Sarah observaba el local con mucha atención, aquella noche parecía prometedora. La música era tenue, el espacio era acogedor y los cócteles estaban fantásticos, tal vez aquella noche por fin lo encontrara. O no.
Lo que le empañaba ese momento grandioso de búsqueda era la compañía de su mejor amiga, Olivia, la que hoy más que nunca tenía el lado arpía a flor de piel.
Diez minutos en aquel lugar habían sido suficientes para que su amiga supiera que no encontraría nada de lo que buscaba. En cambio, Sarah tenía muy buenas vibraciones.
Ignoró de nuevo la diatriba de Olivia sobre los hombres y sus complejos con los nombres que le daban a su falo y se concentró en los restos de su Cosmopolitan mientras intentaba repasar la estrategia y lo que había observado esa noche.
Había varios grupos de hombres de negocios en una esquina, demasiado ruidosos para su gusto, que la habían piropeado al pasar junto a ellos de camino a la barra. Poco prometedor.
Un poco más cerca de la barra se encontraban otros chicos (con toda la pinta de ser universitarios) que eran extremadamente guapos. «¿Ahora asaltamos cunas Sarah?» No, ella no asaltaba cunas, pero Olivia…
Negó con la cabeza mientras agarraba el pie de su copa y la movía unos centímetros a la derecha. Bien, ahora estaba perfecta.
Suspiró y sonrió al mismo tiempo, si Olivia hubiera querido a alguno de esos universitarios, ahora no estaría a su lado, probando su tercer cóctel mientras seguía hablando con todo lujo de detalles del pene de su anterior novio Steven.
—No me estás escuchando…
—Me has pillado —Sarah levantó la mirada en el instante en el que el infantil puchero de Olivia aparecía en su rostro.
—Ya estoy acostumbrada…
Olivia se llevó su casi agotado Sexo en la playa a los labios, pero no llegó a tomar de él, se quedó completamente quieta mientras observaba sin pestañear la entrada.
—Nena, tienes que ver esto…
Sarah se dio la vuelta para alcanzar a ver entre la oscuridad una camiseta negra y unos vaqueros oscuros internarse dentro de una de las puertas de servicio.
—Camareros sabes que no —sentenció mientras hacía un nuevo barrido visual. Junto a la puerta había dos muchachos que prometían.
—No entiendo qué tienes contra los camareros.
—No tengo nada en contra de los camareros —murmuró mientras apuraba hasta los últimos instantes su bebida— es solo que no son para mí.
—Claro —dijo Olivia poniendo los ojos en blanco— ellos trabajan demasiado para poder darte ese minuto perfecto.
Sí, todo tenía que ver con el minuto perfecto. Sarah había crecido en una casa común, con unos padres de clase media y una vida más o menos apacible.
Pero lo que siempre había deseado era encontrar en la vida alguien con quien compartir el minuto perfecto, aquel instante en el que la conexión entre uno y otro los llevaba mucho más allá de ellos mismos, aquella conexión en la que el mundo a su alrededor se detenía y solo importaba alguien, solo importaba ese momento.
Imitando su gesto, Sarah se dio la vuelta en el taburete de nuevo hacia la barra, decidida a pedir un nuevo cóctel, antes de empezar a atacar a sus opciones de esa noche, pero antes de que pudiera llamar al barman, ya tenía otro Cosmopolitan frente a ella.
—¿Gracias? —se llevó la copa a los labios para buscar a Ben, Bryan, Billy… Algo con B le había dicho el camarero antes que se llamaba, pero era incapaz de recordarlo y este no aparecía por ningún lado.
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El minuto perfecto
RomanceSarah lleva mucho tiempo buscando algo que la haga volar, algo que la lleve a ese instante tan ansiado. Pero de momento, ninguno de los candidatos a resultado ser el ganador de aquel minuto perfecto. Por eso cuando Erick aparece frente a ella, un ho...