- ¡Ya casi estamos! - Me gritó Aaron desde unos metros más arriba.
Nos quedaba muy poco para alcanzar la cima de la montaña, pero nada indicaba que estuviéramos en el destino correcto. Me paré unos segundos para recuperar el aliento. Llevábamos semanas buscando aquel lugar. Sin descansar, casi sin comer ni beber, y siempre escondiéndonos de lo que acechaba ahí fuera.
Me giré para contemplar el paisaje, o lo que quedaba de él. Aunque las fuertes tormentas habían cesado momentáneamente, el cielo rojo y negro parecía amenazarnos, como si buscara sangre y muerte. Centré mi atención en las llanuras al pie de la montaña. Las llamas envolvían las pequeñas aldeas y bosques que en otros tiempos habían adornado ese pasaje. Pronto todo sería ceniza. Ya no era capaz de identificar dónde nos encontrábamos exactamente. Las ciudades ahora eran ruinas, y la naturaleza, amplias superficies asoladas.
Un rápido movimiento captó mi atención por el rabillo del ojo. Venía de la falda de la montaña, de eso estaba segura. No tenía que verlo para saber qué era. Podía sentirlo, moviéndose entre los árboles, cada vez más cerca. Era el depredador, y nosotros, su presa. El miedo me agarró el corazón, y me quedé paralizada unos segundos. La voz de mi hermano me devolvió a la realidad.
- ¿A qué esperas, Ethel? Sabes que no podemos pararnos, y menos cuando estamos tan cerca - Retomó la marcha sin esperar respuesta y no tuve más remedio que seguirle.
- Está muy cerca, pronto nos alcanzará - Le advertí, intentando hacerle ver que todo había sido para nada. - Además, aquí no parece haber nada. ¿Estás seguro de que es donde debemos buscar? -
- ¡Maldición!- Exclamó desesperado - Debería estar aquí. Aún tenemos tiempo. Solo hay que encontrarlo - Su rostro enfurecido me miraba. Ambos sabíamos que nos estábamos quedando sin opciones.
- ¿Es que no te das cuenta? ¡Mira a tu alrededor! Ya no hay nada que salvar - Le respondí.
La tristeza de la derrota se reflejó en sus ojos. Me arrepentí al instante de haberle quitado la esperanza, al fin y al cabo, era lo único que le quedaba. Pero estaba harta. Harta y cansada. Cansada de no descansar, de no comer, de llevar casi medio año intentando sobrevivir y huyendo de la bestia. Pero, sobre todo, cansada de esta búsqueda inútil que nos había conducido hasta aquel lugar sin salida. Estábamos acorralados.
Sin previo aviso, un sonido ensordecedor me retumbó los oídos, haciendo temblar la tierra bajo nuestros pies. Le siguió otro más fuerte, y las vibraciones me subieron hasta la cabeza. Parecía estar cerca. Ya sí que no teníamos escapatoria. A continuación hubo un silencio que me puso los pelos de punta. Ninguno de los dos nos atrevimos a movernos. Casi ni respiraba mientras esperaba a que pasara lo peor.
- ¿Qué ha sido eso? - Me atreví a preguntar pasados unos segundos, aunque no hacía falta que me respondiera. Los dos conocíamos perfectamente a la monstruosidad que nos seguía desde hace unos días.
- Se nos acaba el tiempo. No podemos quedarnos aquí - Me respondió. Parecía haber recuperado la tranquilidad que tanto le caracterizaba. Aún vestido como iba, con restos de ropa rasgada y chamuscada, y con la cara ennegrecida por el polvo, Aaron siempre me infundía seguridad. Quizá era por eso por lo que le tenía tanto aprecio. - Deberíamos... - Pero no pudo terminar la frase.
Un rugido penetrante le robó las palabras y su mirada se perdió en el horizonte. Se me heló la sangre y no pude hacer nada más que mirar a mi hermano. Ahora sí que estábamos de acuerdo. Me agarró del brazo y salió corriendo como una flecha, metiéndose entre las rocas y los árboles, y abandonando el camino de tierra irregular que habíamos seguido hasta entonces. Corrí tras él tratando de seguirle el ritmo y esforzándome por no derrumbarme del cansancio.
Los músculos de las piernas me dolían por el esfuerzo de las últimas semanas, pero los rugidos cada vez más cerca de la bestia me impulsaban a seguir corriendo. La adrenalina fluía por mi cuerpo. El viento me abofeteaba la cara, y las ramas secas de los árboles me arañaban los ojos. Aaron giró hacia la izquierda, a través de un estrecho camino de piedra, y luego escaló una pequeña ladera. Se giró para ayudarme a subir y seguimos huyendo. En ese momento fui capaz de oír el movimiento de la criatura que nos pisaba los talones. El pánico me inundó por dentro y mi respiración se volvió más pesada.
De repente, el bosque se abrió dando lugar a un pequeño claro rodeado de árboles por los lados. Sin embargo, el camino estaba bloqueado por una gran pared de piedra. Era imposible atravesarla o escalarla. Mi hermano frenó en seco y casi me choco con él.
Pensé en algo que decir, pero la situación lo decía todo. Se me llenaron los ojos de lágrimas y miré a Aaron con tristeza.
- Vamos a morir, ¿verdad? - Todavía me costaba asimilarlo. No quería que terminara así. No. No podía terminar así. Siempre había pensado en el futuro como algo alegre. Casarse, tener hijos, una familia, una vida tranquila... Me parecía imposible que fuera a acabar de aquella manera.
- Lo siento, hermanita - Mi hermano me abrazó, consolándome y acariciándome el pelo. Los golpes cada vez se oían más cerca, los rugidos más fuertes, pronto terminaría todo. Cerré los ojos...
- ¡Espera! Mira... -
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Victoria
Science FictionEl tiempo se acaba. La Tierra está llegando a su fin. Se está acercando... No hay nada que puedas hacer para evitarlo, es imposible detenerlo. Cada vez más cerca... Solo intenta sobrevivir o espera a que llegue tu hora. Ya está aquí... Huye.