Capítulo cinco. Nuevo compañero.

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Narrado por Anastasia.


No estoy muy segura de si ir a la fiesta que me ha invitado John. No se puede calificar como mi mejor amigo, aunque sí que es cierto que me ha ayudado mucho desde que me mudé.

Cuando lo conocí, sinceramente me pareció un poco repugnante por el hecho de que iba tirándole los tejos a la primera que se le pasaba por delante, pero ya ha cambiado o eso al menos me ha demostrado a mí. A ver, no quiero que se malinterprete, sus dotes de seducción y encanto las sigue teniendo como el primer día o mejores, pero al menos ahora es más selectivo con las tías. Sabe elegirlas de manera más concreta, con un cierto método de reglas o algo por el estilo.

Pero esa primera impresión que me dio fue cambiada por una gran amistad y algo de afecto hacia él. Quizás él me ayudó tanto porque quería enrrollarse conmigo, que no lo niego, pero llegó un momento en que creo que se dio cuenta de que yo era más bien inaccesible para él y lo dio por finalizado. Y no porque no sea atractivo, porque eso le sobra, sino porque sinceramente, era una época de mi vida que no tenía ganas de ningún tipo de relación. Supongo que entre la mudanza, el cambio de ambiente, de amistades y familia... Pues eso me había afectado de una manera en la que rechazaba a los tíos; sin embargo, si me preguntasen ahora mismo, no pondría inconveniente para tener alguna especie de noviazgo.

Pero oye, eso es un secreto. Mejor que quedo oculto.

—Dime que irás a la fiesta. —Suplicó el susodicho.

—No lo sé John. Es que no me apetece mucho...

—¿He hecho algo para que me odies de esta manera? —Dijo de una forma afligida totalmente falsa. —La fiesta también ha sido organizada por mí. Me ofendes si no vas.

—No creo que ir a comprar las bebidas y poner las luces sea algo que debas catalogar como una organización en toda regla. Más bien es que has contribuido en algo... Cosa que, por cierto, me extraña demasiado. ¿Has ganado dinero a cambio verdad? —El moreno soltó una pequeña risilla.

—Los negocios son los negocios. Si querían que ayudase, debían pagarme. —Alzó sus hombros.

—Eres de lo que no hay. —Dije negando con la cabeza. —Ya tienes tus veintidós años, deberías dejar ese comportamiento infantil de ir pidiendo dinero por cada cosa que hagas. —Aconsejé, mientras que ordenaba mi armario.

John y yo estábamos en mi apartamento porque el suyo, por motivos privados de su compañero y que no quería decirme, estaba en un estado de desuso. Supuestamente, había venido aquí a convencerme de si podía quedarse, pero no sé por qué la conversación derivó al tema de la fiesta.

—Por todo lo que hago no pido dinero. El sexo, por ejemplo, es totalmente gratuito. —Sonrió pícaramente.

—Pues mira que ya es raro en ti. —Lo miré alzando una de mis cejas. —Si pides dinero hasta para que puedas ofrecer un vaso de agua. —Él hizo un gesto con la mano, quitándole importancia al tema de conversación, y se levantó de la cama para dirigirse hacia mi armario. —¡Oye! ¡No cojas mis cosas! —Protesté cuando vi que había cogido uno de mis vestidos.

—¿Desde cuándo tienes tú este vestido? —Dijo mirándolo desde arriba hacia abajo. —¿Y por qué nunca te lo he visto puesto?

La verdad es que ni si quiera me acordaba de ese vestido. Era uno de los que me compré en Nueva York para las fiestas que celebraban allí. Por regla general, a las fiestas que asistía, debíamos arreglarnos mucho, y por eso mismo mi vestido era negro, de sisa y con tres líneas en la zona de la barriga y por encima del pecho totalmente transparente. Me quedaba ajustado y bastante sexy, las cosas como son.

Creo que me he enamorado... (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora