Noir, Bleu, Cheveux

Estrella

Me abaniqué con el cuello de la camiseta, muy suavemente, tratando de aliviar el sofocante calor que tenía sin hacer mucho ruido. Nino, a mi lado, directamente se estaba abanicando con su gorra.

Todos estábamos exhaustos, incluso dentro del aula, ante semejante sol de justicia. La repentina ola de calor nos había tomado por sorpresa a todos. Tanto, que parte de mí sospechaba sobre la participación de cierta mariposa en el asunto. Sin embargo, hasta que no hubiera señales claras de peligro, no podía hacer otra cosa que seguir con mi habitual día a día como Adrien Agreste.

De repente, en mi escritorio cayó rodando una bola de papel. Cuando estuve a punto de cogerla, curioso, una mano blanquecina se interpuso. Me giré en su dirección, encontrándome de frente con Marienette. Parpadeó, cruzando su mirada con la mía, para luego sonreír nerviosamente. Sus mejillas estaban coloradas, efecto del calor seguramente.

Sin decir nada, se mordió el labio y se estiró un poco más sobre su pupitre, ya que, aunque me había impedido cogerla antes, no podía alcanzar la bola de papel. Estuve a un segundo de tendérsela, cuando se alongó lo suficiente en el pupitre como para que su cabeza estuviera a mi lado. En ese momento, con la luz dándole de lleno a su pelo, cualquier sugerencia o acción se desvanecieron al momento de mi mente. Solo pude maravillarme al ver como el oscuro cabello de Marinette, de un negro azabache en mi opinión, se transformaba en un brillante azul estrellado.

Ante el carraspeo de la profesora, Marinette hizo un último esfuerzo con su mano estirada y tomó la bola, volviendo a su asiento.

Emitió un sonoro suspiro a mis espaldas. Yo, mientras, me replanteé cómo había podido obviar un detalle tan particular de ella y, más importante, dónde me parecía haberlo visto antes.