Yo era una niña mas o menos feliz. Vivía con mis tíos porque mis padres murieron en un accidente de tráfico. Pero mis tíos no me trataban muy bien y estuve a punto de suicidarme varias veces... Aun así nunca se lo conté a nadie. Era la típica chica que siempre sonreía, todos me preguntaban como podía estar siempre tan feliz, de donde sacaba la gracia de las cosas... Lo que nadie sabía es que todo era falso, todas las sonrisas en realidad eran lágrimas ocultas. Deseaba la muerte más que nada en el mundo, el problema es que no me gustaba hacer daño a la gente, por eso me lo callaba todo, por eso no quise abandonar a la gente que me quería.
Pero lo peor vino después. Me enamoré, me enamoré y me volví ciega, tonta... en definitiva, una completa idiota. Dejé a mis amigas de lado, dejé de estudiar, dejé de comer... Sólo quería estar con él, sólo le veía a él. Pero la cosa no fue bien, mis amigos me abrieron los ojos y me hicieron dar cuenta de que estaba jugando conmigo, de que él a mi no me quería. Eso me sentó fatal pero lo superé, o eso creía. Fue entonces cuando empezó el bullying. Las amigas de él me insultaban día tras día, incluso me llegaron a pegar, y todo por cosas que se inventaron, cosas que yo nunca había hecho, todo era mentira pero nadie me creía. No quería ir al instituto pero lo tenía que hacer ya que no le podía contar a nadie mis problemas, pasaba los patios encerrada en el lavabo, me iba corriendo para casa... Me quedé sola. Mis amigas desaparecieron, pude contemplar con mis propios ojos lo cruel que es el mundo. Me di cuenta de que todo es como un juego, en el que unos ganan y otros pierden. Y de que yo iba ganando pero me la jugaron y caí en picado hacía la derrota. Caí en una profunda depresión, ya no podía cargar con mi tristeza así que lo hice, escribí una carta de despedida y me fui. Pero no me fui de casa, me fui del mundo.