Ellos se conocían desde siempre, aunque no se llegaron a conocer bien. Vivían en la misma calle pero no en el mismo mundo.
Ella morena,su pelo largo hasta la cintura, con ojos color café, brillantes, deportista, de baile contemporáneo. Inteligente, amable, tímida, independiente, pero encerrada, sin saber que hacer. Sola, con sus converse y su reloj rosa.
Él castaño claro, con el pelo liso y corto, con un tupé perfecto, sus ojos grises, o azules, no se sabia bien, pero eran hermosos; deportista, skater. Listo, pero sin usarlo bien, rebelde, orgulloso, con su balón de reglamento. Libre, pero retenido sin ninguna razón, o si...
Se veían poco, pero algo les atraía el uno del otro. Eran algo así como almas destinadas a amarse, pero no a estar juntas.
A veces sus padres quedaban sin ningún motivo, cuando ellos eran niños, todas las tardes de los sábados. Ellos dos no hablaban, solo jugaban con el balón. No compartieron ni una palabra, tal vez por vergüenza o aun peor, por temor a conocerse.
Un dia sus padres se enfadaron y dejaron de jugar, con el paso del tiempo se distanciaron, si alguna vez llegaron a unirse.
Después fue peor, los padres del chico se separaron cuando el tenía 14, - como ella-pensaba él, en ella. No la sacaba de su cabeza y temió que comenzaran a surgir algunos sentimientos no invitados. Pero no era solo eso, esos sentimientos ya aparecieron antes, mucho antes, pero para la suerte del chico eran desconocidos así que los dejo a un lado por un tiempo intentando que desaparecieran.
Ella empeoró sus notas, por culpa de un estúpido accidente que mató a su padre y a su hermano. Dejó sus clases de baile y se apuntó a atletismo. Pero no le llenaba del todo, no podía comprender por qué, solo se enfadaba y lloraba, después gritaba y por último dormía. Tenía que hacer deporte para mantenerse en forma así que se apuntó a parkú. Se le daba bien pero no tenía ganas de nada.
Hasta que le volvió a ver, después de un mes sin verle, pero estaba sola, en la puerta de su casa sin llaves. Se escondió debajo de la persiana para que no la viera.
Él iba con otras dos chicas, y se subió al escalón de su casa.
-¿Pero que haces? - una de las chicas preguntó medio riendo. Tal vez sabía que ella estaba allí, pensó la chica.
-No se- enseguida se bajo del escalón y llegaron al cruce de las calles.
-Un beso Sonia-le dio un beso en cada mejilla de la tal Sonia, ruborizada, y la otra pasmada a su lado.
"¿Seguro que no sabe que estoy aquí? "Se preguntaba ella. Después volvía a la realidad" ni siquiera se acordará de mi" y volvió a estar triste.
Mientras las chicas esas se fueron por un lado y él por el otro. Él no sabía que ella estaba allí, solo tenia un presentimiento, pero después despertaba de su hermoso sueño, o eso pensaba él...
Ella salió de su escondite y esperó, pero su madre no llego aquella noche. Apareció al día siguiente, con una resaca enorme y una idea loca.
-Mañana nos vamos, haz las maletas. - ella se quedó helada, no sabía como reaccionar-vamos, ¿a que esperas? - ella entro en casa y empezó a meter en una bolsa toda la ropa de su armario, después sus libros, y por último, su música. Estaba hipnotizada , mirando el techo de su habitación, con la mente en blanco. Sólo podía hacer una cosa, llorar. Pero lloraba en silencio, lo peor de todo es no tener a a nadie que te consuele...
Al día siguiente se despertó temprano, para preparar todo lo que faltaba, y cuando ya estaba todo en el coche él salió de su casa. Se quedó paralizado al ver el cartel de SE VENDE el la puerta de su casa. Ella lo miro apenada, sabiendo que no volvería a ver al amor de su vida.
Él quería dejar las cosas claras, pero sin decir ninguna palabra. A él le gustaba pensar que se contaban secretos sin decir nada, porque los dos sabían bien lo que sentían.
Fue caminando rápido, casi con furia o dolor incluido. Ella dio un paso atrás, asustada por su reacción. Él se paró en frente de ella y sin decir nada le sonrió, con la sonrisa más sincera que le podía dar, y ella lloró. Apoyó su cabeza en el hombro musculado de su vecino, su chico. El la abrazó muy fuerte y después de un rato se separaron, pero no mucho. El limpió las lágrimas de ella y observó, por última vez su hermoso rostro.
Y solo pudo hacer una cosa, la beso como si fuera el fin del mundo, y así lo era. Fue un beso profundo, intenso, triste, doloroso, cariñoso, salado por las lágrimas.
No se querían separar, pero debían hacerlo, no estaban destinados a estar juntos.Y así se quedaron, ella con sus converse y su reloj rosa, y el con su balón de reglamento. Aunque aún compartían dos cosas: su amor y su silencio, un silencio abrumador que recordarán para siempre, al igual que ese beso.