Nuestra Despedida

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Antes de  llegar le pedí a Jean que se detuviese en la florería, donde compre un ramos de lirios. Pasados quince minutos habíamos llegado a la Iglesia Alma Sagrada, pude distinguir a varios guardaespaldas de mi familia, a pesar de que en la mansión tan solo vivíamos tres personas junto a los ayudantes de la limpieza y cocina,( en mi familia no utilizamos los terminos empleados, mucamas, etc.) estábamos  rodeados de guardaespaldas, principalmente mis padres, ya que yo nunca salía de casa, salvo para ir al colegio Roses High School, el cuál contaba con su propia seguridad como el colegio  Elite que era.

Baje del coche lo más rápido humanamente posible  y atravesé los terrenos de la iglesia hasta llegar a la sala de velatorios, en ella había no mucha cantidad de personas, vi a unas cuantas mujeres  sentadas al costado de la pared que lloraban desconsoladamente, y los hombres se mostraban fuertes pero con los ojos rojos e hinchados. Yo tan solo me adentraba más y más en el pequeño salón cuando lo vi. Se encontraba allí en el rincón rodeado por flores, eran rosas rojas, dentro del ataúd, se veía más pálido de lo habitual, sus bellos ojos verdes estaban cerrados y en su boca parecía haber una pequeña sonrisa.

Le devolví la sonrisa estúpidamente, aún sabiendo que él no la vería y le  dije:

-¿Qué te han hecho Marc? ¡Tú odias las rosas! Te he traído lirios porque sé que los amas. - mis lagrimas caían  dentro de su ataúd.- ¿Sabes? Me harás falta… Te voy a extrañar, no sabes cuánto duele ser consciente de tu gruesa voz no estará para regañarme, tu contagiosa risa, y tu mirada, la mirada de cómplice…  -respire hondo tratando de recuperar mi voz y cargando en mis espalda todas las  miradas de la gente que se encontraba allí, todos sabían quién era Julliette Collins y cuál era su relación con Marc- Todo lo que hemos vivido juntos, seguirá vivo conmigo así qué puedes irte tranquilo, yo jamás te olvidare.  Así que ¿Este es el adiós? Tú contestarías algo filosófico como “esta tan solo es una despedida pasajera, algún día, en algún lugar nos volveremos a cruzar”-Sonreí aún con lagrimas cayendo de mis ojos  y reclinándome dándole un beso en la mejilla y con voz dulce – Hasta que nos encontremos este es mi adiós Marc. Te quiero.

Deposite el ramo de lirios sobre su pecho y me aleje en busca de Jean quien estaba hablando con otros guardaespaldas, pude sentir las miradas llenas de odio de muchas mujeres, en especial la de  Anne, la ex novia de Marc que minutos antes de que yo llegara se había mandado el numerito del año cuando amenazo suicidarse ahí quitándole  a uno de   los guardaespaldas que se encontraba allí un arma, por desgracia pudieron quitársela antes de que lo intentase.

-¡Tú!-grito la suicida apuntándome- ¡Por tu culpa ha muerto!

Sabía perfectamente que era cierto, lo que me hizo sentir una completa basura. Anne dio un paso hacia mí, pero Jean se coloco delante de mí  en posición de alerta ante cualquier amenaza proveniente de ella.

-¡¿Tan rápido conseguiste otro!?- seguía gritándome aquella mujer, yo no hacía otra cosa más que llorar me sentía una completa estúpida llorando por sus hirientes palabras.

Otros tres guardias se nos acercaron inmediatamente. Yo solo pensaba en salir de allí.

-¡Basta ya!- grito  otra mujer que se acercaba a nosotros, esta era baja y su cabello canoso, sus ojos eran verdes, la reconocí de inmediato, era la madre de Marc, Abigail- ¡Mi hijo eligió esa  profesión conociendo perfectamente todos los riesgos! Siempre poniendo por delante la vida de su protegida, Julliette, pequeña, tú no tienes la culpa de nada fue únicamente la decisión de mi hijo la de cuidarte.  Desde que le encargaron velar por tu vida, tú has sido su prioridad y su alegría. Gracias por  haber alegrado la vida de mi niño.- Las palabras de Abigail eran muy sinceras, yo solo pude asentir y ella se acerco, Jean al principio dudo en dejar acercarse hacia mí, yo mire autorizándolo, el se movió un poco abriendo paso para que se acerque, nos abrazamos un buen rato, hasta la hora de la sepultura.

El cementerio se encontraba a unos pasos del salón por lo que caminos detrás de cuatro hombres, (todos vestidos de trajes negros y con el broche con el escudo de mi familia, que indicaba que eran guardaespaldas de la mansión) que llevaban el ataúd hacia el panteón de mi familia. Jean fue el encargado de abrir la enorme puerta de la construcción  donde todos mis antepasados yacían. Los hombres ingresaron dentro y colocaron el cajón en la parte alta cada uno se despidió y abandonaron  ahí a quien fue un día su colega Marc Wester.

No Permitas Que Nadie Te LastimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora