El castaño tomó con fuerza de mis muñecas y sin más me arrinconó en una de las tantas habitaciones del recinto, chocando duramente contra la pared.
No podía controlar los fuertes latidos de mi corazón que provenían por el más mínimo roce de su parte. Su traviesa lengua se encontraba ya tan dentro de mí ser al tiempo que yo jadeaba con suma dificultad. Esta lamia de mis dientes e inmediatamente entraba directo a mi garganta, sintiéndome morir.
Su pene no tardó en hacerse presente, convenciéndome de que aquello no se trataba de un juego, él iba a cogerme.
-Te lo dije, niñato de mierda...-Susurró con furor, seguro esperando que nadie más le escuchase.- No podrás contra mí. Tu cuerpo no podrá contra mí. A pesar de ya tener la mayoría de edad tu cuerpo aún es inmaduro.
Desee golpearlo fuertemente en el rostro, sin embargo, la presión se hizo presente en ambas muñecas debido al fuerte agarre. Él rió arrogante.
Apegó aún más su pene a mi entrepierna, rosando de ambas con impaciencia. Suspire débil, no logrando escapar de su agarre y mucho menos de su cuerpo que me presionaba hasta el último pedazo de carne.
Desesperado mordí su lengua esperando lograse zafarme. La sangre entro en mi boca, la cual bajó por mi barbilla al tiempo le miraba con enfado.
Lo había conseguido. Lentamente se apartó de mi cuerpo y soltó mis muñecas. Dolían y su color era completamente carmesí. ¿Cómo se suponía iba a salir al escenario de esta manera? Confundido por su acción, no tardé en alzar la vista hacia el adverso, abriendo los ojos como platos al ser tomado de una forma tan brusca que sentí ganas de llorar.
Sin más rasgó mis ropas y bajo mis pantalones, dejándome completamente a su merced. Tomó nuevamente de mis muñecas, alzándolas y apresándolas en lo alto de la fría pared. Mi cuerpo reaccionó a la temperatura de la misma, haciendo que mis pezones se endurecieran y temblara con sutileza.
-¿Cuándo vas a entenderlo? Jamás vas a escapar de mí.
La impotencia me devoró por completo. Terminé por no oponer resistencia y dejar que hiciera de mi cuerpo lo que fuese su voluntad, lo cual con mucho gusto hizo.
Me penetró en ese mismo momento sin una gota de lubricante, sin siquiera haberme abierto de la forma correspondiente. Jadee por lo bajo, sintiendo un fuerte dolor combinado con placer en la parte baja de mis glúteos. Sus dientes dejaban imborrables marcas en mi cuello, mis hombros y toda la piel que lograba alcanzar.
Mi cuerpo desnudo se apegaba aún más al suyo, buscando de forma desesperada su calor. Soltó otra de sus risas, tomándome de inmediato con fuerza por las piernas, rasguñando de estas. Salió por leves segundos de mi cuerpo para girarme y volver a entrar en mí, tomándome como cualquier juguete y subir mi cuerpo a la altura de su vientre, apoyándose en su pierna y en la fría pared.
Juro que perdí conciencia de todo lo sucedido en aquel momento, mi cuerpo era inundado por la humillación, por el dolor, por el placer.
Pasó sus largos y fríos dedos por mi erección, apretando de esta triunfante, masturbándome de una forma tan exquisita y placentera que solo él sabía proporcionarme. No tarde en correrme.
-Te lo dije. Tu cuerpo aún no madura...-Jadeó con dificultad. Sin importarle la más mínima gota de humanidad, comenzó a mover de la mano que me tomaba con fuerza, haciendo fricción ante ambas pieles para marcarme. No podía con todo aquel dolor. – Te dejare tan jodidamente marcado que nadie más querrá tocarte nunca más, entonces...
-¿Entonces? ¿Entonces qué? – Pensé.-
Jadeaba como toda una perra, pidiendo cada vez más dolor combinado con tal placer. Alzaba tanto mis jadeos que tapó mi boca con su exquisita boca por completo, entrando hasta lo más profundo de mi garganta. Nuestras bocas se devoraban como quien muere de hambre, sintiendo la sangre invocada por las mordidas y mezclándose con la saliva.
Cuando lo sintió necesario soltó de mis muñecas ¿Qué era exactamente lo que esperaba qué hiciera? Baje de las mismas y las dejé colgando a cada lado de mi cuerpo. Enseguida mordió de mi lengua y me penetró hasta el fondo con cada vez más rapidez.
¡Mierda! ¡Iba a romperme!
Lloré y me moví en busca de consuelo, sin embargo aquello no sirvió más que para excitarlo.
-¡Córrete rápido! ¡Mi cuerpo no podrá con más! –Pensé con desesperación. El dolor corría por mi trasero hasta subir por toda mi columna vertebral. Finalmente cuando creí que iba a correrse en mí, que aquello iba a terminar, me bajó con frialdad. Salió sin ningún consentimiento de mis paredes anales, haciendo que el dolor se hiciera aún más presente, me tiró al suelo y alzó mi cabeza al jalar de mis oscuros cabellos. Metió de su erección en mi seca boca y se corrió.
Todo era tan doloroso y tan malditamente excitante.
Me dejó en aquel lugar, justo de aquella manera y se fue sin decir más. Fue justo en aquel momento que sus palabras resonaron en mi cabeza.
"Mi cuerpo pedirá cada vez más de ti, por lo que si aceptas ahora, jamás podrás escapar."