Alberto estaba sentado en el salón justo delante de su madre, cada uno en una silla del comedor de la nueva casa de ella, podría parecer todo muy familiar si no fuera por que la madre estaba atada y amordazada.
-Vale mama... si te quito la mordaza una vez y gritas, es culpa tuya... si te la quito una segunda vez y gritas... también es culpa tuya, pero si lo hago una tercera, y pasa exactamente lo mismo, voy a empezar a pensar que es culpa mía.-Dijo Alberto mirándola a los ojos con el rostro tranquilo.
La mirada de su madre se debatía entre la cara de su hijo, su brazo amputado y los fajos de billetes que estaban encima de la mesa del televisor, que por cierto, estaba encendido.
-Bien mama, una vez más, y no hagas que me arrepienta...-Empezó a decir Alberto mientras le desataba la mordaza por tercera vez- Oh espera, eso a sonaba a amenaza, no quería que sonara a amenaza, bueno ya esta dicho, perdón.
Al contrario que las expectativas de Alberto esta vez su madre no gritó.
-Bien... empezamos bien...- Se animó Alberto.
-¿Que haces aquí?- Preguntó directamente su madre.
-Bien, bien... conversación, eso es lo que quería- Dijo Alberto muy calmado- Estoy aquí para saldar una deuda.
Por un momento su madre aparto la mirada y miró el televisor, estaban retrasmitiendo la fuga de la prisión de los Robófilos en directo.
-Ellos... han ido a salvarte, a sacarte de allí...tu hermana...- Dijo apenada.
-No estoy allí mama, esto aquí- Respondió Alberto para captar otra vez su atención.
-Primero traicionas a la sociedad, te conviertes en un... terrorista... y encima ahora traicionas a tus propios compañeros...¿Qué clase de monstruo eres?- Dijo con los ojos llorosos.
-En primer lugar... has usado muy seguido la palabra traicionar, hay sinónimos mucho mas suaves para usarlos en esa frase- Dijo mientras se encendía un cigarro- En segundo lugar...por lo del monstruo y eso... soy tu hijo... aunque por poco tiempo.
Su madre se sobresaltó.
-¿A... que te refieres?- Preguntó temiendo por su vida.
-Por dios mama, que no soy un asesino, relájate- La tranquilizo Alberto mientras tiraba la ceniza al suelo- ¿Sabes de donde he sacado ese dinero?-
Su madre rio entre dientes.
-¿Robando?-
-Si... y no, esto es parte del dinero que estaba dentro de la guarida de los Robófilos cuando salió ardiendo, el resto lo tengo a buen recaudo- Dijo Alberto sonriendo.
Su madre se extrañó.
-Exacto... exacto... ¿Por qué alguien que se iba a suicidar iba a salvar el dinero?, ahora viene la parte divertida- Empezó Alberto a narrar la historia hasta que la tele le interrumpió.
''Se a confirmado de que no había nadie en la celda del preso Alberto, líder de los Robófilos y por tanto los terroristas han conseguido liberarle, estamos al tanto de más novedades...''
-Interesante...-Dijo Alberto por lo bajo.
-¡Bueno!, ¿Por donde iba?- Se preguntó Alberto a si mismo.
-Ibas a contarme tu plan malvado- Respondió su madre.
-Yo no lo nominaría malvado... pero si-
-Bien... durante mis años como Robófilo hubo siempre algo que me escamaba y era que por mucho que me trataban como a un líder... no me respetaban, es verdad que puse unos mandamientos que me inventé en una tarde y que no tienen mucha importancia pero... engañarme y ocultarme cosas... eso si tiene importancia. Luis... es decir... Uno me agredió... y tuvo lo peor que se puede tener, envidia, nunca le perdoné que intentara ser mejor que yo solo por una chica... que asco. En cambio Dos, el gran pastelero Javier, su delito era mas noble, nos robaba y usaba el dinero de los golpes para su propio beneficio, ayudar a la pastelería familiar...y lo peor es que me trató de tonto. Tres sin embargo es lo peor... se enamoró de mi, y solo me seguía por ello, no tenía convicción, ni si quiera se enteraba de que hacíamos...-