Capítulo 18

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|Narra _____|

    En cuanto llegué a la cabaña fui corriendo hacia el baño y me enjuagué la boca con abundante agua. Me llené dos veces la boca, hice gárgaras y escupí. La sangre sabe realmente mal, no sé cómo a los vampiros les gusta tanto. Mientras yo me enjuagaba la boca, Dylan cogió el botiquín y fue al salón. Me admiré en el espejo un momento y me fije en la pequeña raja de mi labio, aún sangrando. Camine hacia el salón y me senté justo al lado de Dylan. Estaba sentado en el sofá de cuero, con el botiquín en sus piernas. Cogí el agua oxigenada y me eché en los nudillos, hice una mueca de dolor, puesto que dolía. Un poco de espuma salió blanca salió de las heridas, el agua oxigenada ya hacía efecto. Las suaves manos de Dylan frenaron mi mano izquierda justo antes de volverme a dar con el algodón en las heridas.

-Déjame-Dijo en un tono dulce y me miró.

-Está bien-Cedí, no podía negarme con esos ojos que me puso.

    Volvió a darme con el algodón en los nudillos y me miraba para ver si estaba bien, cada vez dolía menos. Cogió las vendas y me comenzó a vendar la mano, lenta y delicadamente. Sonreí mirándole, me gustaba la manera que se mordía su labio inferior cuando me vendaba, estaba tan concentrado en no hacerme daño y ser cuidadoso, que eso requería toda su atención.

-Déjame ver tu labio-Dijo de nuevo en el mismo tono que antes y mirándome mis labios a la vez que se mojaba los suyos.

-No pasa nada, no duele.-Sonreí.

-No seas cabezota, aún sangra.-Mira el botiquín y coge unos puntos de sutura, que eran como tiritas pero más pequeñas. Ya los había visto antes en el campamento militar.

-Dylan, enserio, está bien.

-Tú estate quiera y deja al doctor O'Brien que cure a la pequeña señorita Peters.-Dijo sonriendo y mirándome el labio.

    Asentí riéndome por su comentario, sé que estoy en buenas manos. Dylan tiene la misma preparación que yo sobre medicina, o incluso más. Mojó un algodón nuevo en agua oxigenada y me dio leves golpecitos con él para limpiarme la sangre, de nuevo, ese escozor estaba ahí. Dylan se rio por la cara que puse, supongo. Me sujeto la cabeza suavemente con su mano izquierda y me deslizó su dedo pulgar por el labio, así me quito la espuma blanca. Sentí un escalofrío cuando su dedo se juntó con mis labios, se me puso el bello de punta, hice un gesto con mi boca, básicamente deseaba que me besase, lo pedía a gritos. Dylan colocó los puntos en la herida de mi labio y luego se mordió el suyo.

-Gracias-Balbuceé. No sabía que más decir.

-De nada-Sonrió-Me voy que me toca vigilar la torre, te veo luego.-Me dio un beso en la mejilla y salió por la puerta de la cabaña.

    No sabía que más podía hacer, así que decidí cambiarme de ropa ya que esta estaba llena de sangre de mi queridísima amiga Tris. Nótese mi querida ironía. Entré en el cuarto y me quité todo lo que llevaba menos la ropa interior. Me acerqué a mi armario, al fin tenía uno. Miré un poco la ropa que tenía y la ropa que me habían dado mis nuevas amigas Elena, Aria y Lydia. Agarré unos pantalones grises pitillos, unas botas militares que llevaba en mi mochila desde que empezó todo y una camiseta de manga corta de color negro. Me vestí y salí a ver que me encontraba.

    Estuve dando vueltas toda la tarde, no había nadie que conociera, por lo visto habían ido a buscar suministros a la ciudad más cercana, que está a unos 14 kilómetros, no llegarían hasta el anochecer, por lo menos. Volví a mi cuarto, a mi cama. Cogí un libro de mi estantería llamado "Bajo La Misma Estrella", recuerdo que antes de esto, lo quería y lloraba por él como una cría. Ahora que lo tengo me dan pena y a la vez se parece mucho al mundo de ahora. Ambos tienen una enfermedad terminal, aun sabiendo que no van a vivir, se enamoran. Uno muere, otro vive, con más pena que antes y mucho más dolor por pérdida, pero vive. Eso puede pasar ahora. Dos personas se enamoran sabiendo que quizás algún día puedan morir, pero se enamoran. Lo bueno de saber que algún día te vas a morir, bueno, más bien que hay más posibilidades de morir, es que vives con esa persona todos los momentos como si fueran el último. Todas las despedidas, cuando te separas del grupo, como si fuera lo último que fuesen a hacer juntos. Gracias a la persona tienes una razón de volver, y eso, te hace vivir. Comienzo a leerme de nuevo el libro, ya me lo leí, pero en pdf porque pobre se nace. Poco duro leyendo, mis ojos se cierran lentamente.

Él. (Dylan O'Brien Y tu) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora