capítulo único.

980 111 31
                                    

Es temprano en la mañana cuando YoungJae lo conoce.

Bueno, no exactamente conocer. Más bien, es la primera vez que le ve a través del ventanal de la cafetería donde trabaja dentro del enorme centro comercial.

Está sentado frente al pequeño piano de entretención pública que han instalado hace un par de semanas. Sus largos dedos bailan sobre las teclas blancas con suma elegancia y un suave rastro de inseguridad, pero eso es sólo la fresa del pastel porque YoungJae no conoce la canción que está tocando, pero le sabe a flores de colores pastel y la luz del sol no se siente tan cálida después de esa melodía.

No lo nota al comienzo, pero el delgado chico moreno está acompañado de un pequeño pelinegro, y sus ojos son azules casi del cristal como las capas de rocío que visten las hojas de las plantas durante la mañana.

Cuando habla y ríe sin mirar al que parece ser su amigo y busca a tientas la mano de este para marcharse, YoungJae se da cuenta que el chico no puede ver.

*****

YoungJae no sabe si él ha sido muy despistado como para notarlo antes o aquella fue de verdad la primera vez que el chico ciego fue a tocar el pequeño piano público, pero desde ese día, le ve casi todos los fines de semana, siempre junto al pelinegro.

No parece ser una rutina, la verdad; a veces es sábado en la mañana, otras domingo por la noche, cuando la cafetería y el centro comercial están a punto de cerrar. A veces solamente no y en esas ocasiones YoungJae casi puede oír como la teclas del piano tiemblan mientras lloran por volver a ser tocadas por esas gentiles manos.

Pero los días pasan, suaves bailando entre flores y canciones, y YoungJae aún no sabe qué es lo que se lleva su aliento de forma más violenta: o el hecho de que el chico no pueda ver sus manos, pero que estas aún así le saquen hermosas melodías al piano y envuelvan el ambiente entre algodones y el aroma del café; o que él sea tan maravillosamente hermoso.

YoungJae no solo está hablando de su apariencia, como sus frágiles ojos bonitos son tan grandes y brillantes, o las facciones de su rostro se marcan en su piel grasiles y despreocupadas. YoungJae está hablando de lo hermosa que es su risa, de púrpura oscuro burbujeando entre sus labios, y de cómo podría hacer vibrar almas de cristal con la preciosa forma en que toca el piano, cuidando y abrigando el sonido de sus teclas.

No sabe cómo o en qué momento decidió que es una buena idea, pero YoungJae está parado a una distancia considerable del piano una tarde después de salir del trabajo.

Él esta ahí, tocando una canción que, como siempre, YoungJae no conoce. Está solo, usualmente por unos minutos que el pelinegro se toma para ir a comprar café con vainilla, y es casi como si su vista de cristal se está dirigiendo hacia YoungJae, pero es solamente una ilusión.

YoungJae suspira. Es hermoso en todos los sentidos en que puede pensar mientras se sumerge en una burbuja de sonidos, melodías y el aroma amargo de los granos de café. Vuelve a suspirar cuando el final de la canción se estaciona con delicadeza, los dedos del chico cayendo sobre las teclas del piano como lo haría una pluma blanca y pura sobre algodón.

—¿Quién es? —DaeHyun no puede ver, pero hay alguien lo suficientemente cerca como para sentirlo, y en definitiva no se trata de JongUp.

Se ha quedado frente al piano incluso después de terminada la canción y YoungJae no sabe en qué momento ha dado algunos pasos hacia adelante.

Titubea un par de incómodos segundos antes de responder.

—Y-yo-- —cuando el chico alza la barbilla ante el tono de voz inseguro de YoungJae y tantea la cabeza del piano con su mano, como si estuviera en busca de algo, YoungJae se acerca un poco vacilante hasta sentarse junto al chico y le ofrece uno de sus hombros para que sus dedos se sacien de contacto —Lo siento, soy un barista del café de enfrente. Tocas el piano muy lindo y me quedé escuchando.

ángel » daejaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora