Al día siguiente, poco después del amanecer, Plagg despertó de sus lácteos sueños acostado sobre su querido y maloliente peluche con la forma de un trozo de queso. Bostezó sonoramente y abrió un ojo algo perezoso para poder ver el despertador a su derecha. Bah, sólo eran las 8 de la mañana, aún tenía tiempo para dormir, así que volvió a cerrar sus ojos y...
—¡Las 8 de la mañana! —exclamó Plagg levantándose de golpe y empezando a flotar de un lado a otro de la habitación dramáticamente— ¡El despertador no ha sonado y Adrien va a llegar tarde al desayuno! ¡Esuna desgracia tremen...! ¿Adrien? —se interrumpió el Kwami al ver la cama de su portador vacía.
Con cierta curiosidad, el gato empezó a buscar y rebuscar por todos los lugares que se le pasaban por la mente: detrás del sofá, bajo la cama, en el interior del armario, dentro de la ducha e incluso entre los muchos cojines que se amontonaban a un lado de la cama. Pero nada, no había ni rastro del joven Agreste por ningún lado...
Y, por ende, no había nada de queso.
—¡Adrien, yo te quería! —chilló Plagg desesperado y al borde del llanto.
—¿Plagg?
El gatito se giró inmediatamente al escuchar esa voz justo para ver como entraba Adrien algo extrañado por ese grito que había resonado anteriormente. Como alma que lleva el diablo, flotó velozmente hasta posarse en la rubia cabellera, abrazándolo.
—Adrien, te eché de menos —musitó con mucho sentimiento—. No me vuelvas a dejar sin queso.
Adrien rodó los ojos. Cuanto cariño para tan poco cuerpo...
—Toma y calla —dijo el chico lanzando al aire un trozo mediano de maloliente Camembert.
Plagg, obviamente, no pudo permitir que esa delicia se desperdiciara como si nada, así que la atrapó antes de que tocara siquiera el suelo y se la comió felizmente de un solo bocado, disfrutando de su exquisito sabor. Cuando el Kwami volvió a la realidad tras paladear el queso, vio que Adrien estaba, como cada día, preparando la maleta para ir a clases. Pero, en vez de guardar los libros de las asignaturas que daría ese día, estaba guardando un pequeño montón de ropa y una gran bolsa cerrada de queso.
Ladeó la cabeza.
—¿Planeas usar tus calzoncillos de la suerte en el examen de física de hoy o sólo te los llevas por capricho? —preguntó Plagg con cierta malicia.
—¡Nada de eso! —casi chilló Adrien con las mejillas coloreadas— Sólo... los necesitaré en breve. Pero, por favor, deja de hablar de mi ropa interior...
—De acuerdo, pero díme que planea hacer esa hueca cabeza de rubia con toda esa ropa. ¿Un mercadillo?
Adrien sonrió levemente, ignorando como el otro trataba de mosquearlo.
—Ya lo verás, querido Plagg.
Unos minutos después de esa breve conversación, Natalie golpeó suavemente la puerta de Adrien y le avisó de que ya era hora de ir a clases, así que PLagg revoloteó por toda la habitación y se escondió en la bolsa llena de ropa. Lo más seguro, pensó Adrien, era que el Kwami no tardara mucho en quejarse por estar tanto tiempo entre su ropa y sin poder probar ni un trozo de queso. Por eso, se apresuró para salir y encontrarse con la secretaria, que le acompañó hasta la limusina. Como siempre, su padre ni siquiera se asomó para despedirse de él ni para comprobar si estaba bien, lo cual era cuanto menos desesperante.
Y entonces vio que la pelirroja llevaba con ella ese dichoso sobre. Adrien bufó y apenas entró en el auto lanzó una lastimera mirada hacia el exterior. Deseaba con todo su corazón que en ese momento apareciera un Akuma o que alguien pasara frente al coche y se diera cuenta de sus desgracias, que le rescatara de esa vida de niño rico que nunca había deseado.
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Días de Calima (Ladybug)
FanfictionChat Noir, el Miraculous de la mala suerte y de la destrucción. Eso Adrien lo sabía desde que se había convertido en dicho héroe. Pero lo que no sabe es que, por su propio bien, Plagg había decidido ocultarle un oscuro secreto. Nunca dejes que nadie...