*Concursante del concurso de abril de la editorial flor de luna*
Yo podría decir muchas cosas, tantas como tu mismo te puedas imaginar.
Pero el problema, es que no puedo negar la realidad.
Me encantaría decir que no estoy perdido en el bosque, pero sería mentir. Y aunque intente echarme un jarrón de agua fría en la cabeza para despertar de tan temible pesadilla, no podía negar tal acontecimiento.
Estoy perdido. La verdad, quien diría que un buen senderista y respetado explorador como yo, que me he trabajado tal título con hechos, acabaría perdido en medio de una montaña, en su zona más boscosa.
Cuando me planteó mi más "fiero" adversario de mi oficio venir a este lugar, no me hice de rogar, y sin pensarlo (grabe error), dije mi más rotundo sí.
Y aquí estoy, sentado entre árboles, en la completa oscuridad de la noche, con solo una mísera cerilla en una mano, sin ninguna conexión con el exterior, con el mundo. Maldito momento en el que decidí dejar mi móvil en el coche. ¿La brújula? Averiada tras haberme caído encima al asustarme.
Podría decir que cuando caminaba plácidamente por el sendero, buscando el punto de encuentro en la parte elevada de la colina, salió de un arbusto un horrible extraterrestre, con cuernos y garras, temibles fauces y rostro mugriento de otro mundo. Podría decir que corrí para salvar mi cuello, y que así me perdí.
Pero no. Solo fue el viento, que de una forma determinada movió las hojas del arbusto. Soy un miedica, quien lo diría. En el momento en el que el vello de mi nuca se erizó, una ardilla saltó del árbol. Y corrí, asustado y con el juicio nublado, hasta llegar a este claro con solo dos sentimientos: desorientación y una gran vergüenza.
Sí, lo único que puedo decir es que durante los primeros minutos conseguí mantener la calma, abrumado con ver que estaba perdido y con la brújula destrozada tras mi penosa caída encima de ella, y el miedo apareció cuando la noche se cernió sobre mí.
La temible oscuridad. Todo ser humano la ha temido en algún momento. Es una de las pesadillas que nos asolan de pequeños, y que mucha gente no puede dejar atrás.
Sí, perdido.
Y podría decir que tengo un montón de comida hasta que alguien de conmigo, pero no.
Solo tengo una barra de chocolate.
La excursión planeada se supone que no iba a durar mucho, era llegar a la cima, regodearme frente a mi adversario por haber llegado antes, y volver para la cena. Por eso no traje comida, solo una barrita energética que algún animal me debe de haber robado mientras estaba tumbado y desorientado, más esta barra de chocolate. Quien diría que tal vez mi última comida iba a ser esto, una barra con muchas calorías.
Sacudo la cabeza y me tumbo a mirar las estrellas.
Recuerdo perfectamente como, de pequeño, cuando mi abuelo aún vivía, me llevaba al jardín a ver las constelaciones. Su manera de contar historias me cautivaba, me hacía volar la imaginación. Sí, la desbordante imaginación de un niño de 5 años, que soñaba ser explorador como una vez lo fue mi abuelo, y antes de este mi tatarabuelo.
Me gusta pensar que estaría orgulloso de mí, que si me viera ahora sonreiría y me levantaría los pulgares, como me hacía en las representaciones de la escuela.
Pero no está, igual que no está aquí nadie conmigo. Mi padre siempre me ha tenido como un bicho raro. Él quería que siguiera su camino y me uniera al ejército, pero yo siempre he preferido ver mundo, antes que acabar con él. Mi madre era muy cariñosa, pero siempre temía lo peor, eso acarreado a que estaba casada con un militar que cada dos por tres se tenía que ir de casa. Aunque eso era bueno, de verdad.
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Podría decir... #CEFDLA
Short Story*Concursante del concurso de abril de la editorial flor de luna.* Yo podría decir muchas cosas, tantas como tu mismo te puedas imaginar. Pero el problema, es que no puedo negar la realidad.