Además, no sé por qué debería estar tan extrañada, era yo el que estaba totalmente anonadado.

—¿Sabes cuál es tu problema Ana? —Contesté acercándome lentamente. —No sé si estos valores y principios los tenías antes o si quizás tienes un mal día y por eso dices todo esto, pero en caso de que todo lo anterior falle, te diré una cosa. Nadie, escúchame, nadie, es más ni menos que otro. Todas las personas podemos conseguir lo que queremos, aunque uses unos medios u otros para obtenerlo o tardes más o menos. Anastasia porque trabaje vendiendo pizzas no significa que sea inferior a ti o a mí, es más, ella vale más que tú. Porque ella no va menospreciando a los demás y lo más importante en esta vida no es el dinero, la estética o la apariencia; lo más importante en esta vida son los principios, los valores y la humildad de una persona. No te equivoques, la humildad no significa ser pobre, la humildad significa que esa persona es honesta y sencilla, y que las personas que la rodean no están ahí por el dinero que posea, sino por lo que la persona es y vale en sí. A ver si aprendemos lecciones de vida.

Y dicho esto, desaparecí de la vista de Ana. 

Creo que me he enamorado... (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora