Yin Yang

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EL INICIO DE LA CREACIÓN

Siempre juntos. Nunca el uno, sin el otro. Unidos eternamente por un mismo destino y una misma misión. Son ellos los que se encargan de que todo en el mundo fluyese correctamente. Sin ellos no existiría la armonía y nada sería como lo conocemos. Innombrables serían las catástrofes que asolarían nuestro mundo de no ser por ellos.

Se los conoce por muchos nombres e incontables son sus rostros, pero todos los reconocen como Yin y Yang. Sin embargo, lo que nadie sabe, es que hace muchos...muchísimos años, antes incluso de la formación del universo primitivo...estos dos entes no estaban unidos. La suya es, nada menos que la primera historia de amor que existió.

Remontándonos a los remotos tiempos en los que ni siquiera la luz y la oscuridad habían nacido, el universo era un lugar muy distinto del que actualmente conocemos. Una infinidad vacía. Sin colores, sin sonidos, sin aromas, sin sentimientos... ni nada que nuestros sentidos y corazones pudiesen percibir o sentir. Un lugar donde ni siquiera la mismísima nada existía.

En aquella inexistencia flotaban ellos. Yin y Yang. Completamente solos y demasiado separados cómo para ni siquiera sospechar la existencia del otro. Sin embargo, la soledad que ambos sentían y que ningún humano podría llegar a imaginar, los hizo moverse. Después de una eternidad suspendidos en una eterna quietud, sus primeros movimientos fueron extraños y dolorosos . Pero eso no los detuvo. La esperanza de encontrar algo mejor en aquel escalofriante lugar los ayudó a superar el dolor, pero sobretodo el miedo. Pues ambos se estaban adentrando de repente en lo desconocido, en busca de un destino mejor pero incierto por el momento.

Incapaces de ver nada, se desplazaban lentamente y con un enorme esfuerzo. Estaban muy lejos el uno del otro. Y sin embargo se dirigían cada uno en la dirección del contrario. El creciente sentimiento de esperanza que latía por primera vez en sus corazones empezó a desprender una energía pura, que los llenó de vitalidad y desencadenó una serie de acontecimientos que cambiarían por siempre aquel espacio vacío.

Dejaron tras ellos una larga estela formada por diminutas partículas de Polvo. Su movimiento creó la materia. Ni Yin ni Yang fueron conscientes de lo que habían producido hasta muchos siglos después.

Así, avanzando sin descanso, el universo empezó a formarse a partir del Polvo. Sin embargo tardaron aún muchísimos años en empezar a formarse las primeras estrellas y aun más los planetas. A pesar del gran espectáculo que sucedía a su alrededor, para los entes creadores el universo seguía siendo un lugar deprimentemente vacío. Poco a poco un nuevo sentimiento afloró en sus corazones: la desesperación.

EL ENCUENTRO

A su alrededor, el universo que había empezado a nacer y que se había ido desarrollando lentamente se sumergió en el más absoluto caos. La desesperación que azotaba las almas de Yin y Yang al verse perdidos en aquel insólito mundo que de pronto se desmoronaba a su paso.

Los planetas jóvenes eran completamente distintos de lo que son ahora, que son millones de años más antiguos. Influidos por la negatividad que ahora desprendían los entes creadores, los astros se vieron casi consumidos por el caos. Interminables lluvias de meteoros formados por el polvo que hacía numerosos siglos había hecho posible la creación, ahora destruían la superficie de los planetas y estos a su vez se inundaron de fuego y magma.

Yin y Yang a su vez lloraban desesperados y por primera vez, agotados. La necesidad de encontrar algo que ni siquiera sabían si existía los estaba destruyendo internamente. Sin embargo, llegó el momento en que todo adquirió sentido. El momento en el que sus fuerzas se renovaron con una sola e intensa visión. Estaban uno enfrente del otro, por primera vez. Eran completamente distintos. El robusto Yang tenía la tez de un tono bronceado y sus ojos eran completamente negros, sin iris ni pupila. Negros en su totalidad, en contraste con el cabello blanco y luminoso que caía sobre su frente. En cambio la hermosa Yin tenía la piel pálida y su cabello increíblemente largo y laceo era negro cómo el azabache. Esta tenía unos ojos blancos, al igual que Yang sin pupilas ni iris. Eran dos extremos opuestos, y sin embargo parecía que poseyesen una diminuta parte del contrario.

Dos nuevos sentimientos surgieron como una inmensa explosión en los corazones de Yin y Yang. Felicidad y Amor.

Ambos sintieron como si el tiempo se detuviese y cada uno se perdió en la mirada del otro. Sin ser conscientes de que, debido al encuentro, el caos cesó y dio paso a las mayor y mas grandiosas creaciones de los primeros entes. La vida y la Muerte, siendo estos, una clara representación de ellos mismos. Yang representando la vida y Yin por su parte, la muerte.

Si, tras el fin de la calamidad, los planetas más cercanos a los amantes rápidamente se llenaron de frondosos bosques y profundos océanos y en estos los primeros ecosistemas se desarrollaron en perfecta paz y harmonía.

Avanzaron despacio el uno hacia el otro, casi como si temiesen encontrarse ante una ilusión o espejismo. Querían tocarse, sentirse el uno al otro. Pero no podían evitar sentir temor. Era la primera vez en incontables milenios que se encontraban ante algo. Acostumbrados al permanente e inquietante vacío no se dieron cuenta de las cosas que sucedían a sus espaldas. Simplemente miraban siempre al frente, donde aun reinaba la completa inexistencia.

Finalmente, ambos alzaron la mano al mismo tiempo y entrelazaron los dedos entre sí. El primer contacto fue una experiencia mágica, única e inolvidable. Con los corazones desbordados de emoción se abrazaron por primera vez. La sensación de calidez que sintieron fue indescriptiblemente agradable y no tardaron en derramar las primeras lágrimas de alegría.

Buscaron los labios del contrario y se fundieron en un apasionado beso. Recorrieron la piel del otro con largas y suaves caricias mientras ambos sentían como si se derritiesen bajo el cálido contacto del otro.

Se separaron lo suficiente cómo para que sus miraras se encontrasen. Se vieron reflejados en los ojos del otro y por primera vez se vieron a ellos mismos reflejados. Se dieron cuenta entonces de que eran el mismo ser y que al mismo tiempo eran dos polos opuestos. Ellos representaban todas las contradicciones que la naturaleza presentaba. Ellos son la tierra y el cielo. La paz y el caos. La luz y la oscuridad. La vida y la muerte. Ellos son la perfecta armonía y los únicos que podían mantenerla. Son los que actualmente conocemos como dioses, sin embargo estos no pertenecen a ninguna religión ni nadie les brinda un verdadero culto. Ellos son nada más y nada menos que la naturaleza en sí.

El fruto de su amor llegó a algunos planetas en forma de inteligencia. Los organismos primitivos empezaron a desarrollar facultades asombrosas y sus cuerpos en un primer momento unicelulares empezaron a evolucionar y a convertirse en algo más.

Así, gracias al amor de los dioses nacieron los humanos, y un sinfín de otras criaturas inteligentes, quien sabe a cuantos años luz de nosotros los terrestres.

 LOS DESCENDIENTES DE YIN Y YANG

Se cerró el libro y los niños no pudieron evitar poner una mueca de desaprobación. Todos querían saber más. Esa era una de las virtudes de su abuela, lograba que el conocimiento llegase a todos los que la escuchaban.

La mujer soltó una leve risa entre dientes al ver la expresión de sus nietos.

-Pero abuela...no puede terminar así. ¿Qué ha sido de Yin y Yang?-quiso saber uno de ellos.

-Eso, eso.-lo apoyó su única nieta.

-Eso, pequeños míos, es una historia eterna. Sería imposible que cupiese en un único libro.-explicó la abuela.- Ellos lo son todo, y todo es un término infinito. Una infinidad no puede ser narrada. Ni en todas las bibliotecas del mundo habría sitio para recoger toda su historia. Lo que si puedo deciros es que enviaron a cada mundo unos pequeños guardianes para que velaran por la seguridad de sus amadas creaciones, pues a partir de su encuentro ambos aprendieron a respetar y querer aquello a lo que ellos mismos habían dado vida. En nuestro mundo, cuando los guardianes mueren, se reencarnan en otro ser. Y así sucesivamente hasta el fin de los tiempos, si es que ese día llega algún día.

-¿Cómo sabes eso, abuela?-preguntó su nieta.

La anciana sonrió ampliamente y colocó uno de sus mechones negros azabache, libre de canas a pesar de la edad, detrás de su oreja.

-La abuela ha visto y ha vivido mucho, querida. –dijo y un brillo pálido iluminó sus ojos. Un brillo digno de la diosa Yin.

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