El precio de la vida

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Despertó agotado, como si hubiese estado ejercitándose en vez de durmiendo, estaba agitado y bañado en sudor.

Miró a su alrededor, intentando identificar el lugar en el que se encontraba. Paredes blancas sin ventanas, una puerta de acero y una cámara en cada esquina, su ropa consistía en una polera con cuello en v y un pantalón bastante holgado, ambos blancos y donde buscara no había ningún zapato.

Se sentó en la cama con dificultad, cada una de las partes de su cuerpo dolían, se sentía horrible.

En ese momento una carta se deslizó bajo la puerta ¿O a través de ella? No estaba seguro. Dudoso se bajó de la cama y se acercó al sobre blanco, la levantó del suelo y rompió la parte superior (rompiendo de paso parte de la carta al interior) el papel daba un mensaje corto y directo.

No confíes en nadie.

Tomó nuevamente el sobre buscando un remitente, pero nada. Todo estaba en blanco exceptuando aquellas letras rojas escritas con marcador.

En ese momento la carta se comenzó a quemar, sobresaltado la dejó caer al suelo. Fueron necesarios míseros segundos para que el papel se consumiera hasta quedar sólo cenizas y algo más.

Se agachó poniendo su pecho en el suelo y sopló el polvo, para luego apreciar una pequeña piedra amarilla con un colgante metálico.

Él tomó el collar y lo puso en su cuello.

La puerta se abrió, dejando entrar un frío aire a la habitación. Se acercó a la puerta y la terminó de abrir, sus ojos dolían ¡Demasiada luz!

Esperó unos segundos hasta que su vista se acostumbro y vio fuera de la puerta. Dos muros monumentales se veían, quizá medían poco más de cinco metros, ambos mostraban un camino al medio el cual estaba hecho de piedras.

Por unos segundos dudó en avanzar por el paisaje helado, después de todo estaba descalzo y se le venían a la cabeza mil formas de morir ahí afuera comenzando por hipotermia.

Suspiro, he intento hacer sonar su espalda, le dolía mucho ¿Cuanto tiempo llevaba parado en el umbral de la puerta? Tal vez minutos, cerro sus ojos, nunca había sido valiente o algo parecido, era más bien cobarde, la clase de chicos a los que nunca elegían para una cita y tampoco era listo... De hecho no era como si tuviese alguna característica memorable. El viento golpeaba su cara, más bien lo acariciaba en éste momento notaba que no hacia tanto frío como pensaba, había una fuente de calor en algún lugar lo podía sentir.

Estiró su mano hacía afuera, un viento cálido venía desde la izquierda, abrió sus ojos y dio el primer paso o mejor dicho lo intento dar, notó un desnivel y bajo este unas botas cafés. -Por fin algo no blanco...- Exclamó esperando utópicamente que alguien respondiera. Se puso las botas y comenzó a caminar siguiendo el calor.

Primero derecho por unos tres metros, ese era el sendero que si o sí debía tomar. Hacía la izquierda, no sabía cuánto debía seguir caminando, solo se veía un camino. A los metros notó otra habitación parecida a la suya, se acercó a esta, la puerta también estaba abierta.
Miró a su alrededor, tal vez la persona que se encontraba dentro ya había salido. Sonrió, se sentía feliz de no estar solo, pero no estaba seguro de que fuera bueno conocer a los otros.
Abrió la puerta, vacía absolutamente vacía ni siquiera había una cama como en la suya, solo hielo... Mucho hielo, en cada una de las paredes y en el suelo.

De cierta manera era sorprendente, nunca en su vida había visto tanto hielo en una habitación cerrada, era como ver "El día después de mañana" en vivo y en directo. Cerró la puerta y volvió al sendero.

Cada vez el calor era más fuerte, casi sofocante, dudaba si realmente quería ir ahora al lugar cálido y peor aún, llevaba una media hora caminando y no había ninguna nueva desviación ¿En que clase de película de horror estaba? Además seguía muerto de frío y ni pista de la otra persona en el lugar.

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⏰ Última actualización: Apr 15, 2016 ⏰

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