Capítulo 18: Estar a la altura

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Garlet me condujo durante un buen trecho hasta el bosque que se extendía al sur de la ciudad. Su seriedad me preocupaba bastante, incluso me hacía temer. No entendía por qué quería hablar conmigo a solas ni de qué, ni mucho menos el motivo por el que me estaba llevando tan lejos. Una parte de mí incluso llegó a pensar que quería deshacerse de mí, pero, ¿por qué? Miles de preguntas rondaron por mi cabeza hasta que llegamos a un pequeño claro, donde se detuvo en el centro y me miró, hablando al fin.

-Debo reconocer que el primer día que te vi pensé que jamás estarías a la altura del escuadrón, pero aquí estás. Eres uno de los pocos supervivientes de una guerra que aun no ha terminado, eres alguien en quien tanto Kanos como Barferin han depositado una confianza ciega sin que tuvieras la más mínima experiencia. Sinceramente, no sé qué vieron en ti.

-Garlet, ¿qué estás tratando de decirme con esto?-pregunté algo temeroso.

-Es injusto que muchos compañeros nuestros con más experiencia que tú y mejor dominio de la espada cayeran en la batalla mientras tú sigues con vida, delante de mí, estando a punto de ser nombrado mano derecha de Barferin en el nuevo escuadrón, pero debo reconocer tu valor para aceptar una responsabilidad tan grande como es sobrevivir a lo que muchos perecieron-se desató el cinto de la espada de la cintura y lo arrojó al suelo, a mis pies. Ahí me di cuenta de que llevaba dos espadas. ¿Cómo no me di cuenta antes? Eso es algo que jamás pude explicarme-. Quiero que me demuestres tu valía aquí y ahora.

-¿Quieres pelear contra mí?-pregunté sorprendido, incrédulo de sus palabras. Él no hizo más que asentir con la cabeza en silencio mientras yo me arrodillaba para agarrar la espada-. ¿Por qué quieres que peleemos?

-Porque quiero ver con mis propios ojos si la confianza que han depositado en ti todo este tiempo tiene algún valor.

-Sé que soy demasiado joven, sé que solo he combatido en contadas ocasiones, y entiendo tu frustración. Llevas años sirviendo al imperio y el único reconocimiento que te han hecho es nombrarte caballero, pero lo harán el mismo día que a mí y debe ser frustrante.

-Lo es, pero lo aceptaré encantado si te veo capacitado para ser considerado como mi igual o mi superior-dijo sonriendo levemente-. Anda, desenfunda de una maldita vez la espada.

Hice lo que me pidió y comprobé que la hoja de la espada estaba intacta, sin ninguna mella, ni un solo arañazo, con un brillo puro. No tenía ni una sola marca. Parecía que la espada era nueva.

-Un buen caballero debe tener una espada que esté a su altura-dijo Garlet sonriendo más ampliamente-. Los chicos y yo hemos pensado que va siendo hora de que tengas tu primera espada. No es de las mejores, pero esperamos que te guste.

-¿De verdad esta espada es para mí?-pregunté en mi asombro, lleno de dicha por recibir tal regalo-. Yo... no sé qué decir.

-No digas nada, solo pelea contra mí y comprobemos si esa espada te viene bien-dijo desenfundando su espada y poniéndose en guardia-. Si eres la mitad de talentoso de lo que dicen, aceptaré que tengas una posición privilegiada por encima de mí, y te trataré como un hermano caballero más. Pero como me decepciones te pienso quitar la espada.

El tono con el que me amenazó en su última frase provocó una sonrisa en mi rostro. Deposité la funda de la espada en el suelo con suavidad y me puse en guardia frente a él. Apenas nos separaban tres metros de distancia, nuestras espadas casi podían rozarse. Chocamos ambas hojas una primera vez como saludo y respeto y comenzamos el duelo.

Garlet dio un paso hacia delante tratando de golpear la hoja de mi espada para romper mi guardia. Mi primer impulso era bajar el arma y agacharme para buscar un hueco en su defensa por el cual abatirle, pero opté por saltar hacia atrás. Había combatido ya a su lado y sabía que su habilidad con la espada era bastante elevada, por lo que una acción así sería demasiado arriesgada y podría llegar a ponerme en una posición desventajosa.

Su superior habilidad quedó demostrada cuando, siguiendo el movimiento de su espada al pasar por encima de la mía, giró sobre sí mismo, adelantando primero un pie para avanzar en el giro y terminándolo adelantando el otro, y lanzó otro tajo, bastante más rápido y fuerte que el anterior, contra mi espada. Las hojas chocaron y empezamos a forcejear. Entre el golpe y su fuerza me vi obligado a sostener la empuñadura de mi arma con las dos manos para no ceder ante su empuje.

-Ya puedo considerarme oficialmente como la primera marca de tu arma-dijo Garlet riéndose.

-Pero no esperes ser también el último-respondí confiando en mis habilidades.

-Quizá sí seré el último en golpear esta espada estando en tus manos-me vaciló retrocediendo un paso para poner fin al forcejeo.

Mantuvimos las distancias durante unos segundos hasta que Garlet volvió a tomar la iniciativa. Volvió a cargar contra mí de frente, lanzando una estocada que evité desviando su espada hacia un lado con un golpe. Pensé que podría aprovechar aquello a mi favor y llevar mi espada directamente al hombro descubierto de mi rival, pero parecía que tenía aquello previsto pues siguió su rumbo, pasando por mi lado. Casi al instante comprendí cuál era su intención, por lo que me eché a un lado y pude sentir la punta de su arma rasgándome la manga de la camisa. Había aprovechado su movimiento como si de un amago se tratase para situarse a mi espalda y lanzar un tajo desde la diagonal.

-No hay forma de engañarte, ¿eh?-dijo satisfecho Garlet.

-No pienso ser derrotado aun-contesté lanzando girando sobre mis pies hacia mi derecha para lanzarle un tajo directo a su rostro.

Aun teniendo la intención de detener el avance de mi espada a pocos centímetros, él pudo detenerla a tiempo con su arma. En la posición en la que ambos acabamos, él acabó sacando ventaja dándome una patada en mi costado derecho con su pierna izquierda. Sentí que el golpe me empujaba hacia un lado y me dejé caer al suelo, rodando e incorporándome lo más rápido que puse. Mientras todavía me encontraba de rodillas, él saltó hacia mí y me lanzó un fuerte tajo desde arriba, sosteniendo su espada con las dos manos. Me vi obligado a rodar nuevamente hacia un lado y pude ver cómo su hoja se acababa clavando en el suelo. Pensé que esa era mi oportunidad y me levanté con rapidez para desarmarle al instante, golpeando con mi espada justo donde la hoja y la empuñadura se fundían.

Garlet soltó la espada por la fuerza de mi golpe, sorprendido. Aunque se sorprendió más aun cuando sintió el filo de mi espada posándose en su cuello.

-¿He estado a la altura?-pregunté con sorna, riéndome. Separé mi espada de su cuello para que no se sintiera amenazado y me dirigí hacia donde dejé la funda para guardar la espada y atármela a la cintura.

-Llegué a pensar que te iba a matar y todo cuando no moviste el brazo-admitió soltando un suspiro. En cuanto le quité el arma del cuello se agachó para recoger su espada-. ¿A quién se le ocurre rodar cuando un arma está amenazando con cortarle en dos desde arriba?

-A alguien que ha conseguido desarmarte gracias a eso-respondí riéndome, viendo cómo enfundaba la hoja de su arma-. ¿Tenías acaso intención de matarme?

-Para nada, pensé que serías listo y que detendrías mi espada.

-Pues fui más listo y te desarmé.

-Admito que eres muy bueno, Celadias. Y que esa espada tuya te acompañará a lo largo de muchas batallas-dijo orgulloso, posando una mano sobre mi hombro-. Consérvala, ¿vale? Es un regalo por parte de todos.

-Muchas gracias, Garlet. Si te soy sincero, jamás pensé que fuésemos a llevarnos tan bien.

-Somos hermanos de armas. Todos los que estamos en el escuadrón lo somos. Nos insultaremos y nos pelearemos, pero nos defenderemos y ayudaremos siempre que haga falta. Anda, vámonos a la ciudad, que ambos necesitamos descansar.

En el camino de regreso ambos hablamos y reímos como si de dos buenos amigos nos tratásemos. El regalo me había dejado bastante impresionado, y el combate me dio la dosis de adrenalina que ya empezaba a echar en falta. Aquella espada que me entregó sería bastante mimada por mi parte, pensaba cuidarla y pulirla todos los días para impedir que se oxidara y mellase.

El precio de la libertad: Sueños de grandezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora